Alfonso Reyes como figura intelectual de transición.

Alfonso Reyes as an intellectual figure of transition.

Discusió literaria
         

Luz Victoria Hernández Jiménez
Universidad de Guanajuato
(MÉXICO)
CE: vicjilon@gmail.com
https://orcid.org/0009-0004-0181-2294


DOI: 10.32870/revistaargos.v12.n29.7.25a

Recepción: 17/10/2024
Revisión: 07/11/2024
Aprobación: 17/12/2024

 


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(Hernández, 2025, p. __)

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Hernández, J. (2025). Alfonso Reyes como figura intelectual de transición. Revista Argos. 12(29). 114-141 DOI: 10.32870/revistaargos.v12.n29.7.25a

 

Resumen.
El Ateneo de la Juventud como movimiento de reforma y "oposición" al régimen positivista de principios del siglo XX albergó la figura de un intelectual que además de hacer manifiesto un compromiso cívico a través de la institución -tal es el caso de José Vasconcelos y Justo Sierra con sus respectivos proyectos educativos-, también daba cuenta de lo anterior a través del recurso literario, tal es el caso de Alfonso Reyes y Pedro Henríquez Ureña. Es de interés atender la producción escrita de Alfonso Reyes durante su paso por el Ateneo que no es en lo evidente una escritura de protesta o manifiesto sino que se vuelca en Grecia y la filosofía helénica, la traducción y las lecturas de la literatura clásica universal. Pese a que algunas décadas después Reyes escribirá en torno a la política y la cultura positivista de este periodo estableciendo una postura crítica y testimonial, postura mayormente referencial dentro de su producción ensayística, es importante poner el acento en la importancia de su escritura en la inmediatez de su experiencia al interior del Ateneo, pues era esta primordialmente constitutiva de un ideario colectivo de universalidad como vehículo conductor hacia la modernidad.

Palabras clave: Positivismo en México. Grecia. Ateneo de la Juventud. Modernidad.

Abstract.
The Youth Athenaeum, as a movement of reform and "opposition" to the positivist regime of the early XX century, housed the figure of an intellectual who, in addition to manifesting a civic commitment through the institution - such is the case of José Vasconcelos and Justo Sierra with their respective educational projects - also gave an account of the above through literary resources, such is the case of Alfonso Reyes and Pedro Henríquez Ureña. It is interesting to look at the written production of Alfonso Reyes during his time at the Athenaeum, which is not evidently a writing of protest or manifesto but rather focuses on Greece and Hellenic philosophy, translation and readings of universal classical literature. Although a few decades later Reyes would write about the politics and positivist culture of this period, establishing a critical and testimonial stance, a mostly referential stance within his essay production, it is important to emphasize the importance of his writing in the immediacy of his experience within the Ateneo, since this was primarily constitutive of a collective ideal of universality as a vehicle leading towards modernity

Keywords: Positivism in Mexico. Greece. Youth Athenaeum. Modernity.

 
 
 


Introducción

Cuando Alfonso Reyes escribe sobre la Revolución Mexicana, el Ateneo de la Juventud o el proyecto educativo de la reforma positivista, es importante conocer el contexto de la época y de su tiempo, es decir, cuando el escritor se ha adjetivado como literario o de literatura, la comprensión de su obra se ve ceñida en gran parte de las veces a los recursos dados por la obra literaria misma. El primer fundamento para las lecturas sobre la filosofía positivista en México, fue conocer y reconocer las circunstancias del ensayista, que si bien, conformarán parte de su postura crítica, y configurarán su posición cívica , no darán cuenta de esto hasta dos décadas después en su expresión más crítica, representada, llevada a cabo o concretizada en el aspecto literario con el ensayo, particularmente el ensayo sobre México.

Esta revisión permitió identificar qué escribe Reyes cuando es parte del Ateneo, en las entonces tertulias con sus coetáneos donde se discuten y debaten temas de política, filosofía y educación; Reyes no escribe sobre México acá, pero sí sobre el teatro griego, la filosofía helénica y elabora apuntes sobre sus primeras traducciones. Inicialmente esta ha sido una pregunta abierta en torno a la escritura ensayística del autor y además un anclaje hacia una revisión historiográfica del positivismo mexicano a partir de otros ensayistas (Salazar Bondy, Rodó, José Gaos, Andrés Roig, Henríquez Ureña). Lo anterior también considera las particularidades en la construcción de un pensamiento de reforma (antipositivista) así como los mecanismos de adopción de una doctrina extranjera (positivismo) para el bien común reflejado en la búsqueda de un México progresista (contexto pre-revolucionario). La adecuación del positivismo comtiano a la situación mexicana (principios de la sexta década del siglo XIX hasta la segunda mitad del siglo XX) dio muestra de cierto pragmatismo en un primer momento y de cierta originalidad en un segundo momento. Esta última como una virtud –la virtud de la originalidad– en las ideas hispanas.

El positivismo como forma política fue una corriente de pensamiento adaptada en México desde su importación a principios de la sexta década del siglo XIX hasta la segunda mitad del siglo XX. Originalmente en el intento por plasmar un panorama general de la misma, se había tomado como punto de partida para este primer apartado las etapas constitutivas (o períodos) que Mauricio Beuchot propone en su Historia de la Filosofía en México: génesis, desarrollo y crisis[1] . Si bien, relatando los tres estadíos es posible reconstruir su paso por la política y educación mexicana en el periodo ya señalado, es cierto que sus fundamentos y justificaciones tuvieron una progresión y ocaso no lineal. A su vez, para el pensador contemporáneo fue de vital importancia la transición del régimen positivista a la modernidad emergente de principios del siglo XX.

Cabe destacar que los ateneístas no decretaron esar en contra de la escuela positivista y tampoco se asumieron o se llamaron a sí mismos “antipositivistas”. En origen y en sus fundamentos iniciales, el Ateneo tenía una fuerte intención en promover el quehacer artístico y literario como una motivación intelectual y como un compromiso político por delante (principalmente para ser llevado al ámbito educativo). Pese a su corta vida (1906-1914) es probable que haya experimentado algunos cambios en sus convicciones iniciales pero esencialmente la sociedad ateneísta conservó una línea de pensamiento basada en lo anterior.

El vehículo natural para la exposición de sus ideas, previo a la consumación de las mismas en manos de la institución pública, fue el recurso literario. No precisamente los integrantes del movimiento se iniciaron en él como artistas experimentados o consolidados, de hecho, mayormente la formación académica prevaleciente fue la Jurisprudencia. La literatura específicamente en el intelectual “que escribe” o el manifestante literario, tenía una función reflexiva en cuanto a los intereses artísticos y filosóficos predominantes en las conversaciones y tertulias gestadas en el Ateneo, por los ateneístas -y no tanto como un manifiesto político o protesta pública-. La literatura pasó a ser una manera de “ensayar” el debate, la discusión y la polémica de ideas para el círculo.

De manera romántica y cordial, Ernesto Mejía Sánchez[2] se refiere a ellos en conjunto como críticos, filósofos y protestantes, eruditos en letras castellanas, sajonas e italianas. Pedro Henríquez Ureña como estudioso de Nietzsche, del pragmatismo, “adelantado” al pensamiento del filósofo francés René Barthelot y al análisis del verso endecasílabo “completando” así a Menéndez Pelayo. Antonio Caso como también un estudioso “robusto” de Nietzsche y Augusto Comte, Jesús T. Acevedo (también ateneísta), arquitecto “pródigo” en ideas, Max Henríquez Ureña, artista, periodista y crítico de ideas musicales, lo mismo que Alfonso Cravioto en ideas pictóricas. La mayoría de ellos coincidían en la afición por un idealismo “noble”, al mismo tiempo que en una variedad rica de especialidades científicas. Además de comentar los intereses propios y en común libremente, e ir de las Memorias de Goethe, a la arquitectura gótica y la música de Strauss, siempre recaían esencialmente en el tema griego. Esto último de importancia perdurable y trascendental para el grupo, haciendo caso tanto de la Grecia artística como filosófica.

Había la creencia de que Grecia era la base firme de toda cultura:

La historia de la cultura occidental es una resurrección continua de la antigüedad griega. Lo más antiguo puede volverse también lo más moderno. En 1907 Grecia les parecía a Henríquez Ureña y Acevedo la última moda y por ello decidieron dedicarle un ciclo en la Sociedad de Conferencias. Se pensó que cada miembro del grupo estudiaría un aspecto particular de la cultura griega y todos juntos leerían lo central de su literatura y su pensamiento, así como de los comentadores. Pero esto fue sólo el comienzo.(García Morales, 72)

Es importante resaltar que la ausencia de estudios humanísticos que representó una limitante para el grupo y su acercamiento al tema griego tuvo una cualidad y fue la de reconocer dichas ausencias que en el futuro, será algo con lo que el propio Alfonso Reyes lidiará como parte de una dicotomía formativa en sus ensayos sobre lo mexicano; al asumirse como “hijo” de la escuela positivista, que reconoce y acepta las limitantes y carencias para la reflexión teórica y crítica de la filosofía, no sólo en él, sino en sus coetáneos tanto del círculo del Ateneo como de la escuela de Jurisprudencia. Es importante también añadir una matización de lo anterior, pese a reconocer las limitaciones, buscan estudiarlas por su cuenta (disciplinas humanísticas) e incorporarlas a la enseñanza.

El recurso literario tuvo un papel importante para los ateneístas, a través de la práctica lectora y la escritura de poesía, ensayo y conferencias (que promovían la tertulia y el comentario colectivo). Se ha mencionado previamente el tema griego como un punto de encuentro entre los integrantes del Ateneo y a su vez como fuente primaria de evocación artística en la literatura de Alfonso Reyes y en su caso, en la configuración de un ideario autóctono o personal. Lo escrito por el autor durante su paso por el Ateneo fueron una serie de ensayos y lecturas reflexivas en torno a asuntos estéticos además de la propuesta crítica a la tragedia de Electra (Las Tres Electras). Esto quedó reunido y publicado bajo el nombre de las Cuestiones estéticas en 1911 y más tarde formaría parte del primer volumen de las Obras completas.

No es de interés inicial profundizar en su contenido sino remarcar cuáles fueron las primeras lecturas y  reflexiones escritas del autor durante el periodo ateneísta y cómo lo anterior marcó una pauta significativa de lo que más tarde constituirían sus intenciones literarias y filosóficas -o dicho de otra manera: determinar cuál es la producción escrita del autor y sobre qué temas versa, intereses cuando es parte del Ateneo en un tiempo presente, en la inmediatez de su experiencia-.

Dicha compilación está planteada en dos apartados: “Opiniones” e “Intenciones”; dentro de las primeras Reyes explora asuntos sobre estética concernientes a la poesía de Góngora, Goethe, Stephané Mallarme y Augusto de Armas.

Ya en Las tres Electras elabora/construye/propone un análisis de tres tragedias griegas que versan sobre el mito griego de Electra, escritas cada una por Esquilo, Sófocles y Eurípides respectivamente. Cada uno de ellos ha caracterizado a Electra de manera distinta, y a Reyes le interesa subrayar los aspectos universales o esenciales de la constitución en el carácter de la heroína; por ejemplo Esquilo ha de representarla como una suerte de verdad psicológica, Sófocles hace de Electra una alegoría, y Eurípides la convierte en un ser real, llena de contradicciones. 

Esta idea de “hermandad” que une a cada una de las “Electra” a su vez promueve la universalidad con que el ideario griego pretende acoger la divergencia y la pluralidad. Ideario que los mismos ateneístas buscaban promover como parte de las virtudes del pensamiento clásico y su capacidad para re-leer y reflexionar lo actual (contemporáneo, vigente). 

Las Cuestiones estéticas describirán una parte de la influencia de Grecia y sus autores en la escritura de Reyes además prevén en buena manera lo que más tarde será una presencia importante y constitutiva de su pensamiento.

Hay conceptos, temas de Cuestiones estéticas derramados por todas mis obras posteriores: ya las consideraciones sobre la tragedia griega y su coro, que reaparecen en el Comentario de la Ifigenia cruel; ya algunas observaciones sobre Góngora, Goethe o bien Mallarmé, a las que he debido volver más tarde, y sólo en un caso para rectificarme apenas. Mis aficiones, mis puntos de vista, son los mismos. Noticia del prólogo, volúmen I

Hasta aquí una observación de valor: lo que escribe Reyes en la inmediatez del movimiento, en lo álgido o en la antesala a la Revolución no es lo concerniente a los temas positivistas, a las reflexiones en contraposición de la escuela mexicana positivista, ni tampoco en la disconformidad con el régimen porfirista o la educación tecnicista. Reyes escribe sobre Grecia, la poesía del simbolismo francés, Góngora, Goethe y Mallarmé. En ese momento lo que inspira a alcanzar la “modernidad”, es la relectura y reflexión de lo clásico[3] . La escritura en torno a lo mexicano, México y sus problemáticas, ocurrirá varias décadas después.

No así, el interés por lo griego y la latinidad estará presente en los textos sobre México, al hablar de humanismo, latinidad como punto de encuentro y unión entre México y Europa, sin distinciones ni barreras entre uno y otra.

De ahí que una de las preguntas fundamentales al inicio de esta investigación acerca del papel desempeñado por Alfonso Reyes como ateneísta estaba enfocada en torno a su desenvolvimiento y configuración de una intelectualidad propia de la modernidad mexicana, situada en la antesala de la Revolución y el despertar humanista. Si bien, estaba prevista la respuesta al asumir que el escritor podía describirse o explicarse a sí mismo por medio del adjetivo “moderno” o en relación a ello, es verdad que a través de la lectura y comentario de la época positivista y posteriormente el surgimiento del Ateneo, se ha tomado en cuenta no sólo un intento de clasificación-determinación del desempeño intelectual del autor sino también una manera de leerlo que no necesariamente lo encasilla en una figura propia de la modernidad.

Habría que detallar lo anterior explicándolo más como figura de transición, puesto que forma parte de un movimiento que busca la reforma y promueve la institucionalización del cambio de régimen, pero que se consolida, o da cuenta de ello a través de su escritura hasta mucho después. La escritura alfonsina pasará antes por una serie de eventos importantes, una serie de incursiones en otros géneros escritos (no tratándose de ensayo) por ejemplo, tal es el periodismo, la epístola y la poesía. La conformación -e incluso cierta madurez- de sus ideas de oposición, de su postura crítica, vendrá después, con textos como Pasado inmediato (1939), Discurso por Virgilio (1930), La x en la frente (1952), Tres reinos de México (1946), La interrogación nacional (1932), entre otros, que eventualmente fueron agrupándose en compendios y antologías a lado de ficciones y prosa pero siempre con el eje central de la crítica y la “interrogante” como “problema”.

Aquí ha de cuestionarse por la identidad de lo mexicano y sus relaciones sociales y culturales con la latinidad (a manera de representar la esencialidad europea), o bien, las particularidades del pensamiento mexicano con base en la circunstancia y el suceso histórico, así como una sólida crítica a la escuela positivista mexicana y sus consecuencias adversas en el cultivo de las Humanidades (o de los estudios en humanidades).

Es necesario recapitular que gran parte sino es que en su plenitud, el compromiso intelectual y la conformación integral del pensamiento de Alfonso Reyes quedaron asentados y expuestos a través de su escritura literaria[4] que como ya se mencionó, ésta se constituyó de distintas intenciones y motivaciones no sólo de ímpetu literario sino también filosófico y político; de ahí que sea importante acercarse a su producción escrita en la búsqueda por entender y analizar el pensamiento crítico de su tiempo, época y aficiones más que las herramientas de construcción narrativa o los elementos teóricos que la traducen a una corriente-clasificación literaria, esto último a ejemplo puesto que todavía los lectores de Reyes y cierto academicismo centrado en la edición y revisión de su obra se confrontan a preguntas de tipo literario meramente, la clasificación de su obra de acuerdo a géneros y subgéneros, la relación vida-obra, los trabajos de traducción y si la fidelidad es o no es veraz, entre muchas otras cuestiones que no aluden al pensamiento del autor ni a su participación activa en la intelectualidad mexicana así como sus repercusiones en la política de su época.  

En más de cincuenta años la producción escrita de Alfonso Reyes:

“[...]no siguió lo que pudiera llamarse una curva natural de crecimiento, apogeo y decadencia ni experimentó tampoco cambios bruscos de derrotero. Mantuvo una misma línea de estilo espiritual y de aficiones fundamentales (de hecho manifestada desde su primer libro y sus primeros escritos).” (Martínez, 98)

Esta integridad y eclecticismo en su escritura ha permitido rastrear e intentar reconstruir el pensamiento del autor por medio de una vigencia que lo coloca en un lugar importante del pensamiento mexicano del siglo pasado.

 
   

Referencias

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NOTAS:

[1] Dicha fragmentación concierne al apartado La filosofía en México en el siglo XIX, UNAM, México, 2009, pp. 181.

[2] Lo consiguiente es parte del prólogo a las Cuestiones estéticas publicado en 1911 y en el que García Calderón sitúa a Reyes dentro de un pequeño grupo de jóvenes, los cuales comparten intereses literarios y filosóficos. Hay una coincidencia de dichos coetáneos al autor y el tiempo en que escribe Cuestiones estéticas (1910) y esla etapa ateneísta.

[3] “[...] la preferencia por «la literatura clásica» en sentido amplio, no sólo la que se basa en el estudio de los modelos griegos y latinos y de sus imitadores, sino la que se opone a la romántica y busca la claridad y la armonía”. (García Morales, 74).

[4] Es pertinente hacer una acotación en torno al término “literario”, es decir, se clasifica y se entiende de tal manera haciendo uso de un término que alude a la generalidad de su obra y que ésta incluye poesía y ficción, pero no así por lo mismo, en su absoluta expresión, puesto que hemos de enfocarnos en temas de ensayo con un acercamiento que no busque identificar, analizar o comprender la construcción narrativa, sino la conformación ideológica y sus pretensiones.

 

Universidad de Guadalajara
Departamento de Filosofía / Departamento de Letras