Mediación cultural en entornos de identidades complejas. Aproximaciones a la obra de El Islam y la cultura Occidental.

Cultural mediation in environments with complex identities. Approaches to the work of Islam and Western culture.

DOI: 10.32870/argos.v9.n24.2.22b

Erman Iván Carrazco Núñez
Centro de Estudios Islámicos, Árabes y Persas "Dr. Osvaldo Machado Mouret" (MÉXICO)
CE: ivan.carrazco@hotmail.com
https://orcid.org/0000-0003-4501-2227

Esta obra está bajo una Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0. .

Recepción: 31/10/2021
Revisión: 06/11/2021
Aprobación: 25/11/2021

 
   

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En párrafo:
(Carrazco, 2022, p. _)

En lista de referencias:
Carrazco, E.I. (2022). Mediación cultural en entornos de identidades complejas. Aproximaciones a la obra de El Islam y la cultura Occidental. Revista Argos. 9(24). 16-28 DOI:10.32870/argos.v9.n24.2.22b

   
           
       

La literatura puede servir como una herramienta para la mediación cultural donde el conflicto parece colapsar las identidades y las sociedades, sobre todo, en las relaciones entre civilizaciones aparentemente enfrentadas como lo es el Islam y la cultura occidental. La defensa de la identidad cultural, la creación de estereotipos y la exacerbación de los prejuicios son elementos integrales de la obra revisada y busca plantearse como un punto de acercamiento en medio de un contexto convulso y complejo en la realidad social internacional.

Palabras clave: Islam, occidente, literatura, identidad, diálogo.

Literature can serve as a tool for cultural mediation where conflict seems to collapse identities and societies, especially in relations between apparently opposing civilizations such as Islam and Western culture. The defense of cultural identity, the creation of stereotypes and the exacerbation of prejudices are integral elements of the revised work and it seeks to pose as a point of rapprochement in the midst of a convulsive and complex context in the international social reality.

Keywords: Islam, the West, literature, identity, dialogue.

 

   
 

El 11 de septiembre de 2021 se cumplieron 20 años de los atentados contra las Torres Gemelas del World Trade Center en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos (EUA.), dando inicio a una nueva era de relaciones globales post-Guerra Fría, donde la “lucha contra el terrorismo” sería la agenda central del poder hegemónico y sus aliados. Días antes de tal conmemoración, el ejército estadounidense se retiraba de Afganistán dejando desolación y destrucción provocada por ellos mismos, no sólo a su personal militar y sus familias sino, sobre todo, al pueblo afgano.

Tanto la salida de EUA como su llegada a territorio afgano, revela la impronta gubernamental y toda la estrategia de guerra que se armó para sostenerse en el ámbito global como un unipoder hegemónico sin necesidad de consenso y sin posibilidad de disenso. Así como en otros momentos se crearon ideas como “ir evangelizar”, “misión civilizadora”, “el progreso y el desarrollo”, ahora se hablaría de “exportar la democracia”, “defender los Derechos Humanos”, por mencionar sólo algunos. Para lograr tales propósitos era necesario crear, estructurar e instrumentalizar un “enemigo” público capaz de generar temor en la psique del ciudadano promedio (principalmente estadounidense, aunque no unicamente). Y lo hallaron en el Islam y el mundo musulmán, tras la implosión de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

A partir del 11/S, se profundizaría una imagen negativa sobre el “Islam”, “las y los musulmanes” y “los árabes”; y digo profundizar ya que la construcción de ese prejuicio podemos hallarla en diversos momentos de la producción intelectual desde la edad media, pasando por los momentos de esplendor de Europa, máxime su imposición racionalista, cientificista y universalista, producto de su modernidad. O, desde hace docientos años, en pleno proceso de expansión imperialista, reparto colonial y difusión de ideologías. También, en fechas recientes, cuando Gilles Kepel (1991) enfatizó que los movimientos de los años 60 y 70 ya no buscaban “modernizar al Islam” sino “Islamizar la modernidad” en algo que denominó: La Revanche de Dieu. O en la década de los noventa, cuando la industria de comunicación de masas, a través del cine, los libros, arropados por la intelectualidad especializada -orientalista y orientalizada- homogeneizaban al Islam, sus pueblos, sus territorios, sus historias y sus culturas. La imagen creada era la de “autoritario, misógino, fanático e incluso de terrorista” lo que creó en la opinión pública estadounidense y el espectro que abarca con el satélite y la internet en el resto de las sociedades “un clima de opinión y patrón de juicios adversos respecto del islam como religión y cultura”. Lo que en los años cincuenta la intelligentsia estadounidense construía como el perfil de los “comunistas”, ahora lo hacían con los pueblos musulmanes (Ponce, 1997: 67-90).

En gran medida, esa representación ha sido fomentada por los centros de poder y la intelectualidad, los generadores de saberes, que, en su búsqueda por conocer al otro, crean conceptos, estructuran ideas y arman prejuicios con la intención de separar y clasificar para comprender. Sus conclusiones actúan en tres vertientes: producir conocimiento, asesorar al aparato gubernamental e influir en la opinión pública; con ello, se crean políticas públicas, se toman decisiones y, finalmente, se actúa en determinado sentido. Si existe un fallo de origen, entonces éste se halla en los profesionales. 

Así ocurrió con el caso de Samuel P. Huntington quien, siendo un alto funcionario del gobierno de los Estados Unidos, escribió “The Clash of Civilizations?”, para la revista Foreign Affairs (1993) y tras la polémica que armó, amplió sus puntos de vista en un libro intitulado: The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order (1997), que se convertiría en bestseller (algo extraño para los libros de ciencia política) cuando las masas estadounidenses veían hacerse realidad sus postulados ante la imagen de las Torres Gemelas implosionando después que dos aviones las golpearan. Desde este momento, la principal región en conflicto sería la eurocéntricamente llamada Medio Oriente (Asia Occidental) y el Norte de África, espacio conformado por poblaciones y sociedades de mayoría musulmana y que, a decir de Huntington, representaban al nuevo bloque opositor a la democracia liberal y capitalista estadounidense, en particular a partir de la caída de la URSS y el socialismo realmente existente (1991). 

Desde la perspectiva huntingtoniana y la administración estadounidense de lucha contra el terror, el Islam dejaba de ser una cosmovisión del mundo y se convertía en una instrumentación ideológica que se opone al así autoproclamado mundo libre o, en sus términos, al mundo occidental. El Islam con su influjo en las poblaciones de la región se convertiría en el nuevo enemigo (según el proceso lineal de la historia europea bajo la perspectiva de G.W.F. Hegel) al que habría que enfrentarse en los inicios del siglo XXI.  La tesis expuesta en la década de los noventa (post Guerra Fría) sentenciaba que “la fuente fundamental de conflicto en este nuevo mundo no será primordialmente ideológico ni primordialmente económico. La gran división entre la humanidad y la fuente dominante de conflicto será cultural. Los estados nacionales seguirán siendo los más poderosos actores en los asuntos mundiales, pero los principales conflictos de la política global ocurren entre naciones y grupos de diferentes civilizaciones. El enfrentamiento de civilizaciones dominará la política global. Las líneas de falla entre las civilizaciones serán las líneas de batalla del futuro” (Huntington, 1993, p. 22). La liza estaría prefigurada por un conflicto entre el Occidente y el Oriente (desde una perspectiva eurocéntrica, por supuesto), en concreto con el confucianismo y el Islam; éste último después de demostrar: “las sangrientas fronteras del Islam” y señalar que “donde quiera que miremos a lo largo del perímetro del islam, los musulmanes tienen problemas para vivir pacíficamente con sus vecinos” (Huntington, 2005, p. 345 y 348).

Huntington abreva de dos fuentes: 1) magnificó lo que Francis Fukuyama minimizó al advertir el fin de la historia (lineal hegeliana) y señalaba que el camino estaba libre para la democracia liberal capitalista y que, si acaso, existirían problemas con algunos movimientos nacionalistas o de corte religioso pero estarían situados en la periferia del sistema mundial y no cambiarían el curso a nivel internacional (con tristeza señalaba que “todo sería aburrido”); 2) retoma el concepto de “choque de civilizaciones” propuesto por Bernard Lewis, denodado orientalista que partía de la idea que el mundo musulmán se impulsaba a partir de lo iracundo en lugar de lo racional, en el artículo que condensa su pensamiento: The Roots of Muslim Rage. Lewis, prolífico y versado “en el oriente” (en los términos planteados por I. Wallerstein con respecto a la creación de la disciplina del “Oriente” como parte del repertorio de las ciencias sociales europeas del siglo XIX y de la descripción que E. Said hace del orientalismo, como un mecanismo para presentar y representar la alteridad), gustaba de la república turca secular kemalista y le escandalizaba que los diplomáticos iraníes actuales no usaran corbata.

Estas mentes ayudaban a la toma de postura en las acciones de gobierno de las recomendaciones que harían Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski, ambos vueltos al mundo con una imagen afable, inteligentes, astutos y de amplia estima y consideración, sin saber el mensaje detrás de su narrativa hegemónica desde el privilegio que les dio el gobierno al que pertenecieron. Luego, entonces, la opinión pública respaldaría a sus autoridades para que, incluso, atentaran contra las libertades ganadas, como lo demuestra la aprobación sin discusión de la Ley Patriótica (Patriot Act) y la invasión a Afganistán (2001) e Iraq (2003), apoyada por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y sus aliados gubernamentales.

Frente a este panorama construido (planeado, estructurado, instrumentalizado) surgió la necesidad de explicar la región y sus procesos políticos, sociales, económicos y culturales, así como, el fenómeno religioso y sus implicaciones en la vida en general; en concreto, conocer y entender al Islam en su amplitud y generalidad: sus espacios, lenguas, poblaciones, creencias, prácticas, aportaciones al pensamiento universal y particular, sus influjos y conexiones con otros pueblos y espiritualidades. Se debía tener particular cuidado con no esencializar la región al aspecto religioso, como ocurrió con el primer orientalismo (al estilo Ernest Renan quien señaló la supuesta incompatibilidad del Islam con la ciencia y la razón y ser, en sí mismo, un mal) donde todos los aspectos de la vida se reducían a la fe y dejaba fuera cualquier otro elemento.  Fue necesario, entonces, emprender un camino alejado de estas imágenes diseñadas para conocer, entender, explicar, aprender y dialogar, con un área geográfica distante pero culturalmente cercana y, sobre todo, con una religiosidad aparentemente alejada, pero intrínsecamente hermanada. Así se planteó, desde sus inicios, lo que ahora conocemos en forma de libro bajo el título El Islam y la Cultura Occidental de Celina Vázquez y Wolfgang Vogt, el cual es el objeto de nuestro análisis después del planteamiento del problema.

Destacamos tres momentos importantes en la configuración de la mencionada obra: 1) los atentados del 11/S al que ya nos hemos referido; 2) la visita a Guadalajara del expresidente iraní Ayatollah Muhammad Jatami y, 3) el acercamiento cultural y literario a las obras traducidas al castellano. 

Con respecto al primer punto, desde los primeros momentos de iniciado el debate, dentro del marco del Programa de Estudios de Religión y Sociedad (primera versión del CERyS) decidieron preparar un foro sobre las implicaciones de las decisiones estadounidenses y su alcance global, así como la perspectiva de la parte afectada y su relación con el resto del mundo. Estos debates vieron la luz en un libro titulado La Guerra de los Dioses. Análisis del fenómeno religioso y político en el conflicto entre grupos radicales del Islam y Estados Unidos cuyo contenido ofrecía aristas elementales para entender los sucesos ocurridos a partir de la utilización de un lenguaje cargado de contenido religioso, invocaciones a Dios (God/Allah/Yaweh) y de Guerras Santas (cruzada, yihad, miljemet mitzvah)  y la irrupción de nombres como Osama bin Laden, al-Qaeda (La Base), Talibanes (taliban, palabra persa que significa estudiante que procede del árabe taalib, alumno) (Flores et al., 2003). Habría que contextualizar cada elemento y tejerlo con la finalidad de explicar y entender qué pasaba en el otro lado de la aldea global y cómo nos afectaría en el plano local.

Un segundo momento de acercamiento lo constituyó la visita Muhammad Jatami, expresidente de la República Islámica de Irán (1997-2005), el 06 de diciembre de 2007 en el paraninfo de la Universidad de Guadalajara en la que impartió una conferencia donde expuso su propuesta del “Diálogo entre Civilizaciones” (goftegu-ye tamadon-he, en persa). Concepto que sirvió de base para nombrar al 2001 como el Año de las Naciones Unidas del Diálogo entre Civilizaciones, aprobado en la 43° sesión plenaria el 09 de noviembre de ese mismo año, y que sería una respuesta a la confrontación de la tesis hungtintoniana. 

En su disertación Jatami señaló la necesidad de buscar mecanismos de acercamiento entre los pueblos, las diferentes culturas y las expresiones de vida existentes. Profundizó en la cultura, arte y literatura como herramientas para el acercamiento y el contacto entre la diversidad humana. Mencionó a los grandes autores mexicanos y latinoamericanos que han sido traducidos al farsi, así como a los autores iraníes que habían sido traducidos al castellano, pero, sobre todo, la manera en la que éstos se han influido en el imaginario y la vida social e intelectual, dejando entrever su postura y pensamiento (Calvillo, 2006).

El tercer punto lo constituyó la obra de Wolfgang Vogt El Islam y la literatura occidental, en la que hacía un recuento de las relaciones entre cristianos y musulmanes en la época medieval europea, en particular en al-Ándalus; y cómo se fue confeccionando la relación entre una Europa mayoritariamente cristiana y un mundo islámico venido del Oriente. Asimismo, observa cómo los grandes pensadores que han moldeado el pensamiento de La Modernidad europea concebían al islam, a las y los musulmanes, al libro sagrado –El Noble Corán— y al último de los profetas, Muhammad (Pb).  Muy probablemente, señala Vogt, los cristianos medievales poseían más información del Islam que en las épocas posteriores (Vogt, 2005); aún hoy, en los imaginarios religiosos y seculares las construcciones pasadas persisten como algo completamente diferente, marcando la diferencia entre “un ellos” y “un nosotros”.

Estos fueron tres momentos de gran impacto en la configuración del libro. La relación entre ellos, y entre otros tipos de vivencias personales, profesionales y académicas, sin dejar de mencionar el trabajo de campo y las relaciones humanas con personas de confesión islámica, fueron allanando el camino que ayudarían a desmitificar la imagen construida del enemigo mundial. El Islam y la cultura occidental es una pluralidad de voces que hablan a ritmo fluido sobre temas contemporáneos de la realidad individual en un contexto de problemáticas sociales y globales. Está ampliamente documentado y profundamente problematizado. Sin embargo, es preciso señalar que, aunque se sobreentiende la necesidad de indexación y los fines mercadológicos, el título es sugerente, pues se observan dos bloques, cada uno homogéneo y unitario en su composición: por un lado, Islam y, por otro, la cultura occidental. Los dos ámbitos abstractos poseen un interior heterogéneo, plural y diverso con reacciones diferenciadas de acuerdo con sus relaciones históricas, sociales, políticas, económicas, étnicas y lingüísticas, por señalar algunas. Se debe tener esto en cuenta para evitar caer en conceptos fáciles y aglutinantes en detrimento de la riqueza de la multiplicidad y la complejidad. Si bien la concepción del Islam, en cuanto a forma de vida es uno, la practicidad, los pueblos y el devenir histórico lo han hecho variado. Asimismo, lo occidental es un concepto inacabado que sólo sirve como marco de referencia, no como entidad geográfica, ni corpus filosófico y no debería ser un compuesto ideológico, debido a que cercena partes importantes e influyentes de la construcción del pensamiento humano. Los autores son conscientes de esto en la elaboración del texto, pero es necesaria su aclaración.

Los autores revisaron 245 obras literarias de 173 autores diferentes y cerca de 36 fuentes hemerográficas y páginas web consultadas para contextualizar, han escogido la obras de escritores que reúnen ciertas características: 1) tienen orígenes o antecedentes fuera de Europa central y occidental, aunque algunos en la actualidad residen en esta área (en calidad de asilados, refugiados o ciudadanos); 2) pertenecen al espacio de la región norte y subsahariana de África (con especial mención a Egipto), Asia occidental (países de la Península árabe, el Golfo pérsico, el Levante, la región túrquica  y la irania), la Península  balcánica (otrora perteneciente al Devlev Osmanlí ); 3) los autores escriben en una lengua europea aunque su origen sea el árabe, el persa, el turco, el hindi; 4) las obras han sido traducidas al castellano, ya sea de manera directa o indirecta por mediación de otra lengua europea; 5) la mayoría se encuentran vivos o de deceso cercano; 6) todos escriben sobre la influencia del pensamiento europeo en su cosmovisión originaria o de las relaciones mutuas; 7) su confesión es mayoritariamente musulmana aunque con presencia de cristianos orientales o alguna confesión minoritaria de la región (drusos, yazidíes o las religiones originarias).

La obra está dividida en 12 capítulos que intentan abarcar la mayor cantidad de temáticas y espacios geográficos posibles. El primer capítulo es una intervención especial que realiza Mariana Vogt Vázquez para iniciar la discusión central, tomando como referente un caso concreto: la migración. El trabajo habla del reto que significa para las sociedades receptoras (europeos) el aceptar individuos con una carga cultural diferente (musulmanes): de cómo seguir manteniendo el crisol de la riqueza cultural diferenciada y, al mismo tiempo, integrarlos en una sociedad con sus reglas y ritmos de vida. Se habla de la crisis de los refugiados procedentes de Siria  o, bien, los miles de mujeres, hombres y niños del continente africano o personas procedentes de otras latitudes que cruzan el Mediterráneo en busca de una vida material mejor y tener acceso a esa vida de consumo que la publicidad enarbola, y de cómo, desde la Unión Europea, se enfrentan a tal desafío mediante políticas públicas que respondan a esas necesidades apremiantes. De esta problemática en las sociedades europeas y la perturbación que les generan los inmigrantes es que se desarrollan las cercanías o lejanías entre los habitantes y que dan sentido a las apreciaciones aquí señaladas. La imagen que se reprodujo en EUA ya había sido experimentada desde Europa, con el elemento de la migración los estereotipos y prejuicios se han desbordado al grado de verse como un problema de primera importancia en la agenda continental. Los medios de comunicación masiva han ayudado a reforzar esas separaciones y la concepción maniquea de la sociedad, como lo demostró la revista británica The Economist que para la edición de junio de 2006 escribió en su portada un título muy sugerente “Eurabia: The myth and reality of Islam in Europe” y la acompañaba una imagen de la Torre Eiffel coronada por una media luna (hilal) tradicionalmente asociada al Islam. La idea de convivencia parece lejana pues existe un sector de la sociedad que se queda con el estereotipo y de allí edifica sus miedos.

El segundo y el tercer capítulo abordan temas generales de relaciones entre cristianos y musulmanes, los encuentros y desencuentros entre las concepciones de “los occidentales” y “los orientales”. Se discuten conceptos que retan al pensamiento islámico tales como el nacionalismo y sus componentes centrales: la religión, raza y lengua; asimismo, se debate sobre la pertinencia de la laicidad y los planteamientos seculares de división entre religión y política. Mencionan el influjo del socialismo y su particularización para la región promovida como la “vía árabe al socialismo”. Los autores discuten la diferencia entre cultura y civilización, una concepción alemana y la otra francesa, tópico que predominó a fines del siglo XIX, y serían la base para la colonización y el imperialismo. Las disputas con respecto al impacto de los recursos energéticos en la zona (petróleo y gas, principalmente), el enclave colonial del régimen sionista reconocido por algunos miembros de la difusa comunidad internacional (Israel), las implicaciones del terrorismo y la imposición del american way of life. La cuestión de la identidad, la “conciencia nacional” y el debate en torno al multiculturalismo. Introducen los elementos de lo que une y lo que separa a individuos, naciones y conjuntos en un mundo globalizado. Revisan los influjos entre cristianos y musulmanes en la Edad Media europea, el Renacimiento y la Ilustración, y las épocas de gran esplendor de las dinastías musulmanas.  

Lo que se pretende es dar a conocer los momentos en los que ambas culturas se han reconocido y las formas intelectuales y populares que se desarrollaron bajo el esquema de tolerancia y convivencia pacífica, no dejando de mencionar, claro está, los momentos de tensión y cómo se resolvieron las diferencias. Se fijan las posturas en tensión y diferencian claramente entre aquellos que abogan por un plano secular, al ritmo de la modernidad de imposición universal, y uno religioso, apegado a las particularidades de los pueblos. Asimismo, se observan los primeros pasos dirigidos a conocer al musulmán, desde los cristianos, a partir de revisar sus documentos, sus criterios teológicos y traducir sus libros, particularmente El Noble Corán, con la finalidad de generar conversiones y, en cierto grado, demostrar la supuesta “falsedad”.

El capítulo cuatro se sumerge en la polémica de la mujer y la sexualidad, tópicos ambos, de mucha controversia, tanto desde el pensamiento islámico como desde los criterios europeos (y su extensión estadounidense). Temas como el hiyab (vestimenta islámica, el velo y el recato femenino), los derechos y obligaciones que la ley islámica ofrece a las mujeres y los varones, la educación, la poligamia, el aborto, la satisfacción sexual, el erotismo, el sentido de identidad en los temas de migración y/o conversión, el sistema patriarcal, la decadencia moral, la concupiscencia en la sociedad, la violencia de género y el papel de la mujer en el ámbito público y la vida privada. Se denuncia que el progreso y esplendor del Islam fue equivalente al sometimiento de la mujer, sin embargo, se olvida que en un ambiente global -si se nos permite la expresión para referirnos a los eventos en otras latitudes en el mismo tiempo- de expansión patriarcal, es el Islam el que reivindica los derechos femeninos y mejoró sus condiciones de vida con respecto a los varones y a otras mujeres de su época.

Aunque el tema no es feminismo ni feminismo islámico, resalta la ausencia de la escritora marroquí Fatima Mernissi, quien entra en las categorías de revisión de la obra y, no obstante, fue la sultana olvidada, particularmente su única obra narrativa y de fama internacional traducida, entre otras, al castellano titulada Sueños en el umbral. Memorias de una niña del harén (1994) donde habla de su experiencia personal como niña, adolescente y mujer dentro de un harem tradicional de Fez. Conocida por asegurar que el Profeta Mohammed (Pb) había sido un hombre defensor de la mujer y extremadamente progresista para su época y su entorno, y no fue él, sino otros hombres, quienes empezaron a considerar a las mujeres como personas de segunda categoría. Fue galardonada por el premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2003 y nunca se exilió, vivió hasta su fallecimiento, en 2015, en Rabat.

A partir del quinto y hasta el capítulo doce se encuentran divididos según su espacio geográfico de origen, abarcando la mayor cantidad de Estados que integran la Organización para la Cooperación Islámica (OCI), y dejando fuera la región donde habitan la mayor cantidad de musulmanes: el Sudeste asiático (Indonesia, Malasia) y otros continentes donde los musulmanes son minoría como en el continente americano, Oceanía, la región central de Asia (concretamente el espacio de la antigua Unión Soviética y China) y el Asia pacífico (excepto la India y Pakistán).  El capítulo 5 se aboca a conocer la participación de las y los musulmanes en la producción literaria Europea, el capítulo 6 aborda la perspectiva de la desintegración de Yugoslavia y sus problemas posteriores a través de los escritos de las víctimas y protagonistas. El capítulo 7 habla de los escritos árabes, particularmente de Arabia Saudita, Siria, Líbano e Iraq; mientras que el capítulo 8 narra las producciones de Marruecos, Argelia y Túnez. Todo el capítulo 9 presta interés particular en Egipto abarcando no sólo a autores musulmanes, sino judíos y cristianos coptos.  El capítulo 10 se sumerge a las tierras de Irán desde sus escritores. El capítulo 11 introduce al lector al Islam en el África negra y las maneras diversas de sincretismo. Por último, el capítulo 12 describe los conflictos actuales en la India.

En estos capítulos se incluyen escritos panfletarios y de marcada tendencia ideológica en las discusiones políticas de cada área revisada, así como, crónicas de viaje, situaciones o momentos, historias noveladas para plantear alguna problemática social (integración) o individual (identidad), amplias discusiones con respecto a coyunturas nacionales, la islamofobia encontrada o la reislamización proyectada, estos últimos elementos son los puntos inflexibles de tensión, que significarían la profundidad de las narrativas y que, en su intransigencia, podría derivar en un amplio conflicto.

Algunos autores hablan desde su existencia, emociones o afectaciones psicológicas; otros prefieren buscar protagonistas en objetos o hablar desde el abandono nihilista cotidiano, y los menos del optimismo en el futuro. Unos textos se pronuncian abiertamente por sistemas y regímenes políticos, ya sea a favor o en contra, pero todos señalando los derechos, obligaciones, límites y censuras de su espacio. Otros prefieren hablar de su experiencia personal en el exilio o en la soledad, desde la censura o en la amargura, desde el sensacionalismo hasta el escepticismo, desde lo pragmático a lo apologético, desde el odio simple al racismo complejo y fascista, desde el más sincero reclamo hasta la más hipócrita declaración. Muchos de los escritores aun teniendo un trasfondo islámico -social o familiar- desconocen al Islam y repiten lo que los no musulmanes han dicho sobre ellos, particularmente desde el orientalismo decimonónico destinado para esos fines.   

Según apreciaciones de Brahiman Saganogo, quien ha trabajado en conjunto con los autores en el estudio de la religión y la cultura, el libro posee una estructura regular que “opera mediante presentación, explicación, argumentación y análisis valorativo” en temas de “identidad, cultura, arte (literatura), multiculturalismo, dualismo, mujer, supuesta relación del islam con conflictos armados, fundamentalismo islámico, migración y de políticas de integración” (Vázquez y Vogt, 2020, p.13 y 19), según señala en el prólogo.

El libro está enfocado al estudio de obras de autores orientales escritas en lenguas occidentales (aunque esta división es parcial, como ya lo hemos señalado, constituye un referente en el imaginario del lector) tomando en cuenta que la mayoría de los grandes escritores árabes conocidos en el mundo viven en Europa o Estados Unidos y escriben en francés, inglés o alemán, a excepción del único premio Nobel de literatura en lengua árabe, Naguib Mahfouz. Cabe señalar que en el mundo árabe se editan y se leen muy pocos libros en árabe. Las elites intelectuales leen y escriben principalmente en lenguas europeas, o al menos, las casas editoriales y las y los traductores se han abocado poco a ciertos temas, tal vez por fines comerciales o por alguna intencionalidad política de dar a conocer a ciertas personas o ciertos hechos. Hay que añadir que, en el caso de las obras no traducidas al castellano, ese trabajo y esfuerzo corrió a cargo de los autores que realizaron tal labor, muchas veces infravalorada.

Tras la campaña de desprestigio mundial que identificó al Islam con el terrorismo se tiene como consigna que la civilización islámica es anticuada y no participa en el progreso del mundo. Incluso, se sostiene la idea que el Islam, en sí mismo, se ha convertido en una carga pesada para La Modernidad, dejando de lado sus aportaciones culturales al desarrollo humano y sus aportaciones sobre aquella. Cabe la sospecha de que los grupos y las narrativas surjan dentro de los servicios de inteligencia de los estados hegemónicos en un paralelismo a los métodos de espionaje y contraespionaje, al dividir entre buenos y malos o entre moderados y radicales, generando una separación maniqueísta que no abona al diálogo, sino que lo clausura. Incluso la academia “occidental” ha defendido la existencia de un “Islam político” denominándolo “islamismo”, la palabra árabe islam y el sufijo en español “ismo” que hace referencia a ser “seguidor de”, para hacerlo lingüísticamente más parecido a “racismo” “nacionalismo”, “nazismo”, “comunismo”, curiosa comparativa. La deformación de conceptos islámicos se ha convertido en una constante entre los ámbitos académicos y los medios de comunicación, lo que contribuye a la desinformación y a la cosificación. Así, hallamos la utilización de términos como yihad, para traducirlo fácil y cómodamente en “guerra santa”, sin revisar la profundidad del concepto y sus implicaciones espirituales. Terrorista islámico/fundamentalismo islámico, cuando se identifica a alguien con esa confesión religiosa no aplicándolo igual hacia otros credos. El mismo cuerpo que identifica conceptos islámicos para hechos sociales son los mismos que se niegan a emplear términos propios, por ejemplo, el nombre del Profeta Muhammad (Pb) que en español se obstinan en llamar “Mahoma”, a raíz de equívocas traducciones de otras lenguas romances. O de encontrar paralelismos conceptuales con palabras propias del cristianismo (o de otra religión) sin reparar en las lenguas originales utilizadas en sus textos sagrados y la vinculación o desvinculación que existiera en utilizar una u otra, por ejemplo, las diferencias latentes entre el árabe y el latín o el griego. No distinguir y no profundizar en esos elementos nos conduce al error. Observamos, de esta manera, una estrecha relación entre las palabras, la realidad política y la intencionalidad con la que se genera.

Es verdad que, a lo largo de la historia, todas las civilizaciones se han influido una con otra, sin embargo, lo característico de la época Moderna es lo abrupto y lo impositivo con la que se manifestó no fue un proceso gradual ni a conveniencia de los receptores, menos un esquema de intercambio, sino una conversión forzada mediada entre la episteme y las armas. Ahora, a la luz de los hechos consumados, queda iniciar un camino de reconocimiento hacia la alteridad y, para tal objetivo, existen tres visiones según señala Ahmad Sadri: 1) visión de túnel: “se trata de un enfoque que exagera la diferencia, difícilmente puede alentar al observador a encontrar paralelismos en su propia cultura de los aspectos negativos o positivos de la otra. Es una “comprensión del otro mediante generalizaciones que parten de una sola característica”, lo que hasta cierto punto revela “nuestra propia neurosis”; 2) doble visión; se obtiene la consciencia de que “cada civilización, incluida la propia, constituye un cerrado y complejo universo de sentido y significación, y de que es injusto percibir una cultura extranjera a partir de la consideración de una sola de sus partes”, ignorando la variedad cultural o alegando un relativismo cultural, ambas situaciones  tendrían su lugar en un “desorden neurológico”; y, 3) percepción profunda: “empezamos con una imagen del ‘yo’ mediante una lectura de la evolución de nuestra propia civilización. Luego producimos una imagen del otro, utilizando rigurosas herramientas históricas, etnológicas y sociológicas que se encuentran a nuestra disposición”, sin juzgar en este primer plano, “debemos ser capaces de traslapar las dos imagenes -del ‘yo’ y del ‘otro’- para acceder a una perspectiva tridimensional unificada de nuestra humanidad común” (Sadri, 2010: 150-152). La última es la defendida por el autor, sin embargo, advierte que es necesario partir de la buena fe para reconocerse con y en el otro.

El diálogo primario y urgente debería realizarse con la Gente del Libro (ahl al-kitab) y entender que, tanto para el Islam como para el cristianismo y judaísmo, el enemigo no está uno contra el otro, sino en el ateismo, el materialismo y el laicismo; en la opresión, la tiranía, la injusticia y las desigualdades sociales e individuales. La falsa idea de progreso conduce a una ilusión y ésta, a un vacío. Pues como señalan Vázquez y Vogt (2020): “las religiones y las tradiciones espirituales han sido a lo largo de la historia las fuentes donde se nutre la humanidad para buscar sabiduría y encontrar sentido a la existencia”. Asimismo, sostienen que “para las comunidades religiosas provenientes de Abraham: el judaísmo, el cristianismo y el Islam, se trataría de reformular sus interpretaciones con base en los retos de los nuevos tiempos y los reclamos de la sociedad. Entre ellos son fundamentales, desde nuestro punto de vista, la centralidad de la espiritualidad, que es su razón de ser; la relación con la naturaleza, el reconocimiento de la legitimidad de otras tradiciones religiosas manteniendo una actitud dialogante, la situación de la mujer en condiciones de igualdad, la democracia interna y la aceptación de las diferencias culturales y de género”. Estos elementos primarios facilitarían la conversación con otras espiritualidades, cosmovisiones y cosmogonías, nunca una en imposición de las otras. En medio de sociedades compuestas por individuos con identidades complejas, el acercamiento, a través del arte y la literatura, puede ser un puente sólido que permita la cercanía entre culturas, borrando la falsa imagen o cuestionando los estereotipos existentes. Que la intención político-gubernamental no se imponga como un yunque sobre el sentido común y el principio de la humanidad compartida, ni los intereses económicos, comerciales y financieros sobre el amor, el respeto y la concordia.

El Islam y la cultura occidental busca, a través de las vivencias de sus protagonistas, acercar a los lectores a los problemas contemporáneos: la actualidad de cualquier niño, niña, hombre o mujer sin importar la edad, condición social, estatus político, racial o religioso. Advirtiendo que existen canales para el encuentro. La diferencia es la base del multiverso.

Recordemos que la diferencia es una misericordia. Como lo señala El Noble Corán:

¡Oh, gentes! En verdad, os hemos creado de un macho y una hembra y hemos hecho de vosotros pueblos y tribus para que os conozcáis. En verdad, el más noble de vosotros ante Dios es quien posee mayor temor de Dios. En verdad, Dios todo lo conoce, está bien informado [al-huyurat, Las Habitaciones Privadas: 13].

Referencias
Calvillo , T. (2006). Diálogo entre Civilizaciones. El pensamiento de Mohammad Khatami. El Colegio de San Luis/CONACULTA.

El Noble Corán, Traducción comentada de Raúl González Bórnez (2008), Fundación Cultural de Oriente.

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Revista Argos
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