El Araguaia escribe, el Araguaia se lee. La selva como archivo según la teoría de la geocrítica en Palabras cruzadas de Guiomar de Grammont.

The Araguaia Writes, the Araguaia is Read: The Jungle as an Archive According to Geocriticism Theory in Palabras cruzadas by Guiomar de Grammont.

DOI: 10.32870/revistaargos.v12.n30.12.25b

Miguel Ángel Galindo Núñez
Universidad de Guadalajara (MÉXICO)
CE: galindonmiguel@gmail.com
https://orcid.org/0000-0001-8068-6556

Esta obra está bajo una Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0. .

Recepción: 08/04/2025
Revisión: 10/05/2025
Aprobación: 27/05/2025

   

Cómo citar este artículo (APA):

En párrafo:
(Galindo, 2025, p. _)

En lista de referencias:
Galindo, M.A. (2025). El Araguaia escribe, el Araguaia se lee. La selva como archivo según la teoría de la geocrítica en Palabras cruzadas de Guiomar de Grammont. Revista Argos. 12(30). 160-171 DOI:10.32870/argos.v12.n30.12.25b

   
           
       

Resumen:
El presente trabajo analiza la novela Palabras cruzadas (2015) de Guiomar de Grammont, desde una perspectiva geocrítica y metaficcional, explorando cómo el archivo literario se convierte en un espacio de resistencia frente a la memoria oficial de la dictadura militar brasileña (1964-1985). El objetivo es examinar cómo la narrativa fragmentaria de la novela construye una topografía de la memoria a través del uso de diarios, testimonios y documentos históricos ficcionalizados. Se abordarán las tensiones entre el archivo estatal y la microhistoria como formas de disputa por el significado de la memoria. La metodología consta de un análisis literario a partir de la geocrítica de Robert Tally Jr., y la teoría del archivo de Foucault. De esta forma se verá cómo la novela configura la selva del Araguaia como un territorio narrativo donde la historia oficial es desafiada por una polifonía de voces silenciadas y cómo los documentos pueden crear una nueva memoria.

Palabras clave: Giomar de Grammont. Archivo. Geocrítica. Metaficción.

Abstract:
This paper analyzes Guiomar de Grammont’s novel Palabras cruzadas (2015) from a geocritical and metafictional perspective, exploring how the literary archive becomes a space of resistance against the official memory of Brazil’s military dictatorship (1964-1985). The objective is to examine how the novel’s fragmented narrative constructs a topography of memory through the use of diaries, testimonies, and fictionalized historical documents. The study will address the tensions between the state archive and microhistory as competing narratives that shape the meaning of memory. The methodology consists of a literary analysis based on Robert Tally Jr.'s geocriticism and Foucault’s archival theory. In this way, the study will reveal how the novel configures the Araguaia jungle as a narrative territory where official history is challenged by a polyphony of silenced voices and how documents can create a new memory.

Keywords: Guiomar de Grammont. Archive. Geocriticism. Metafiction.

 

   
 

Introducción.
Desde mediados del siglo XX hasta nuestros días, el concepto de “archivo” ha sufrido una transformación crítica y pasó a ser un simple depósito de documentos históricos a algo más complejo. Tras el auge de los estudios postestructuralistas —en particular desde la década de 2010— se ha redibujado el archivo como la representación de la memoria, del poder y de la identidad. Si bien ya Michel Foucault consideraba al archivo como un instrumento de control y selección de discursos —un “dispositivo” que regula lo que puede ser dicho y recordado (Foucault, 2015)—, los estudios contemporáneos han ampliado esta perspectiva, revelando cómo el archivo puede operar también como un espacio de resistencia, subversión y reconstrucción identitaria (Rodríguez-Remedi, 2020). Desde este nuevo cariz, los archivos devienen territorios textuales donde las memorias silenciadas encuentran su forma de reemergencia, incluso para los desaparecidos.

Partiendo de esto, cabría revisar la obra de Guiomar de Grammont (2016), escritora y académica, quien se presenta como una de las nuevas voces de la literatura brasileña. Con sus cinco libros de cuentos, seis obras de teatro, un libro de crítica literaria y dos novelas, trata de confrontar la memoria histórica a través de las acciones de sus personajes. Su obra Palabras cruzadas (2015), traducida al español por el Fondo de Cultura Económica en 2021, es un ejemplo de cómo la literatura funciona como un acto de resistencia política y un archivo de la reconstrucción identitaria.

La novela tiene una estructura fragmentaria que combina diarios, cartas y relatos testimoniales y la misma narración de quien busca a su hermano: es un archivo literario que resiste las narrativas oficiales de la dictadura militar brasileña (1964-1985). Este archivo no solo documenta las experiencias de las víctimas, sino que también reconfigura el espacio narrativo como un territorio de lucha simbólica.

El contexto histórico y político en Palabras cruzadas
La dictadura militar en Brasil fue un período caracterizado por la censura, la violencia estatal, violencia y desapariciones forzadas.

Glenda Mezarobba (2010) analiza en su artículo, “Entre reparaciones, medias verdades e impunidad: la difícil ruptura con el legado de la dictadura en Brasil”, el proceso de ajuste de cuentas del Estado brasileño con las víctimas de la dictadura militar (1964-1985) y la sociedad en su conjunto. Mezarobba (2010) explica cómo la dictadura le impuso una realidad distorsionada a la sociedad brasileña, donde la represión era justificada bajo la doctrina de seguridad nacional. La ausencia de un esfuerzo sistemático para esclarecer la verdad llevó a que muchos crímenes del régimen permanecieran impunes (2004, p. 10). Y justamente este discurso distorsionado —tan repetido en cualquier dictadura— complica llegar a un acuerdo de lo que es verdad. Po ello la microhistoria — relatos individuales que permiten comprender los macromovimientos culturales e históricos— resulta un elemento valioso dentro de la concepción foucaultiana del archivo.

Según Alejandra Estevez (2014), los imaginarios políticos y religiosos de este periodo se construyeron a partir de narrativas y discursos institucionalizados y registrados en fuentes documentales. Los sectores progresistas de la Iglesia católica resignificaron su papel en la sociedad. Este proceso quedó documentado en archivos estatales, específicamente en los registros del Departamento de Orden Política y Social (dops) y en el Archivo Público del Estado de Río de Janeiro (aperj). En este sentido, el archivo deviene un repositorio de tensiones ideológicas y de mecanismos de vigilancia-control; los documentos oficiales de la dictadura registraban la actividad de los sectores católicos a la par de que reflejaban la lucha por la hegemonía en el imaginario colectivo.

A partir de este marco, Palabras cruzadas funciona como un testimonio literario que busca rescatar las voces silenciadas, pues en él, un diario se vuelve el único documento de la desaparición de un hombre, pero más tarde se irán sumando testimonios de personas, reporteros y personas a este conjunto de fragmentos de memoria. La novela es un tributo explícito como lo indica la dedicatoria: “A las familias de todos los desaparecidos políticos de Brasil, sobre todo a sus madres y hermanas” (De Grammont, 2021, p. 5). [1]

El uso del archivo como estructura narrativa es especialmente significativo en este contexto: el archivo como un sistema de enunciabilidad (Foucault, 2015), es decir, un conjunto de reglas que determinan qué puede ser dicho o recordado. Beatriz Sarlo (2005) analiza la construcción de la memoria en dictaduras y postdictaduras latinoamericanas, destacando el giro subjetivo, el testimonio y la tensión entre historia, ficción y olvido institucionalizado; dichos conceptos se pueden aplicar al testimonio, a la autoficción o a la novela histórica, donde la subjetividad reconstruye la memoria. Sarlo se preocupa por cotejar al relato ficcionalizado con el pasado, tensionando la memoria y el olvido.

Grammont subvierte estas definiciones al utilizar el archivo como un espacio de resistencia, donde las voces de los desaparecidos y sus familiares recuperan su actancialidad para tomar control de la memoria ante la historia oficial. Es decir: Palabras cruzadas se alinea con una tradición literaria latinoamericana que trata de enunciar la memoria y el olvido. Así, el archivo es un contrapunto para desentrañar la violencia histórica (Sarlo, 2005).

Y en este punto —ya con la categoría “archivo” bien delimitada— entra un elemento metaficcional utilizado bastante en esta novela: el metaescrito, “[…] un texto literario inserto en otro texto metaficcional desplegado dentro de otra obra de arte literaria” (Galindo, 2024, p. 75). Esto será un recurso narrativo crucial en la construcción de esta novela.[2]

En Palabras cruzadas (2023), la fragmentariedad del relato no se usa sólo como elemento estético, sino que manifiesta una superposición de lo real hacia lo ficticio. Los elementos documentales difuminan las fronteras entre lo histórico y lo literario. El cuaderno encontrado por Sofía, uno de los personajes principales, no solo funciona como un dispositivo narrativo, sino que también actúa como un eslabón de resistencia frente al olvido al cual ha condenado el estado al escritor. “Mientras leía, Sofía se sentía como si fuera la interlocutora para la cual escribía” (De Grammont, 2021, p. 10).

La clave de esta dinámica se encuentra en la forma en que el cuaderno reúne diferentes perspectivas y voces, creando un archivo polifónico que representa la multiplicidad de experiencias vividas durante la dictadura; pero también —elemento metaficcional importante— en la selección ortotipográfica del libro. Todo el cuaderno —al menos en la traducción del Fondo de Cultura Económica— abre comillas al inicio de cada párrafo, menos cuando se hace referencia a la lectura de Sofía, como se colocó en la anterior cita. Este ir y venir en detalles requiere de un lector más atento: uno dispuesto a entender este juego metaficcional.

Así, se contraponen el discurso oficial que debería estar en la narración general de la novela: donde Sofía se mueve y busca a Leonardo, su hermano desaparecido: “Sofía interrumpió la lectura, las lágrimas le impedían ver lo que estaba escrito” (p. 26), “Sofía sollozó al leer esta frase” (p. 42), “Sofía cerró el cuaderno un instante, el corazón le latía acelerado. ¡Qué difícil era para ella leer aquel relato! No obstante, una necesidad imperiosa le impedía detenerse” (p. 43), entre muchas otras.

En este caso, ¿cuál metaescrito tendrá más peso: un cuaderno que persiste por casi 85 páginas de las 256 del libro o pequeños metaescritos oficialistas? Desarrollo: Cuando Sofía va en búsqueda de su hermano a partir de lo que menciona el diario, se encuentra también con varias menciones específicas y si valor histórico para el grupo de poder.

Era una revista publicada en 1978 por un grupo de periodistas e investigadores, entre ellos Sergio Buarque de Holanda, que hicieron un relato multifacético con entrevistas a guerrilleros, labradores, indios e, inclusive, militares. Los organizadores escribieron una introducción donde comentaban el pesado silencio que rodeaba a la guerrilla del Araguaia. Aunque O Estado de S. Paulo hubiese publicado en septiembre de 1972 un reportaje sobre el asunto, ningún otro movimiento político de Brasil había sufrido semejante anulación en discursos y publicaciones, oficiales o no. Por lo menos hasta el momento en que esos investigadores publicaron esa revista sencilla en papel periódico (p. 68)

Ni siquiera se muestra como un metaescrito. Está mencionado por encima sin siquiera llegar ser citado como las comillas mencionadas anteriormente del diario. ¿No es acaso esto una validación indirecta de parte de la autora?

Incluso la cuidad letrada dentro de la novela tiene este mismo miramiento:

Sofía contó a varios amigos su visita a las oficinas del proyecto Brasil: Nunca Más y el caso atrajo la atención de un periódico que le solicitaba, de vez en cuando, artículos como freelance. El editor le propuso que hiciera un reportaje sobre el asunto que la tenía ofuscada.
—Queremos un retrato de la guerrilla del Araguaia sin retoques ni heroísmos —dijo el editor (p. 67)

El metaescrito gana en cuestión al tiempo del relato que abarca y a su desarrollo. Es un testimonio directo y una manera de evidenciar que esa selva es real. Todas las otras manifestaciones quieren un testimonio del bien y el mal; pero es que eso existe en el metaescrito y no en otras posibles realidades escritas. Ya veremos cómo el archivo también puede entenderse en términos espaciales, es decir, como un territorio simbólico que reconfigura la memoria histórica.

El papel del entorno: crudeza del contexto y verosimilitud
La geocrítica propuest por Robert Tally Jr. ofrece otra perspectiva innovadora analizar Palabras cruzadas. Esta teoría considera los espacios literarios como territorios simbólicos donde se libran luchas por la representación y el control del significado. En la novela, las selvas del Araguaia desempeñan un papel fundamental en la narrativa en contraposición de los espacios urbanos de Brasilia y su aparato burocrático. Allá en la parte salvaje está la verdad y el metaescrito es una manera de probarlo. Por su parte, la ciudad es la que miente y guarda la realidad en un contexto postdictaroial donde incluso los editores quieren un testimonio ambivalente que muestre a los dos polos como buenos o como malos.

La selva es en un espacio liminal donde las nociones de civilización y barbarie decimonónicas se desdibujan y se muestran como lo que son: un plano, un mapa de lo que es real.[3] El entorno es descrito con tal riqueza sensorial que las tensiones se sienten más profundamente: haciendo que la lectora del metaescrito se detenga y llore, como se leía en el apartado anterior. Aunque en la naturaleza se enfrentan los metaautores con el poder militar de la dictadura, parecería ser que Brasil mismo tiene más poder: metonimia de la gente por sus selvas, pues es la que se convierte —nuevamente en tiempo del relato— en protagónica de varios fragmentos de la novela. Por otro lado, los espacios urbanos de Brasilia actúan como metonimias de la maquinaria estatal: es la deshumanización y el control institucional los que han convertido a la ciudad en el constructo que es ahora.

En términos geocríticos, seutilizan estos espacios para crear un contrapunto crítico entre memoria oficial y contra-memoria: los personajes se desplazan entre estos entornos para confrontar sus propios traumas, revelar las dinámicas de poder y darle una representación al paisaje físico y simbólico de Brasil.

Según Tally (2013), los espacios literarios son “territorios textuales” donde se materializan las tensiones políticas y sociales. A través de la narración, la literatura representa geografías imaginarias o reales a la vez que muestra el poder, la hegemonía y las disputas ideológicas dentro de esos espacios. En nuestra novelaen cuestión, la naturaleza no es un mero escenario; el Araguaia pasa de la metáfora a la alegoría y se convierte en un actante indispensable para la narrativa. Robert Tally, en su teoría del geocriticismo, sostiene que los espacios literarios no son simples reproducciones de geografías, sino territorios simbólicos donde se libran luchas por la representación y el control del significado (Tally, 2019, p. 95). En este sentido, la selva representa un refugio y una trampa, un lugar donde los personajes se resignifican también, porque la vida y la muerte de las personas está ligada a la vida y muerte de los que se internan en la selva: “Los árboles lloran y mueren, pero sus cuerpos permanecen” (De Grammont, 2021, p. 9).

La selva del Araguaia —como la novela— no es una entidad homogénea: está fracturada, llena de tensiones y contradicciones; es un reflejo de los guerrilleros en búsqueda de su supervivencia. La selva es casi mitológica, como una fuerza viva y autonómica; el comandante les dice a sus guerrilleros:

La selva es una potencia. Da una sensación de misterio, de encantamiento. Al inicio es enemiga, pero pueden transformarla en aliada. Hay que hablar su lenguaje para dominarla. Poco a poco irán descubriendo las entrañas del bosque, sus virtudes. Van a aprender a hacer que ella les ofrezca todo lo que necesitan (p. 12).

 Hay —entonces— un paralelismo entre la naturaleza y el humano, es una prosopopeya, es una entidad que también experimenta la guerrilla. La selva —como un espacio liminal— deviene un lugar de transición donde las categorías tradicionales de civilización y barbarie pierden su sentido para explorar nuevas subjetividades. La selva de Grammont cumple esta función al confrontar a los personajes con sus propios límites físicos y emocionales.

Si quisiéramos incluso vincular a la naturaleza con el mito inciático, vemos que es la naturaleza la que da a luz al protagonista: “Cuando volví al campamento, fui al escondrijo en el hueco del gran árbol caído sobre el río. Todavía estaba allí, con su tronco rugoso. Los árboles lloran y mueren, pero sus cuerpos permanecen” (p. 9). Esto sucede en el inicio de la narración —y hay suficiente respaldo en la novela— para pensar que es ella quien da o quita el privilegio de vivir, de dejar una palabra.

Volviendo un poco a las menciones paratextuales del texto: la versión en español de la novela requirió de muchas notas al pie —cerca de 40— para explicar este entorno atípico para quienes no somos brasileños. Si bien, la mayoría de estas notas aluden a elementos naturales propios de esta selva, el que el libro —con la traducción de Julia Calzadilla Núñez— nos ayude a mapear una realidad extraña para muchos. Por ello, los estudios sobre espacialidad de Robert Tally Jr. (2013) se vuelven tan significativos. El pasaje va de lo dadivoso a la opresión y se articula una narrativa que contrasta las memorias individuales con las colectivas.

Cuando Sofía encuentra el cuaderno enterrado —reiteración de este útero del que sale la historia, del que sale el protagonista es la selva misma—, recupera las voces que el Estado había intentado borrar y que son las de ese guerrillero anónimo.

Sofía alquiló un taxi y, acompañada por Aruanã y por un guía local, decidió ir al lugar adonde los suruís le habían dicho que llevaban en helicóptero los cuerpos de los guerrilleros.
—Después que lanzaron los cadáveres allí, llenaron aquello de neumáticos viejos y les prendieron candela —dijo el muchacho—. Usted ya no va a encontrar nada allí, doña. Un día los soldados llegaron, metieron todo en sacos y lo pusieron en un avión. Hasta pedazos de neumáticos. Yo sé eso porque mi padre fue contratado para ayudar.
A pesar de esa información, Sofía quiso comprobarlo. Fueron en carro hasta la entrada de un trillo en el bosque y después siguieron un par de horas hasta el lugar. A Sofía le era difícil caminar por el trillo, aunque el muchacho iba dando machetazos de un lado y otro del monte para abrir paso. Tropezaba con las ramas, tenía las manos heridas por las espinas y erizos de las plantas pegados en sus pantalones. En el camino sólo pensaba en Leonardo. A veces tenía la impresión de que él caminaba a su lado o que venía detrás de ella. Lo imaginaba pasando por los mismos trillos, experimentando esas mismas dificultades que ella estaba viviendo por primera vez (p. 133).

Memoria y territorio se han convertido en una sola cosa. La tierra da vida, pero también mortaja y, en ese resguardo de los cadáveres se vuelve un testimonio también de quienes le recorrieron. Cada árbol, cada grieta en el suelo, cada fragmento de selva es una página escrita con los pasos de quienes la habitaron y, en muchos casos, la convirtieron en su último refugio. Es decir: la entidad mítica de la selva devine archivo también. A modo de metáfora visual, la portada de la novela en su versión en español —la que estamos analizando— remarca esta presencia constante de la selva, manifestándose desde el primer umbral del libro.[4]

El archivo o el metaescrito: un cruce de niveles narrativos
Palabras cruzadas (2023) muestra una poética donde el archivo pasa de lo físico a lo espacial: inicia siendo un cuaderno, pasa a ser un par de revistas y luego se convierte en la selva completa. Al final de la novela nos damos cuenta de que lo que tanto buscaba —Leonardo— ha estado cerca de ella. El cuaderno resulta tener dos autores, sí, uno de ellos una mujer que perece al irse a hacer un aborto, y el del guerrillero anónimo, quien resultará ser Leonardo según le cuenta su madre.

—¡Era… era la letra de tu hermano!
—¿Estás segura?
Luisa asintió con la cabeza. Y lo recalcó:
—Sí. En la segunda parte.
[…]
Sofía examinó con cuidado aquel cuaderno y, tal como había supuesto, vio que había sido escrito primero por una persona, sin duda la mujer, y después retomado por otra, probablemente su compañero. Las primeras hojas del cuaderno mostraban una caligrafía redonda y clara, mientras que en las últimas páginas la letra era pequeña y vertical, como si la persona hubiese querido ahorrar papel estrechando las vocales (p. 200)

La última parte del cuaderno era realmente la de Leonardo, el hermano que Sofía había estado buscando. La madre de Sofía siempre lo supo; pero había decidido que ella debía encontrar la verdad por sí misma. No creía que le fuera a creer, porque un solo testimonio no puede ser una verdad totalitaria. Sofía debía recorrer ese archivo que era el Araguaia.

Desde su estructura fragmentada, el uso de documentos mezcla lo ficticio y lo testimonial en una reflexión sobre la construcción de la memoria. La selva y los documentos son elementos clave para reconstruir la memoria: Sofía logra tramitar todos estos testimonios para que el archivo revele lo que realmente pasó. El mapa de su recorrido es un refuerzo, otro testigo de lo ocurrido con Leonardo.

Releo todo lo que ella escribió y los recuerdos duelen hondo; me aferro a ellos como un náufrago. Después de tanto tiempo solo, perdido en el monte, el diario de ella me acompaña, pero las lágrimas, que hasta hoy no había derramado, me impiden ver lo que está escrito. ¿Qué pasó con nosotros? ¿En qué nos equivocamos? ¿Adónde fueron a parar nuestras esperanzas? Retomo la narración desde el punto en que ella se detuvo (p. 191).

El último capítulo de la novela es justamente un último archivo —a medio viaje entre Brasilia y el Araguaja— es un testimonio que ha dejado la madre de Sofía en la máquina de escribir, dejado ahí como para que lo leyeran.

Y fue ese pensamiento reconfortante el que la hizo volver en sí y ser capaz de leer, finalmente, el texto que la había sorprendido e intrigado cuando lo encontró enrollado en la máquina de escribir de Luisa. Lo amarillento de la página indicaba que había sido escrita hacía mucho tiempo y que su madre la había colocado en la máquina a propósito, para que Sofía la leyera (p. 249).

Esto lo confiesan en un momento íntimo que encapsula la dimensión dual del archivo: conexión y aislamiento. El acto de leer y escribir se convierte en un puente que conecta al lector con las voces del pasado, obligándolo a confrontar su posición frente a la historia. Para Grammont los diarios y cartas documentan las experiencias personales y dejan una realidad más real que las plasmadas por la memoria totalitaria. La microhistoria —el relato de un individuo— es suficiente como para desatornillar la maquinaria armada por la hegemonía. Con un simple papel se pueden revelar aquellas palabras que se cruzaron: los metaescritos intercalados unos con otros hasta formar una topografía de la guerrilla.

Para cerrar este trabajo, la selva de Palabras cruzadas es tanto un espacio liminal donde se desarrolla la historia, como un archivo viviente que conserva la memoria de los desaparecidos y que se opone a la narrativa oficial del estado.[5] La reconstrucción del pasado a través de los documentos, las voces fragmentadas y la persistencia de la selva conecta la novela con una tradición literaria latinoamericana que enfrenta la violencia de las dictaduras mediante la narración como resistencia: Los recuerdos del porvenir de Elena Garro o El beso de la mujer araña de Manuel Puig han explorado cómo la memoria individual y colectiva se construye a través de relatos intercalados, de voces censuradas que encuentran refugio en la literatura. En esta tradición, Palabras cruzadas (2023) se inserta como un testimonio polifónico donde la verdad no está en un solo documento, sino en la superposición de discursos que desafían la historia oficial. Así, el acto de leer y escribir se convierte en un ejercicio de recuperación y resistencia: un gesto que, como la selva misma, impide que el olvido se imponga sobre quienes han sido silenciados.

Referencias
Carneiro, C. A. (2016). Ficção e guerrilha do Araguaia: Elementos revisionistas no romance Palavras cruzadas, de Guiomar de Grammont. Revista Eletrônica Literatura e Autoritarismo, 16, 36–48. Recuperado de http://cascavel.ufsm.br/revistas/ojs-2.2.2/index.php/LA/index

De Grammont, G. (2021). Palabras cruzadas. México: Fondo de Cultura Económica.

De Grammont, G. (2023, 30 de noviembre). Presentación del libro Palabras cruzadas [Conferencia]. Guadalajara, Jalisco, México.

Estevez, A. (2014). La constitución de cosmovisiones políticas y religiosas durante la dictadura militar en Brasil. Intersticios Sociales. (8), 1-25. El Colegio de Jalisco.

Foucault, M. (2015). La arqueología del saber. Siglo XXI.

Galindo, M. (2024). Topología de la metaficción: El metaescrito en la narrativa breve de Enrique Anderson Imbert. Universidad de Guadalajara.

Mezarobba, G. (2010). Entre reparaciones, medias verdades e impunidad: La difícil ruptura con el legado de la dictadura en Brasil. SUR. Revista Internacional de Derechos Humanos, 7(13), 7-26. Conectas Direitos Humanos. Disponible en www.revistasur.org.

Rodríguez-Remedi, A. (2020). Archivos del malestar y la esperanza. Ediciones Tinta Nueva.

Sarlo, B. (2005). Tiempo pasado: Cultura de la memoria y giro subjetivo. Siglo XXI.

Tally Jr., R.T. (2013). Spatiality. Routledge. Tally Jr., R.T. (2019). Topophrenia. Place, Narrative, and the Spatial Imagination. Indiana University Press.

Verdesio, G. (2018). Colonialidad, colonialismo y estudios coloniales: hacia un enfoque comparativo de inflexión subalternista. Revista de Estudios Sociales, (29), 85-99. https://doi.org/10.25058/20112742.n29.05

NOTAS:

[1] Para profundizar un poco más, se puede confrontar el texto “Ficção e guerrilha do Araguaia” (2016) de Carlos Augusto Carneiro Costa, donde se ahonda también sobre la memoria histórica brasileña.

[2] Este concepto, aunque reciente en la crítica literaria, corresponde a una de las categorías desarrolladas en mi tesis doctoral Topología de la metaficción: El metaescrito en la narrativa breve de Enrique Anderson Imbert, publicada por la Universidad de Guadalajara. En este estudio, propongo que el término "metaescrito" se aplique a la presencia de un texto dentro de otro texto narrativo, funcionando como un recurso estructural y temático. Esta noción puede considerarse una actualización de la idea francesa del “manuscrit trouvé”, recurso recurrente en la literatura fantástica decimonónica.

[3] Para profundizar la idea de “espacios liminales” se puede recurrir a Gustavo Verdesio quien analiza cómo los espacios naturales en la literatura colonial latinoamericana han sido representados como zonas de lo desconocido y lo indómito; pero también como espacios de resistencia cultural. Así, se podría argumentar que la selva no sólo es el lugar donde se ocultan los guerrilleros, sino que también funciona como un palimpsesto donde las voces silenciadas pueden resurgir (2018).

[4] Asimismo, el diseño de portada refuerza estas interpretaciones: las ramas de los árboles se entrelazan con tinta roja que puede evocar tanto a las raíces de la memoria como a la sangre derramada en la lucha guerrillera.

[5] En la literatura latinoamericana, la selva ha sido representada constantemente como un territorio donde la memoria se inscribe de manera indeleble. Autores como José Eustasio Rivera en La vorágine o Alejo Carpentier en Los pasos perdidos han explorado la selva como un espacio que transforma y resguarda. La selva de Palabras cruzadas es un escenario de lucha, un repositorio de testimonios silenciados por la historia oficial y un personaje que detona en ellos una transición.

 
  Revista Argos
Revista electrónica semestral de Estudios literiarios, Lingüística y Creación literaria
Departamento de Letras / Departamento de Estudios Literarios
Av. José Parres Arias #150, Edificio "H", 4° piso, San José del Bajío,. C.P. 45132. Zapopan, Jalisco, México. CE: revista.argos@csh.udg.mx