La escritura social latinoamericana y sus variantes: la estética femenina contemporánea reflejada en la desaparición de mitos y tabúes. Latin American social writing and its variants: contemporary feminine aesthetics reflected in the disappearance of myths and taboos. DOI: 10.32870/argos.v10.n26.5.23b Silvia Beatriz Fernández Esta obra está bajo una Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0 Internacional. . Recepción: 23/03/2023 |
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Resumen: Palabras clave: Literatura. Mujeres. Violencia. Abuso. Sociedad. Abstract: Keywords: Literature. Women. Violence. Abuse. Society.
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En este trabajo nos proponemos describir y derribar mitos clásicos a través de la exposición y problematización de temas contemporáneos en la literatura. La aportación de jóvenes mujeres escritoras en el arte en general y en particular en la temática y narrativa literaria actual ha modificado nuestro horizonte de sentido, entendido éste como la perspectiva universal que hasta entonces existía en la academia acerca de la literatura. Partiremos de la postura particular desde la cual se entiende la escritura como un reflejo de la actividad psíquica y cultural de una sociedad, por lo que está repleta de mitos, leyendas, fantasmas y tabúes. En la época clásica y actual, se había venido planteando la idea de que los ideales que constituyen el canon literario son representativos de ciertos factores preponderantes en lo histórico-social, factores que destacan del resto, exponen problemáticas diversas y de cierta manera resuelven aquel ideario colectivo que más tarde las posteriores generaciones consumirán. La escritura, se habría convertido entonces, en un reflejo de las realidades de los pueblos que, si bien genera escenarios fantásticos, nos permite también acceder a aquel mundo en su contexto y en su realidad muy particular. Pero incluso en la institucionalización de la escritura se corre el riesgo de caer en subjetividades y preferencias impuestas. Un claro ejemplo es el de Isabel Allende, quien, si bien es parte del grupo de escritores nacidos en la generación del boom latinoamericano, no figura en él. Las razones son evidentes: “El boom fue un fenómeno masculino. Las escritoras de Latinoamérica eran ignoradas por críticos, profesores, estudiantes de literatura y por las editoriales” (Allende, 2020, p.35). Dentro del mismo existe el canon y los márgenes, lugares muy diferentes entre sí y cuyo núcleo habría que aprender a desmenuzar de manera crítica, incorporando la perspectiva de género como un factor primordial en la mirada actual. Las escritoras que se pretende analizar en este trabajo representan y se adscriben a un cierto núcleo generador de sentido y de cultura, que, si bien refleja una realidad, también pone en tela de juicio aquellas verdades incómodas que a lo largo del tiempo no se ha podido plantear. Por razones como la invisibilización de la perspectiva femenina o por cuestiones que tienen que ver con un silenciamiento de los problemas en una sociedad occidental en decadencia, se han mantenido al margen este tipo de temáticas. “Es un hecho que autores, lectores e intérpretes mantienen entre sí diversas relaciones operatorias en torno a la psicología, la sociología, la promoción académica y comercial de las obras” (González, 2017, p.1233). No se puede dejar de mencionar que la literatura hoy declarada universal es estrechamente masculina y en muchos casos la creada por mujeres es considerada, banal, superficial, de poca relevancia. Los privilegios cuestan y una vez ganados no es fácil que siendo de la clase dominante se cedan al grupo menos privilegiado:
El concepto de literatura “universal”, al igual que el de historia universal está experimentando una profunda transformación, misma que dejará claro que existen ópticas divergentes al margen de la patriarcal. En la literatura latinoamericana autoras como Isabel Allende, Laura Esquivel o Amparo Dávila habían planteado realidades en las que se dejaba entrever una dominación y una crueldad intrínseca en la estructura familiar. Sin embargo, la sociedad no se cuestionaba aún que algo podía estar mal estructuralmente. Se consideraba este tipo de lecturas como “textos para mujeres” o “platicas de cocina”, cuyo valor quedaba siempre enfrentado a los autores reconocidos universalmente, contra los que era imposible competir. En la ficción latinoamericana se dejan ver claramente estas violencias, tanto hacia la mujer como hacia las infancias, la desigualdad, el abuso de poder, la maldad propia del ser humano sin ningún tipo de velo. Se describirá, por lo tanto, un planteamiento arraigado en nuestra sociedad desde el origen de la cultura y hasta nuestros días, se cuestionará el mismo desde la postura de las nuevas escritoras latinoamericanas y se propondrá una lectura más humana y, por lo tanto, inclusiva desde una perspectiva de género. Un punto crucial en la estructura de este trabajo es dar a conocer la relevancia de la literatura de las escritoras del gótico latinoamericano, así como las temáticas y formas de plantear las problemáticas sociales. Formular una postura crítica a partir de sus cuestionamientos a la sociedad actual y poner en un reflector aquellas situaciones que cuestionan y derrumban el mito de la idílica estructura familiar, de la seguridad y la prosperidad en países menos desarrollados. Poner de relieve la violencia y el abuso al que estamos sometidos como sociedades latinoamericanas, romper los tabúes existentes para dar pie a una problematización tangible de los problemas sociales. Hasta hace algunos años no se planteaba el tema de la violencia familiar o el abuso de manera exhaustiva, esto por varias cuestiones que tenían que ver más que nada con sostener una postura de tipo moral y religiosa acerca de la sociedad. Se omitían detalles de suma relevancia, como las estadísticas de los asesinatos ejercidos por hombres hacia mujeres (femicidios) o se resaltaban como positivos valores que tenían que ver con un ejercicio violento de las masculinidades (el coraje, el arrojo, la agresividad, etc.). Dentro de estas culturas se encuentra ya el germen de la misoginia, tanto en la mitología como en la literatura posterior. “Pensaba en […] cuán profundamente intrincados están en la cultura occidental los mecanismos que silencian a las mujeres […]. En lo relativo a silenciar a las mujeres, la cultura occidental lleva miles de años de práctica” (Beard, 2018, p. 122). Bajo estos criterios, consideramos de suma importancia que se planteen perspectivas divergentes o mucho más críticas y conscientes cada vez. La literatura no es una excepción ante el rechazo de las violencias, tanto es así que estas escritoras coinciden en visibilizar problemáticas que, si bien estaban normalizadas, ya no se sostienen desde la teoría, se han vuelto injustificables. Los escenarios descritos se proponen en principio como terror, pero la diferencia entre el terror estadounidense y el latinoamericano radica en el viraje de la posición del objeto fantasmagórico, es decir, en el hecho de que ha habido un giro desde la mirada de lo aterrador. Ahora no lo encontramos en un agente externo, sino que está oculto en los intersticios del cotidiano: la familia, los círculos sociales, el ambiente laboral, etc. Es primordial analizar el motivo de este cambio radical en la perspectiva literaria. Podemos decir que este tipo de terror abarca mayormente lo social, y con ello se trabaja la denuncia y la crítica. En primer lugar, es necesario aclarar que la historia del estilo gótico no se ha mantenido estática, que responde a las variantes de las preocupaciones de los pueblos y sus diversos contextos: “El fenómeno gótico desde un punto de vista histórico y/o psicológico que atiende a los rasgos culturales y sociales de un determinado momento” (Ordiz, 2014, p. 18). Ahora bien, las representaciones colectivas se hacen presentes a través de objetos fantasmagóricos que remiten a lo sobrenatural, esto es, a nivel inconsciente se tejen mitos que van a salir a la luz a partir de los textos escritos. “Los fantasmas, vampiros y otros monstruos que genera el gótico son representaciones reconocibles de rasgos psicológicos a la vez que parecen funcionar como delegados de un pasado histórico reprimido” (Leonardo-Loayza, 2022, p. 19). Podemos decir que la figura literaria del vampiro o del zombie tienen su origen en mitos regionales que posteriormente pasan a la cultura occidental, ésta los apropia y los replica. El gótico, pues, no posee una estructura delimitada, sino que se va desarrollando conforme evoluciona la historia de los pueblos:
Así, nos vamos acercando a un estilo muy diferente del clásico, nos alejamos de los climas fríos y las tempestades para llegar a América Latina, un territorio con unas características geográficas prácticamente opuestas. Esta oposición generó maneras diversas de ver el terror, pues hay algunas que por razones temporales o contextuales quedarían obsoletas. Cuando ciertos personajes irrumpen en el imaginario colectivo resulta más cómodo identificarlos como el objeto de horror, se focaliza la atención en ellos y de este modo nos permite entender esa literatura como de estilo gótico o de terror. Sin embargo, no sucede así con el gótico andino, por ejemplo. Este tipo de literatura, incluye elementos propios de la cultura andina, como lo son el calor, la humedad, la flora y la fauna de este contexto geográfico. “Mónica Ojeda propone el gótico andino, como una estética que busca reivindicar el imaginario ancestral latinoamericano” (Leonardo-Loayza, 2022, p. 77). En este estilo no está aquel límite que permitía delimitar el objeto, sino que éste se encuentra difuminado entre la víctima y aquel contexto aterrorizante que la rodea. El gótico latinoamericano escrito por mujeres, propone una óptica diferente a la del gótico clásico, pero además desde una mirada femenina, cuyo protagonismo en la historia se va modificando a medida que las sociedades cambian culturalmente. En el gótico andino, por ejemplo, se hace referencia a la violencia familiar, tópico que es particularmente un tabú en las sociedades en América Latina:
En esta serie de cuentos y novelas, Ojeda plantea perspectivas realistas, concretas, donde el objeto de terror puede ser parte de la institución familiar, no se encuentra fuera de ella, sino que amenaza desde el núcleo. Presenciamos así un viraje de la óptica del terror, que ya es inminente y nos alcanza sin dar lugar a una racionalización de los hechos. En el gótico andino se plantea el tema de la violencia, pero también la maldad que se puede hallar en la niñez, en la adolescencia. Otra vez acudimos a la imagen edulcorada de la infancia como un mito, se desdibuja el límite y se da lugar a otro escenario. En referencia al estilo gótico andino, Ojeda afirma:
En esta combinación de geografía y sucesos psicológicos y culturales se desarrolla el gótico andino, contrastando con otros tipos de literatura que siguen planteando historias en las cuales el villano puede ser derrotado dando como resultado un final feliz. Además de presentar una cierta atmósfera, el gótico andino propone una postura política, así como en América Latina podemos decir que los feminismos han ido ganando terreno, en este tipo de lecturas se hace efectivo el peso que estas nuevas maneras de ver el mundo, este horizonte de sentido que se ha venido creando avanza rápidamente y se propaga en la práctica social:
Así, no nos limitamos a expresar este estilo únicamente como una nueva estética, sino que lo planteamos como una postura que pretende visibilizar la violencia crítica y activamente. Temas que se ponen de relieve en el gótico andino de Mónica Ojeda son, por ejemplo, el abuso sexual, el aborto, el cutting[1], la discriminación, entre otros:
En estas líneas se plantea una situación muy común desde una óptica infantil, que sugiere una mirada ingenua o si se quiere limpia de prejuicios. La narrativa de Ojeda presenta este tipo de estética, aquello que el lector consideraría monstruoso es descrito con metáforas sumamente poéticas. En este cuento, se plantea el tema de los abortos clandestinos como una forma de vida, desde el plano de quien lo ejecuta. Se puede ver la doble moral de la sociedad que, si bien rechaza y condena este acto, también acude frecuentemente a la realización del mismo. “Si bien la abuela era condenada socialmente por realizar abortos clandestinos, las chicas siempre regresaban” (Ojeda, 2020b, p. 26). La crítica social es una de las características de esta corriente literaria, en la que se saca a la luz las particularidades de la doble moral de las culturas latinoamericanas, ya sea de las ciudades o del campo. La escritora ecuatoriana retoma también el tópico de la violencia hacia los cuerpos femeninos, saca a relucir situaciones cotidianas que tienen que ver con el abuso sexual infantil, la crudeza del trato a los niños y niñas por parte de los adultos:
La autora pone en boca de sus personajes mensajes del corte feminista, los ubica en entornos cotidianos, comunes, del día a día, contribuye a que estos dejen de ser sólo parte de un determinado género (literatura para mujeres, literatura feminista), ubica estos pensamientos en el discurso cotidiano, señalando lo normalizadas que están estas violencias. En “Soroche”, otro de los cuentos presentes en Las voladoras, se describe una situación que se da entre señoras de alta sociedad, en la cual se ve involucrado el cuerpo, el juicio al que se ven sometidas las mujeres con respecto al ideal de belleza imperante:
Este tema, no menos importante que los otros, abarca un gran abanico de posibilidades a analizar: por un lado, la violencia real ejercida hacia el cuerpo de manera directa (violaciones o femicidios) y por otro, la violencia simbólica, el juicio hacia el cuerpo femenino, la crítica, el culto a la delgadez, la repugnancia hacia la gordura, etc. Es importante mencionar que, aunque en la literatura que intenta describir la perversión como postura psicológica, como lo es, por ejemplo, Historia del ojo de Georges Bataille, no se toma en cuenta el cotidiano, se habla de un hecho particular, aislado, único. En la literatura de Ojeda y también en la de Enríquez se aborda directamente lo incómodo de la violencia cotidiana, aquella que se ejerce en el día a día y sobre la que existe un velo difícil de atravesar: “Estoy haciendo un abordaje del horror familiar” (Ojeda, 2020a, p.1). Probablemente en este sentido el gótico andino sea el precursor de esta forma de hacer literatura. Si tuviéramos que hacer una aseveración con respecto a la diferencia entre este estilo y otros dentro del gótico probablemente sería el fenómeno de repetición, la autora no sólo describe una situación terrible, sino que está anunciando que como estas hay miles y, además, que van a perpetuarse en el tiempo. Analizando la genealogía de estas formas de desprecio a la mujer, hacia su cuerpo y sobre todo hacia su naturaleza considerada salvaje y reducida a la animalidad, encontramos en la literatura occidental los gérmenes de estas ideas, sus orígenes. Nos remontamos a los mitos griegos y romanos. Dentro de estas culturas se encuentra ya el germen de la misoginia, tanto en la mitología como en la literatura posterior. “Pensaba en […] cuán profundamente intrincados están en la cultura occidental los mecanismos que silencian a las mujeres […]. En lo relativo a silenciar a las mujeres, la cultura occidental lleva miles de años de práctica” (Beard, 2018, p. 125). La mitología es parte del entramado epistemológico de construcción de sentido, y en ella nos reflejamos de manera generacional y simbólica, en cada época de la historia han existido personajes acordes a la ideología y las costumbres. Crecimos y nos formamos en una unidad de sentido transmitida a partir de nuestros padres y abuelos, por lo que no sorprende que aún se perpetúen actitudes que a priori tiendan a desprestigiar el trabajo de las mujeres. A pesar del mal pronóstico prexistente en la tradición literaria, actualmente existen autoras que abordan el terror gótico, cada una de acuerdo a su contexto particular. En su individualidad manejan estilos muy variados, plantean, desde sus geografías, escenarios diversos y ricos en mitología y tradición. Lo inédito en estas narrativas tiene que ver con una preponderancia de mujeres, que, lejos de ceñirse a la tradición, promueven un cambio y lo vuelven tangible. Esta literatura: Tiene la peculiaridad de que está mayormente protagonizada por mujeres. Son prueba de esta afirmación los nombres de Mariana Enríquez, Samanta Schweblin, Ariana Harwicz Agustina Bazterrica y Fernanda García Lao, en Argentina; Fernanda Melchor, en México; Giovanna Rivero y Liliana Colanzi, en Bolivia; Jenifer Thorndike, en Perú; Michelle Roche, en Venezuela; y María Fernanda Ampuero, Gabriela Ponce Padilla y Mónica Ojeda, en Ecuador (Leonardo-Loayza, 2022, p. 79). Si bien cada autora tiene su temática particular, vale la pena mencionar que el gótico urbano que propone Mariana Enríquez representa un parteaguas contra todo lo que se refiere a ciudades, a literatura urbana.
Aquí, hallamos un universo de significaciones y una verdadera fusión entre elementos propios de las grandes ciudades, pero insertados en la cultura popular: santos, religiones informales, cementerios y cultos extraños nos dejan ver un mundo que permanece oculto en la cotidianidad. Algunos de los temas muy presentes en el gótico urbano es la injusticia social, la pobreza, los abusos policiales, las desapariciones durante la dictadura militar de 1975, entre otros. “La fiscal suspiró y jugó con su anillo. ¿Cuántas veces había presenciado la misma escena? ¿Cuántas veces un policía le negaba, en su cara y frente a toda evidencia que había asesinado a un adolescente pobre?” (Enríquez, 2022, p. 156). En estas historias, que en su mayoría tienen como protagonista a una mujer, se puede ver claramente la imposibilidad de una justicia social, la inconmensurabilidad de las problemáticas sociales y el escaso poder que los ciudadanos tienen sobre ellas. “En general, el terror posmoderno habita el mundo cotidiano y por eso es más inquietante” (Hodgson, 2019, p. 5). Enríquez sostiene una tensión siempre latente entre personalidades comunes, la autoridad y los ciudadanos, una sensación de ansiedad social que se mantiene hasta el final del relato. El gótico urbano tiene como centro una preocupación social, cuestiona problemas como los feminicidios, los abusos y las muertes en la calle, la drogadicción, temas de alta relevancia en el contexto de las ciudades. “El crecimiento del espacio urbano, mezclado con los problemas sociales, creó un espacio con divisiones tales que son un campo fértil para la literatura gótica urbana” (Hodgson, 2019, p. 10). Así, los personajes que causan terror en la obra de Enríquez se fusionan con un contexto de edificios, zonas pobres y edificios hechos para una clase social acomodada. Los personajes que plantea la autora, son, en definitiva, niños que muchas veces aparecen como víctimas y victimarios, mujeres drogadictas, personalidades con problemas psiquiátricos, pero sobre todo adolescentes que viven situaciones poco usuales en el marco de la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores. “Todos sabían que los viejos de Julita no se habían muerto en un accidente: los viejos de Julita habían desaparecido. Estaban desaparecidos. Eran desaparecidos” (Enríquez, 2021b, p. 222). Los fantasmas de los muertos de la dictadura vuelven constantemente a operar entre los vivos, Enríquez revive estas épocas y realiza una crítica muy aguda a este tipo de masacres. Por otro lado, el gótico urbano presenta siempre un contraste entre la pobreza y la riqueza, ámbitos en donde habitan los personajes, es un elemento propio de las ciudades grandes, y sobre todo muy diferenciado en Latinoamérica. Los jóvenes drogadictos, los robos, los abusos policiales, suelen referenciar dos partes importantes de una única problemática social: la desigualdad. “Por un lado, está la Argentina que se concibe a sí misma blanca, moderna, secular […], por otro, está la Argentina mestiza, “atrasada”, que practica religiones sincréticas y habla otro español” (Hodgson, 2019, p. 10). En la obra de Mariana Enríquez coexisten estas dos caras contrapuestas, si bien se habla de urbanización en el sentido de progreso, para esta autora es fundamental describir las prácticas religiosas, los sincretismos culturales y las mezclas que pueden darse entre todas ellas. En los cuentos de Mariana Enríquez encontramos santos reales, pero también santos no reconocidos por la iglesia católica, como el Gauchito Gil o San la Muerte. Verdaderos íconos de la cultura argentina abundan en sus pinas y se mezclan con un temor inminente en las calles y con imágenes de jóvenes torturados y muertos en la dictadura argentina:
Las crisis económicas es otro de los temas que se aborda en la literatura de Enríquez, quizá un rasgo menos trabajado en otros autores. Se deja ver la pobreza, la desigualdad y la falta de posibilidades que tienen algunos de los habitantes de la ciudad. En “bajo el agua negra” se trata el tema de los muertos adolescentes en manos de la policía, situación común y corriente que sigue siendo incómoda en la literatura argentina, al igual que los desaparecidos en las dictaduras militares. “En ese sentido yo pensaba el terror como algo político y latinoamericano. Que no solo podía abordarse desde el realismo y el testimonio que me parece válido, sino que había posibilidades de abordarlos desde otros lenguajes” (Enríquez, 2020, p. 7). En las novelas y cuentos de Enríquez hay una sensación de temor, pero no ya ese temor que asediaba a las clases altar europeas con Drácula, sino que es una sensación de que a cualquier persona le podría suceder, es un estilo más adaptable a las realidades latinoamericanas. Sobre su cuento “Las cosas que perdimos en el fuego”, escribe: “Lo pensé más como un cuento de la violencia machista. Yo prefiero decirle violencia machista que violencia de género porque pienso que es el nombre que se le debe dar” (Enríquez, 2020, p.7). Este cuento trata de una reacción de un grupo de mujeres ante las quemas y desfiguraciones realizadas por hombres. Allí se aborda tanto la violencia del hombre hacia la mujer, justamente ahí radica el sentido del giro literario, es una especie de venganza de la mujer hacia el hombre, pues quemándose ella misma evita que su cuerpo sea maltratado. “Los escritores varones de alguna manera son un poco el sujeto, el narco, las chicas son el objeto, entonces hay algo en el cuerpo de estas mujeres, hay una rebelión ahí que es muy interesante” (Enríquez, 2021a, p.15). Las quemas de mujeres representan en esta autora la prueba de la violencia ejercida sobre los cuerpos, de manera real pero también simbólica. El terror gótico latinoamericano, ya sea andino, rural o urbano, aborda problemáticas de índole política. En este sentido tanto Mónica Ojeda como Mariana Enríquez, Michelle Roche, entre muchas otras escritoras, tocan temas como la desigualdad sexual o inclusive las violencias a las que fue y es sometida la mujer. “Mi posición es muy clara: pertenezco al movimiento feminista. Cuando haya una situación de igualdad puedo pensar en discutir otras cuestiones (Enríquez, 2020, p. 7)”. En Mónica Ojeda, la violencia aparece en forma de abuso dentro del contexto familiar o feminicidio, en Mariana Enríquez es más una protesta directa, un llamado de atención y una catarsis de la impotencia vivida en nuestros tiempos. Dentro de la literatura de ficción sobrenatural ha destacado la escritora argentina Samanta Schweblin, ella entra en esta nueva corriente de escritoras que plantean y sacan a la luz temáticas desconocidas e inclusive silenciadas por años. El clima de horror que se esconde dentro del esquema familiar es una de sus ocupaciones. En el cuento “pájaros en la boca” se aborda el amor a los hijos, la aceptación, el rechazo, la no siempre idílica familia tipo, el divorcio, etc. “A mí me gusta mucho la institución de la familia. Me fascina porque creo que es el lugar inicial del drama del ser humano” (Schweblin, 2015, p. 4). La autora aborda también la temática de las relaciones parentales quitando ese velo de perfección que ha tenido por siglos en la historia de la humanidad el concepto de “familia” como institución pura y sin manchas en donde el ser humano se gesta para convertirse en un ser humano de bien. En el cuento “Conservas”, Schweblin relata una historia sobre la “regresión “de un embarazo. Una pareja decide someterse a un tratamiento para retroceder el proceso, que no es en sí mismo un aborto, pero nos lleva a la necesaria discusión del tema. “Schweblin propone otra visión de la maternidad y destaca los inconvenientes que ésta representa para una joven mujer. […] Abre una posibilidad a lo imposible para resolver la conflictiva relación que tiene la protagonista con su embarazo” (Reséniz, 2022, p. 54). En este cuento fantástico sucede que la protagonista desea ser madre, pero no en ese momento, por lo que se somete a un extraño tratamiento de “regresión” de su embarazo. Esto nos lleva a preguntarnos como sociedad si la maternidad es siempre deseada, o si verdaderamente el apremio es un obstáculo para la toma de decisiones importantes a nivel de planeación familiar. Schweblin abre un panorama que propone que la mujer sea ahora la portavoz de una ideología en la que necesariamente su voluntad y su deseo están inmersos. La maternidad como concepto abstracto es una de las causas de que socialmente las mujeres en el mundo sean más pobres: “Casi uno de cada tres hogares latinoamericanos es liderado por una mujer. El 57 % de esos hogares feminizados son pobres” (Freijo, 2021, p. 193). Aquí se plantea la posibilidad de cuestionar ese deseo sin la condena que en la sociedad representa la práctica del aborto o interrupción del embarazo. Se abre la pregunta: si no existiera una interrupción, sino un “retraso”, un limbo, un espacio de tiempo para reflexionar y decidir desde la conciencia, ¿accederíamos a ser madres? En los textos de Schweblin encontramos, al igual que en otras tantas autoras contemporáneas, la crítica a la injusticia hacia las mujeres, la crítica a la institución de la familia, una sensación incómoda que nos lleva a preguntarnos sobre ciertas problemáticas que la sociedad normaliza o incluso niega de sí misma:
Siguiendo una línea de investigación que abarque los ejes desde los cuales se hace literatura en Latinoamérica podemos dar cuenta de que existe un fenómeno muy claro: visibilizar problemáticas sociales que anteriormente permanecían edulcoradas y matizadas. La escritora venezolana Michelle Roche Rodríguez (2020) expresa en su obra cuestiones de tipo social- histórico pero planteado desde la óptica femenina. No es que en otros tiempos ésta se haya visto muda ante la injusticia, sino que hasta ahora habíamos presenciado el discurso masculino, mismo que omite la participación en la historia de las mujeres como colectivo. En su novela Malasangre se retoma el tema de la dictadura y el despotismo político, pero también el vampirismo como elemento sobrenatural y simbólico a la vez. Aparece el elemento de la sangre ligado a lo sexual y al deseo: El matrimonio los proclamaba a ellos cabeza de la familia, igual como el poder del gobierno estaba centralizado en el general Gómez y la supremacía de la iglesia representada por el Dios-hombre encarnado. El ventaneo representaba la centralidad del matrimonio en mi vida de mujer; incluso como soltera estaba definida por esa institución. Una señorita anhela un marido, lo rechaza o se mantiene indiferente a él, pero en todos los casos construye su individualidad en relación con el hombre mientras él nunca considera el matrimonio un proyecto de vida (Roche, 2020, p. 14). En Malasangre también se habla de cómo el discurso patriarcal puede estar inmerso en figuras femeninas, como lo es por ejemplo la madre de la protagonista, quien considera a su hija un objeto, una posesión que en determinado momento le puede hacer ascender en la escala social, siempre y cuando su matrimonio esté acordado correctamente. “Y esto es lo que sucede con la protagonista de Malasangre, quien, con su vampirismo, logra, no solo un atisbo a su posible libertad sexual, sino que también lo usa como un arma para proclamar su autonomía” (Ramos, 2022, p. 2). Así, el vampirismo de la protagonista se presenta como un sinónimo de lucha y de consciencia ante las injusticias, se la presenta como una mujer pensante que se rebela ante lo establecido, cosa que es mal vista socialmente, justamente es vista como una salvaje por los demás, cuando en realidad posee una sabiduría superior al resto. La mujer en la literatura de Michelle Roche aparece como parte de un grupo excluido en la sociedad, pero que pretende abrirse paso y contar una historia: “Yo me considero feminista en lo que escribo porque me interesa la experiencia de la mujer; no solo porque soy mujer sino porque como escritora, además, me interesa la experiencia del marginado” (Roche, 2022, p.14). La historia de la protagonista la va llevando sin quererlo a convertirse en algo ajeno a sí misma, la regresa a una animalidad que la condena y a la vez la salva de repetir los mandatos que le impone la familia. En este sentido, mencionar que la novela sale de lo común, que es una historia fantástica que se evade del contexto de la época, es importante, porque plantea otra perspectiva epistemológica, la posibilidad de que la mujer sea libre. En conclusión, la epistemología dominante en la cultura latina, la sobrevaloración de unos textos sobre otros, así como la difusión de ciertas temáticas que prevalecen en los géneros literarios pueden y deben modificarse a la par del discurso social y político femenino: “Es imposible negar la viabilidad y eficacia de mover el ángulo de nuestra percepción de la historia hacia un punto en el cual se tome como punto de partida la experiencia de la mujer” (Lavrin, 2014, p. 2). En parte, el menosprecio de estos tipos de escritura puede deberse a los contenidos narrativos que estos presentan. Historias de mujeres comunes siendo esposas, madres o pobres, a menudo son infravaloradas por sobre las de personajes masculinos bohemios, solteros y cultos, como los que conforman las narrativas propias del boom latinoamericano. La literatura es, históricamente, un reflejo, un discurso, un boceto de lo que la cultura hace efectivo en los actos humanos. Contiene situaciones posibles, simbologías, mitos y leyendas urbanas, se mantiene en el imaginario colectivo por medio de un acto de fe del lector. Crea, a menudo, realidades que coexisten con sus opuestas, que se conjugan con otras, fluctuando entre lo imaginario y lo real. Proyecta hacia el exterior un panorama discursivo interno del autor, lo expande hacia una otredad, el lector. Las creaciones literarias son inseparables de sus contextos y de sus lectores. Es imperioso, por tanto, romper con los cánones establecidos, las barreras limitantes en el ámbito social y escuchar nuevas perspectivas. Esta nueva ola de mujeres escritoras proponen una alternativa de pensar y repensar los hechos sociales, de revalorarlos y visibilizarlos por sobre los tabúes históricamente impuestos. Es necesario, por lo tanto, proponer una mirada inclusiva, amplia, humana, pero sobre todo crítica y realmente contenedora del discurso literario existente. Referencias Beard, M. (2018). 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Las mujeres y el desamor. (S. B. Guardia, Entrevistador). NOTAS: [1] Acto de realizarse cortes en el cuerpo por no poder lidiar con situaciones de estrés. |
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Revista Argos Revista electrónica semestral de Estudios literiarios, Lingüística y Creación literaria Departamento de Letras / Departamento de Estudios Literarios Av. José Parres Arias #150, Edificio "H", 4° piso, San José del Bajío,. C.P. 45132. Zapopan, Jalisco, México. CE: revista.argos@csh.udg.mx |
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