Propuesta para un ordenamiento generacional de los escritores jaliscienses.

Proposal for a generational ordering of Jalisco writers.

DOI: 10.32870/argos.v10.n26.9.23b

Juan Pablo Fautsch
Universidad de Guadalajara (MÉXICO)
CE: Juan.fautsch@gmail.com
https://orcid.org/0000-0001-9137-948X

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Recepción: 31/03/2023
Revisión: 17/04/2023
Aprobación: 12/05/2023

   

Cómo citar este artículo (APA):

En párrafo:
(Fautsch, 2023, p. _)

En lista de referencias:
Fautsch, J.P. (2023). Propuesta para un ordenamiento generacional de los escritores jaliscienses. Revista Argos. 10(26). 147-152 DOI:10.32870/argos.v10.n26.9.23b

   
           
       

Resumen:
Las literaturas pueden estudiarse de forma más adecuada si se cuenta con una estructura generacional a partir de la cual se puedan observar distintos cambios discursivos en una tradición determinada. De acuerdo con lo anterior, propongo el ordenamiento generacional de las letras jaliscienses con base en el método de José Ortega y Gasset.

Palabras clave: Generación literaria. Letras regionales. Literatura Jalisciense.

Abstract:
Literatures can be studied more appropriately if there is a generational structure from which different discursive changes can be observed in a given tradition. In accordance with the above, I propose the generational ordering of Jalisco letters based on the method of José Ortega y Gasset.

Keywords: Literary generation. Regional literature. Jalisco literature.

 

   
 

Para comprender la evolución discursiva de una tradición y ordenar los materiales literarios producidos en una región, es necesario recurrir tanto a una periodización adecuada, como a una serie generacional coherente que ayude al investigador a observar y realizar los deslindes requeridos con una mayor precisión en el objeto de su interés. Hoy, las literaturas regionales en general, y la jalisciense en particular, han sido estudiadas de acuerdo con periodizaciones y segmentaciones propias de los modelos confeccionados para las literaturas europeas, primero, y para la literatura mexicana, después (Vogt, 1996), lo que da como resultado una probable distorsión en los análisis que, al no disponer de estructuras propias para enmarcar sus objetos de estudio, podrían llegar a conclusiones que no empaten con el verdadero sentido de los textos sometidos a dicho análisis.

Como toda literatura regional, la jalisciense se compone de periodos y generaciones que no corresponden con los de ninguna otra región, y dispone de una evolución discursiva, estilística y tematológica inherente que la distingue de cualquier otra historia literaria. Si bien existen acercamientos, diálogos e influencias innegables, las características particulares de esta literatura la dotan de una personalidad e identidad propias que están aún por entenderse y fijarse.

Como un paso más en esta comprensión de las letras de Jalisco, propongo un ordenamiento generacional de sus escritores que participe en la caracterización adecuada y deslinde con respecto de las generaciones y periodizaciones construidas para el estudio de los autores y materiales literarios de la capital.

Procedo a explicar el método de José Ortega y Gasset y cómo lo he utilizado para obtener la serie de generaciones que interactúan en el siglo XX Jalisciense.

José Ortega y Gasset, probablemente uno de los filósofos españoles más importantes, expone en En torno a Galileo – editado por vez primera en 1947, resultado de una serie de conferencias –, la idea de generación, y cómo esta sería la verdadera clave para analizar y comprender de manera satisfactoria el devenir histórico. La generación es, para Ortega, el conjunto de personas que se ven influidas por un sistema de vigencias, el espíritu de la época o el mundo que les tocó vivir en sus años formativos – 15 a 45 años –. Según el filósofo, estos años formativos se dividen en dos etapas de quince, la primera sería una etapa receptiva, en la que el habitante de esa generación bebe de las convenciones, modas, ideas y postulados de su época; luego, a partir de los treinta años, comienza a enfrentarse activamente contra la generación dominante – entre los 45 y 60 años – para, así, eventualmente destronarla e imponer su mundo, hasta que una nueva generación haga lo propio y tome las riendas.

Esta es una postura dialéctica, donde el enfrentamiento entre generaciones pone en movimiento las estructuras sociales, y estas se ven modificadas y actualizadas sin cesar, creando de esta manera aquello que llamamos historia, que sería, en último término, las relaciones entre generaciones, sus acuerdos y desacuerdos, su mejor o peor convivencia, su capacidad o incapacidad para aliarse, la voluntad de continuidad o ruptura. Vista así la historia, tenemos una serie interminable que va de la tensión a la holgura y, desde la perspectiva de los productos literarios, esta dialéctica debe, de algún modo y en algún aspecto, condicionar el discurso plasmado en la obra.

Más allá de esta tesis, de su operatividad real en los estudios históricos, sociales y culturales, el legado de En torno a Galileo es el método de Ortega para conocer la serie efectiva de las generaciones, el cual, al ponerlo en práctica, aglutina de manera precisa estos grupos de personas que se ven influidos por un sistema de vigencias, por un discurso que, en mayor o menor medida, deberá ser reconocible en sus expresiones artísticas.

Ortega está interesado en conocer el significado del Renacimiento en relación con la siguiente etapa, la Modernidad. Descubre que la etapa histórica en la que Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Rafael, entre otros, cambiaron el rostro de las ciencias y las artes, y el Concilio de Trento renovó la iglesia católica, no fue sino la crisis de la época anterior, la Edad Media, que se había desgastado totalmente. Producto de ese desgaste y decadencia, que es la crisis llamada Renacimiento, surge la Edad Moderna, en la que Galileo y Descartes serían los protagonistas. Así pues, Ortega se pregunta, ya que para él la historia debe entenderse dentro de las relaciones generacionales, cómo puede conocer su auténtica serie, es decir, dónde empieza una y termina la otra, quién pertenece a tal o cual generación. Para resolver el problema, Ortega toma: “un gran ámbito histórico dentro del cual se ha producido un gran cambio en el vivir humano que sea radical, evidente, incuestionable” (2014, p. 33). Este cambio sería producto de una crisis precedente, que reorganizó el sistema mundo, y ahora sus habitantes se encuentran tranquilamente instalados en ese nuevo sistema, hasta que vuelva a desgastarse y el proceso se repita.

La época de crisis e indecisiones, dice el autor: “no nos permite hacer pie para ninguna determinación firme” (p. 34), es necesario: “el desarrollo insistente y continuo de ciertos principios de vida que fueron definidos por primera vez en cierta fecha” (p. 34). Para Ortega, esta fecha en donde se asientan por primera vez los principios de un nuevo tiempo, de una nueva manera de vivir, es la fecha decisiva donde vive la generación pionera, que no es ya precursora, sino que está instalada totalmente en otra realidad, fruto de las tensiones y batallas sostenidas por otras generaciones. Tomando en cuenta lo anterior, Ortega cree que la generación decisiva, pionera, de la Edad Moderna, se localiza entre los años 1600 y 1650. Ahora debe aislarse, en ese lapso, a la generación central, a partir de la cual pueden conocerse todas las demás.

El proceso continúa, y entonces: “se busca la figura que con mayor evidencia represente los caracteres sustantivos del período” (p. 34). Entre 1600 y 1650, Ortega encuentra que es René Descartes esa figura indiscutible que representa a la Modernidad. Con la figura representativa localizada, el epónimo del primer período auténticamente moderno, se anota la fecha en que este cumple los treinta años (1626), que será la fecha central de la generación de Descartes: “punto de partida para fijar a uno y otro lado las demás, sin más que añadir o restar grupos de quince años” (p. 34), es decir, los nacidos entre 1589 y 1603 formarán parte de la generación de 1626, la cual aglutina a quienes cumplen los treinta años, siete años antes o después de esta fecha, que son los límites para la generación anterior y posterior.

La extensión temporal a la que Ortega hace referencia es bastante amplia, con todo, considero que ese mismo procedimiento puede utilizarse para abarcar y comprender épocas más reducidas. De este modo, empleo el método de Ortega en la siguiente forma: primero, el ámbito histórico al que se hace referencia, y en el cual, después de una etapa de crisis, puede hablarse de que se ha consolidado una nueva forma de vivir es, en el siglo XX mexicano, la década de 1940, en la cual se institucionaliza el régimen emanado de la Revolución, y las pugnas violentas por el poder han cesado. Es a partir de esa década cuando la economía del país se estabiliza y comienza un largo período de partido único, relativa paz social y, también, una eclosión de las artes en sus distintas manifestaciones. Esta etapa comienza a mostrar signos de desgaste a partir de 1982, y en los días que corren, podría afirmarse que ha concluido por completo.

Si aceptamos que es la década de 1940 cuando en México se vive ya una nueva realidad después de la crisis del sistema liberal que significó la Revolución y la sucesiva inestabilidad por el reacomodo de poderes, ahora, siguiendo a Ortega, y limitándonos a nuestro campo de acción – la literatura –, es necesario encontrar quién es esa figura representativa de esa forma de comprender y expresar el nuevo tiempo. No cabe duda que tanto en México como en Jalisco, las cimas de la calidad y la innovación artística la han alcanzado no pocos escritores, mas, atendiendo a la década, a la cantidad de obra crítica, de traducciones, ediciones de su novela Pedro Páramo, comentarios laudatorios de otros autores consagrados – como Jorge Luis Borges[1] –, y a la complejidad narrativa que magistralmente enhebra técnicas novedosas, profundidad psicológica de sus personajes y consistencia de estilo en una obra redonda, es muy probable que sea la figura de Juan Rulfo el epónimo de la generación decisiva de la literatura jalisciense, y acaso de la mexicana en general. Es pues, 1947, fecha en que Rulfo cumple la treintena, el año central de la generación decisiva, a partir de la cual, quince años adelante o quince atrás, se ordenarán todas las demás.

Ahora que he propuesto la figura central y la generación decisiva que ordenará a las precedentes y posteriores, presento las siete generaciones que articulan el siglo XX[2]. (Taba 1).

Tabla 1.

1902

(1865-1879)

1917

(1880-1894)

1932

(1895-1909)

1947

(1910-1924)

1962

(1925-1939)

1977

(1940-1954)

1992

(1955-1969)

Mariano Azuela

Jesús Amaya Topete

José Martínez Sotomayor

Juan Rulfo

Augusto Orea Marín

Martha Cerda

Mario Heredia

Gerardo Murillo

Guillermo Jiménez

Eduardo Luquín

Juan José Arreola

Matilde Pons

Alfonso López Rodríguez

Marco Aurelio Larios

Manuel Velázquez Andrade

Manuel J. Aguirre

Francisco Rojas González

Olivia Zúñiga

Vicente Leñero

Hilda Morán

Sergio-Jesús Rodríguez

Victoriano Salado Álvarez

José Guadalupe de Anda

Agustín Yáñez

José Madrigal Mora

Miguel González Gómez

Jesús Rodríguez Gurrola

Luis G. Abbadie

Fernando Navarro Velarde

Carlos González Peña

Aurelio Robles Castillo

Ramón Rubín

Alfredo Leal Cortés

Dante Medina

Carlos Bustos

 

Basilio Vadillo

 

Martha Vogel

 

César López Cuadras

Eugenio Partida

 

 

 

José Lepe Preciado

 

Raúl Navarrete

Gerardo Cham

 

 

 

 

 

Ramón Gil Olivo

 

Cecilia Eudave

 

 

 

 

 

Patricia Medina

 

 

Fuente: Elaboración propia.

Toda clasificación de esta naturaleza está expuesta a opiniones divergentes o propuestas que surgen desde otra perspectiva metodológica. Me parece necesario aclarar que este ordenamiento no responde a los criterios de “grupo literario” o “escuela estética”, la idea de generación que en este trabajo se plantea es únicamente cronológica, y tiene por sustento el concepto Sistema de vigencias, el cual ordena colectivamente a grupos de personas por fecha de nacimiento, contacto e influencia con un particular espíritu de la época. Al atender e incorporar este instrumento, el investigador podrá observar cómo, desde la óptica generacional, los temas se desenvuelven, aparecen, se ocultan y son tratados desde poéticas y estilos distintos, representativos de cada generación, quienes expresan las influencias de su contexto. Además, la localización de la emergencia o disolución de ciertos discursos o escuelas literarias se facilitará, toda vez que podrá señalarse a partir de cuál generación se suscita un cambio, y cuál sería la naturaleza de este.

Invito a investigadores, estudiosos e interesados en las letras regionales, a incorporar y utilizar este instrumento para el análisis, y así comenzar a sistematizar y crear una estructura histórica y discursiva adecuada a nuestro objeto de estudio.

Referencias
Borges, J. L. (1988) Biblioteca personal. Madrid: Alianza Editorial.

Ortega y Gasset, J. (2014) En torno a Galileo. México: Porrúa

Vogt, W. (1996) Problemas de periodización de la historia literaria en Jalisco. Sincronía, sin número y sin paginación. Disponible en: http://sincronia.cucsh.udg.mx/vogt.htm

[1]Pedro Páramo es una de las mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica, y aún de la literatura”. (1988, p. 43).

[2] Por razones de espacio, me limito a mencionar novelistas, sin embargo, esta serie generacional está diseñada para incluir a todos los escritores, narradores, poetas y ensayistas y para extenderse en el tiempo, ya sea hacia el siglo XIX, o hacia el XXI. 

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