Una voz femenina prehispánica y un acercamiento al cuicatl “Canto de Macuilxochitzin”. A pre-Hispanic female voice and an approach to the cuicatl "Canto de Macuilxochitlzin". DOI: 10.32870/argos.v9.n24.1.22b María Lourdes Hernández Armenta Esta obra está bajo una Creative Commons Atribución-NoComercial 4.0. . Recepción: 31/10/2021 |
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Resumen: Palabras clave: Macuilxochitzin. Cuícatl. Ometéotl. In Xóchitl in cuícatl. Yaocuícatl. Abstract: Keywords: Macuilxochitzin. Cuícatl. Ometéotl. In Xóchitl in cuícatl. Yaocuícatl.
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Elevo mis cantos,
Introducción.
La cita muestra claramente el destino que tuvieron estos libros y todo lo que conllevó este hecho histórico, de la mencionada quema se salvaron una docena de la zona nahua, mixteca y tres de la maya. Es bien sabido del trabajo de recuperación que realizaron los frailes encaminado al proceso de evangelización y los códices poscolombinos estarían marcados por dicha intención, uno de ellos es el que citamos anteriormente que lo resalta pero eso es otro tema y no queremos desviarnos del que nos ocupa. Destacamos de la información, la antigüedad de dichos libros, “más de mil años antes de la llegada de los españoles”. Ya, en sus estudios sobre el tema de la literatura prehispánica Miguel León Portilla (Garza & Baudot, 1996), nos dice que las creaciones literarias nahuas datan de tiempos muy lejanos, como lo menciona en otro de sus apartados, el ya citado Códice Florentino:
Con esto entramos más a nuestro tema, apoyaremos nuestro análisis en los estudios que ha hecho de él Miguel León Portilla (Garza & Baudot, 1996), quien identifica tres etapas en la producción literaria nahua, la primera que sitúa por lo menos desde el siglo X d.C. cuando se forjó la Toltecáyotl, término que se le da al conjunto de las creaciones toltecas, la siguiente etapa es la mexica, correspondientes a los últimos dos siglos antes de la llegada de los españoles, hay otra etapa más que habla de la conquista, que cierra el ciclo de lo que se denomina “ciclo autónomo de la literatura náhuatl” (p. 131). Macuilxóchitl según sus datos biográficos, pertenece a la etapa mexica, nacida a mediados del siglo XV, hacia 1435, hija de Tlacaélel, quien fuera importante consejero de los reyes aztecas, nunca fue tlatoani pero estuvo detrás del trono durante buen tiempo. Se conoce también de él que tuvo gran descendencia, sobresalen doce hijos de madre distinta, según cuenta el historiador Tezozomoc, dos fueron mujeres, la séptima la llamada Tollintzin, la octava Macuilxochitzin. “De ella nació el príncipe Cuauhtlapaltzin.” (Tezozomoc en León, 1984, p. 156) Macuilxochitzin se llamó así, nos dice León Portilla (1984) quizá porque nació en la fecha 5-Flor “que esto significa su nombre, o tal vez porque lo recibió a manera de apodo al ser conocida su afición por la poesía. Sabido es que Malcuilxochitl era también uno de los títulos con que se invocaba al dios de las artes.” (p.157) También había la creencia de quien naciera en la fecha mencionada tenía aptitudes para las artes y nuestra poetiza, no fue la excepción como lo veremos más adelante, ya que no podemos analizar su único canto sin que toquemos ciertos aspectos que se desprenden de nuestro trabajo de investigación sobre nuestra forjadora de cantos y el primero es el por qué solamente se tiene conocimiento de ella y su talento, ¿Qué pasó con las otras? Porque las hubo como bien lo señala Miguel León Portilla (1984) en su libro Trece poetas del mundo azteca:
Y Macuilxóchitl las representa, por ella podemos deducir aunque no de manera contundente algunas dudas sobre el papel que tenía la mujer, al menos las de su clase, en la sociedad mexica y se nos sugiere la posibilidad de que tenían acceso a una educación más especializada, porque si bien nos lo dice León Portilla en el ya citado libro (1984) que el conocimiento y la cultura de nuestra autora se debía a su relación con su padre y del cuidado que tuvo éste de trasmitírsela, del ambiente en que creció, queda la duda de si realmente fue así o es que como parece ser, las mujeres también tenían la oportunidad de asistir a una escuela que las instruyera nos solamente en el arte del telar, del bordado y de la gastronomía, sino también en la historia, la cultura y los conocimientos que solamente en una institución como el Calmécac proporcionaba, ya que de ahí salieron los forjadores de cantos que conocemos. Sabemos por las crónicas que las mujeres pasaban la infancia cerca de su madre, aprendiendo todo lo referente al hogar y nos dice Dorothy Tanck De Estrada (2010)
Ya Miguel León Portilla (1984) hizo mención de que varios cronistas dan testimonio de las “mujeres que cultivaron el arte de la poesía y que además, fueron conocidas por su sabiduría, lo que nos hace inclinarnos que fueron estudiantes del calmécac.
Justificamos la cita anterior, extensa sí pero necesario hacerla textualmente para dar crédito a quien se dedicó exhaustiva y apasionadamente al tema, es a Miguel León Portilla a quien debemos los conocimientos que se tienen de estas forjadoras de cantos y el nombre de la que aquí tratamos, también nos parece importante destacar del ya tan citado libro (León, 1984), una nota a pie de página que indica que en los mitos prehispánicos se mencionan a deidades femeninas cuyas expresiones “son a la vez revelación y poesía (p. 154) como el que aparece en Los Anales de Cuahtitlán,fol. 3, expresado por la diosa Itzpapálotl:
Con este lenguaje esotérico y lleno de simbolismos, es revelado a los chichimecas, nos dice León Portilla “su destino por los distintos rumbos del mundo” (p. 154). Como podemos ver, existe la evidencia de forjadoras de cantos herederas de la expresión de las divinidades femeninas y cuya importancia en la sociedad mexica la sostienen los testimonios de los cronistas aunque de manera escueta, lo que demuestra el poco interés que se tuvo en recuperar la importancia que tenía la mujer en aquella época y el papel que tomaba en la sociedad, en la política y en la religión, ya que es sabido también por los algunos códices, como el Telleriano-Remensis, de la existencia de mujeres tlahcuilo y sacerdotisas, lo que constata que se rescató el tipo de mujer que se adecuara a la nueva sociedad, y por consiguiente a la nueva religión, donde la figura masculina era predominante en todos los ámbitos, por ello abunda la imagen de la mujer prehispánica dedicada al hogar, que realmente tenía una gran importancia en la sociedad mexica pero que se denigró con la colonia y su nueva visión de mundo. Como se aprecia, éste es un tema que amerita un análisis más específico y que desviaría el objetivo de este trabajo pero creímos pertinente mencionarlo como parte de las voces que surgieron al momento de escuchar la de Macuilxóchitl.
Por las características del texto que analizamos, es evidente que pertenece a un cuícatl, cabe mencionar que dentro de estos, hay una categorización según su temática, así podemos encontrar una serie de los mismo en los que sobresalen: xochicuícatl o xopancuícatl, cantos de primavera, yaocuícatl, cantos de guerra, teocuícatl, cantos a las divinidades, icnocuícatl, cantos de orfandad y cuecuexcuícatl, cantos ligeros y de cosquilleo. En base a esto, podemos iniciar nuestro análisis del “Canto de Macuilxochitzin”, titulado así por Miguel León portilla, ya que originalmente los cantos no lo tenían, el nahuatlaco justifica su acto argumentando que lo hace para darle una mayor comprensión al mismo. Por su temática podemos decir que es un yaocuícatl, un canto de guerra, resulta interesante ver que el único canto (poema) de una poetisa prehispánica sea un canto de guerra, el tema es un hecho histórico muy importante para Tenochtitlan, así como también para Tlacaélel y por su puesto para Axayácatl, “La guerra de Chalco”, ya Miguel León Portilla (1984) menciona en su libro Trece poetas del mundo azteca todo lo que pudo motivar a Macuilxóchitl a crear este canto, por lo que nosotros nos enfocaremos más a tocar otros aspectos del mismo. El primer verso es precisamente el epígrafe del presente trabajo y podemos ver que lo primero que resalta es la voz poética, quien ofrenda sus cantos al Dador de la vida y a la vez, la importancia de la poesía como aquello capaz de dar alegría a la divinidad, de honrarla y al mismo tiempo señalarla como el camino para llegar a la misma. Cabe destacar que esta idea, la de llegar a la divinidad a través de la poesía, es conocida como in Xóchitl in Cuícatl, y es herencia de la tradición tolteca y Quetzalcóatl.
Además este primer verso, revela algunas de las características de la poética nahua, una de ellas y si no la principal la poesía vista como don divino que a la vez, se ofrenda al Dador de la vida y otra, la mención implícita de que la poesía conocida como cuicatl era acompañada por música y danza. Hacemos un pequeño paréntesis para hablar del significado de la danza prehispánica porque así se entenderá más, el por qué formaba parte de in Xóchitl in Cuícatl. Motolinia en sus Memoriales, nos dice que la palabra para danza era maceualiztli, de maceua, danzar, hacer penitencia y también, netotiliztli, de netolli, voto o promesa, como podemos ver, ambos tienen como raíz la idea de exvoto o “merecimiento”, la cita textual dice:
La cita nos revela aspectos muy interesantes de la danza prehispánica entre ellos el por qué de los danzantes en las fiestas patronales en la actualidad, los llamados concheros o huehuenches, pero tomamos lo que interesa para nuestro análisis, que con la danza se honraba y alababa a los dioses. Es interesante ver volviendo a nuestro canto cómo primero se enaltece a la divinidad, se la da una importancia por sobre todas las cosas y la poesía al ser elevada hasta ella, adquiere el mismo nivel y por ende, se diviniza. Entonces, se puede pasar al plano terrenal, la danza, a través de ella, se espera un merecimiento de poder dar alegría al Dador de la vida.
No solamente hay una inspiración en este canto, sino también una reflexión profunda sobre su destino, solamente es para deleite terrenal o también para el Dador de la vida. Nos detenemos en esta parte del canto para tocar el tema del Dador de la vida, a quien concebían los tlamatinime (sabios) aztecas como una energía sagrada que se había creado por sí misma y a todo lo existente, capaz de gobernar el universo y que se manifestaba de muchas formas pero particularmente como dualidad Ometéotl y es muy interesante como concebían la manera en que esta divinidad creó todo lo existente mediante un proceso artístico, Ometeotl es la, él, gran artista y la tierra según Aquiauhtzin es “la casa de las pinturas”, Xayacamach nos dice en uno de sus canto “vuestra casa está aquí, en medio de las pinturas.” Era considerado como eterno e invisible, creador y sustentador del mundo. Se le aplicaban por sobrenombre Tloque-Nahuaque, amo de lo cercano y lo lejano (creador de todas las cosas) y también Ipalneomani (ser por quien se vive). También Moyocoyatzin, le llama “el inventor de sí mismo”. No fue representado en imágenes pero en los códices aparece la pareja dual Omecihuatl y Ometecutli (León, 2010, p.112). Sobre Ometéotl y su relación con la poesía nos dice Ernesto Cardenal (1967):
A Ometéotl le edificó un templo majestuoso Nezahualcóyotl, representando la doctrina heredada de los toltecas y Quetzalcóatl cuya esencia es la de llegar al Creador a través del arte y la poesía, in Xóchitl in Cuícatl, dicho templo significativamente estaba frente al de Huitzilopochtli, quien representaba la doctrina implantada por Tlacaélel, básicamente místico guerrera, la cual sostendría la vida del Sol a través de “los dardos y los escudos”. Hacemos mención de todo esto porque vemos estas dos maneras de acercarse al simbolismo oculto de la divinidad en el canto de Macuilxóchitl, no solamente ella como forjadora de cantos logra elevarlos hasta donde está Ometéotl, sino también reflexiona cómo Axayácatl hace lo mismo en el campo de batalla:
Axayácatl es conocido también como forjador de cantos y vemos en “las flores” y “las mariposas” metáforas de la poesía según un listado que hace de las mismas José Luis Martínez (2004) entrar en el campo de batalla y causar alegría al Dador de la vida, con ello tenemos la respuesta a la duda preliminar, también las flores de guerra dan alegría como los cantos a “el que está a nuestro lado”. Encontramos una reiteración a la acción de la poesía hecha en el campo de batalla y no hay duda de que también “las flores de guerra” dan gozo a la divinidad.
Cuando uno se adentra en la esencia de la poesía nahua prehispánica, nos podemos dar cuenta de cómo es producto de una inspiración latente y circundante que el cuicapicque percibe y da forma pero a la vez, hay un sentimiento y una reflexión muy profunda sobre lo mismo, es decir, sobre la poesía misma, in Xóchitl in Cuícatl como parte de la divinidad, es ofrendada a la misma para tenerla feliz, para mantener una estabilidad de vida y gozo que será retribuida con bienestar a los hombres, esta visión tolteca de la poesía sirve de contrapeso con la otra visión, la de mantener la vida del sol a través de la ofrenda de sangre, como se aprecia en los siguientes versos:
El “guerrero de cabeza rapada” representa el suministro de esa ofrenda de sangre, ya que en el Tepochcalli, se les dejaba a los estudiantes una trenza, misma que sería rapada cuando obtuvieran su primer prisionero de guerra, quien sería sacrificado y cuya sangre ofrecida a la divinidad le proporcionaría alegría y la mantendría viva y a Huitzilopochtli, quien luchaba al lado del bien contra las fuerzas del mal, en un combate sin tregua, así, al ser los aztecas el pueblo elegido del Sol, se justificaban todas sus conquistas y todo lo que implicaba puesto que con ello, se realizaba una suprema misión, la de mantener con vida al Sol, cuyo alimento principal era la energía vital encerrada en el chalchiuhatl (sangre), por todo esto, se elevó el número de los sacrificios humanos y se introdujo la práctica de “las guerras floridas”: La finalidad fundamental de estas guerras era obtener víctimas para el sacrificio. El pueblo azteca se constituía así en una especie de pueblo elegido del Sol, dotado de una misión extraordinaria, de resonancias cósmicas: evitar el cataclismo que podría poner fin a la edad o Sol en que vivimos. (León, 2010, p.89) Este pensamiento militarista fue implantado por Tlacaélel al forjar la nueva historia y religión de los aztecas después de la célebre quema de códices, interpretó a su manera los textos toltecas que conocía muy bien, se valió de ellos para crear una mística guerrera que logró elevar a su pueblo como el más grande y poderoso de la región central y sur de la actual República Mexicana, el Códice Boturini manifiesta esta grandeza: “En tanto permanezca el mundo, no acabará la fama y la gloria de México Tenochtitlan.” (Lámina 22) Después de traer a nuestro análisis todo este proceso histórico es necesario recalcar el parentesco filial de nuestra poetiza con el pensador azteca y cómo éste influyó en su ideología y cómo ella en este canto aunque no lo nombra, le rinde tributo al mencionar la esencia de su pensamiento, ahí en el campo de batalla, el “guerrero de cabeza rapada” da alegría al Dador de la vida. Pero también está implícito en el tema mismo del canto, la guerra de Chalco y de su principal personaje Atzayácatl, pues los libros señalan a Tlacaélel primeramente como autoridad máxima en la elección del joven Tlatoani y cómo éste influido por él, combatió y ganó a los chalcas en esta histórica guerra donde también fue herido. Macuixóchitl lo narra así:
El canto sigue y culmina con el gesto compasivo de Axayácatl que ante las súplicas de las mujeres, le perdonó la vida al otomí. Así, resalta la figura de éste como forjador de cantos, como guerrero y también muestra su humanismo. Importante señalar también el papel femenino en este canto, este grupo de mujeres anónimas pero valientes que se atrevieron hacer súplica al rey y ganar su misericordia. Esta anécdota coincide con otro canto de Aquiauhtzin conocido como “Canto de las mujeres de Chalco”, un cuecuexcuícatl en donde de manera irónica, satírica y lleno de simbolismo erótico narra cómo Axayácatl fue vencido por las mujeres y no precisamente en el campo de batalla. Podemos concluir que Macuilxóchitl en este canto nos muestra el pensamiento místico guerrero de su padre Tlacaélel “las flores de guerra, dan alegría al Dador de la vida” y de la gran influencia que llegó a tener en el pueblo azteca nombrándolo “el pueblo del Sol” pero lo más revelador para nosotros, fue ver que nuestra poetiza no solamente conocía esta filosofía de vida de su cultura, sino también la más antigua, heredada de los toltecas y Quetzalcóatl, la de llegar a Ometeotl a través del in Xóchitl in Cuícatl, y nos queda la pregunta, dónde la aprendió, no en su hogar, quizá en un lugar donde las ideas y reflexiones de los Tlamatinime (sabios) se memorizaban y rendían fruto. Creemos también que no fue la única, que hubo otras como también lo asegura Miguel León Portilla, cuyo “rostro y corazón” omitieron al momento de la recuperación de nuestro legado cultural náhuatl pero la voz de Macuilxóchitzin las representa, su único canto da alegría al Dador de la vida que repercute en la actualidad evidenciando y honrando la existencia de otras voces femeninas prehispánicas, entre ellas, a las forjadoras de cantos.
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Revista Argos |
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