El erotismo y la amargura en La dama de las camelias. Eroticism and bitterness in La dama de las camelias. |
Discusió literaria | |||||||||
Amparo Reyes Velázquez |
DOI: 10.32870/revistaargos.v12.n29.5.25a | |||||||||
Recepción: 11/10/2024 |
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Resumen.El objetivo de este trabajo es estudiar el erotismo y la amargura en la novela La dama de las camelias. El erotismo de Georges Bataille y La llama doble. Amor y erotismo de Octavio Paz serán de gran apoyo para el marco metodológico de esta investigación. En La dama de las camelias, la pasión erótica es el doloroso placer que aneja el cuerpo y la imaginación: la tiniebla erótica, el recoveco del alma. Marguerite Gautier es la cortesana que, paradójicamente, encarna el amor y el erotismo, pero también desvela el rostro desdibujado, cadáver de la sociedad parisina a la que pertenece. Palabras clave: Amor. Erotismo. Amargura. Soledad. Abstract. In La dama de las camelias, erotic passion is the painful pleasure that encloses the body and the imagination: the erotic darkness, the recess of the soul. Marguerite Gautier is the courtesan who, paradoxically, embodies love and eroticism, but also reveals the blurred face, the corpse of the parisian society to which she belongs. Keywords: Love. Eroticism. Bitterness. Solitude. |
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Love. Eroticism. Bitterness. Solitude Introducción Carl Gustav Jung quizá con idealismo platónico vislumbraba el inconsciente colectivo como fuente de toda energía psíquica que incluía la conciencia, parte básica de la libido. De allí que, “las fuerzas profundas del inconsciente colectivo sean los arquetipos”, es decir, el carácter espiritual, epifanio a través de la visión: sueño, fantasía y mito. Así pues, para Jung, “el alma crea símbolosdesde los arquetipos de una forma inconsciente y las imágenes provienen de las representaciones adquiridas por la conciencia” (Amaro, 2019, pp.77-78); por ejemplo, en palabras de Prévost (2002), “la cortesana concentra en sí algunos de los arquetipos más antiguo del inconsciente” (p.23). Así, tanto La dama de las camelias como Manon Lescaut no son la excepción arquetípica. No obstante, por razones de estudio de la primera novela, solo me limitaré a ilustrar un ejemplo: “[…] los hombres somos así; y es una suerte que la imaginación deje esta poesía a los sentidos y que los deseos del cuerpo hagan esta concesión a los sueños del alma” (Dumas, 2014, p.56). Marguerite Gautier, de soberana belleza, pincelada como una pintura paisajista de Renoir que ofrece exuberante sensualidad y que, quizá, fusionada con las fuerzas inconscientes de la naturaleza, emana luz y oscuridad. Marguerite es la mujer-paisaje: sublime, erotizado, pero aterrador. En otras palabras, es “la loba” que amamanta, ardientemente, a la aristocracia francesa (duques, condes, marqueses…) con su fatalismo de vida sensual desmedido. Es la mujer buena, inteligente, elegante, caprichosa, mártir, protectora como una virgen; empero, ella encarna los peligros de la sexualidad incandescente. Marguerite habita en los sueños y en la fantasía no solo de hombres ricos, sino pobres, donde las verdades más profundas desvelan el rostro del inconsciente y proyectan a la sociedad parisina decimonónica como una ciudad perversa, hipócrita, enferma, metalizada: cadáver. Pero vislumbremos la exuberante belleza de Marguerite Gautier:
Sin duda alguna, la creación de la belleza de Marguerite Gautier resulta una obra de arte, tanto que el estilo descriptivo per se crea una ilusión referencial del lector o quizá del espectador ante una pintura impresionista. Marguerite está hecha para la vista, para ser contemplada como un objeto artístico que suscita placer. Ella evoca a una sílfide como si no perteneciera a este mundo, sino a otro, al universo onírico, orgiástico[1] , inspiradora de pasiones donde los amores mercenarios y egoístas la harán presa del olvido. Dumas, con poderosa estilística verbal pone de relieve la belleza de la mujer, pues “la belleza es lo que turba a quien la contempla”, arguye Schiffter (2020, p.15). Marguerite Gautier es deseada porque es de alta belleza inalcanzable. Ella hechiza a los hombres con su belleza y juventud, pero “ante una mujer bella, el deseo del hombre queda desterrado” (p. 16). Marguerite es una cortesana de aristocracia, ella elige a sus amantes, no al revés. Nótese que en el pasaje novelesco el narrador oculta el cuerpo de la mujer; el cuerpo erótico de Marguerite y el sentimiento amoroso ocupan el espacio central de La dama de las camelias; quizá por ello Octavio Paz (1986), con extraordinaria lucidez, arguya sobre la metáfora del cuerpo. Ilustremos la idea:
Marguerite es única, y quizá su escandalosa belleza sea comparable con Olympe, otra cortesana, pero la primera posee una doble belleza. En Marguerite, su elegante cachemira que roza el suelo será símil de la caída moral. Como podemos notar, en el pasaje novelesco, el narrador pone acento en el rostro, no en el cuerpo. Quizá por ello Schiffter (2020) sentencie que “la piel del rostro es la que permanece más desnuda […] por mucho que se trate de una desnudez decente”. (p.13). El fino vestido de seda de Marguerite no solo oculta su desnudez, esa imagen erótica, sino su alma pura como una virgen, porque “las obras más bellas son las que nos revelan verdades sobre el mundo y sobre nosotros mismos, empezando por lo más doloroso que nos sucede y nos espera. Todo aparece en forma de revelación”. (Schiffter, 2020, p.138). Ahora bien, en La dama de las camelias, Marguerite Gautier es una revelación decimonónica de la fragilidad moral. Ella es la dama y la santa, la cortesana erotizada. Marguerite, de origen campesino, humilde, llega a escalar los altos estratos parisinos en medio del escandaloso libertinaje. No obstante, el teatro y la ópera enmascaran su condición de cortesana. Es en la Ópera Cómica, como si el espacio anunciara la desdicha: la amargura de la comedia, donde conoce a Armand Duval, el hombre que le revela su propio rostro: humanizado, noble, tanto que Marguerite es capaz de amarlo y ser amada:
A Marguerite, el doble amor, esa exaltación de sentimiento noble, la lleva a apartarse de las escenas de prostitución y de la vida suntuosa que la rodea. La conversión de Marguerite la dulcifica, la humaniza. Marguerite elige el campo, Bougival[3] , para vivir los días más felices de su vida junto a Armand Duval. El escenario no es gratuito como el de María de Jorge Isaacs. De ahí que:
Pero la felicidad de los amantes solo durará seis meses. Esta se ve interrumpida por el padre de Armand, quien absorto por los prejuicios sociales de que una mantenida mancharía el nombre de su honorable familia Duval, le ruega a Marguerite que abandone a su hijo. Marguerite sacrifica su amor a cambio de la felicidad de la hermana de Armand, quien se encuentra en vísperas de matrimonio;[4] asimismo, la felicidad y la tranquilidad del padre: la curación de la enfermedad de amor por una cortesana. Pero, además, ella también sacrifica su fortuna por amor “¡Qué buenos nos hace el amor!” (Dumas, 2014, p.88). Empero, “matamos lo que amamos”. El amor que había sido sellado con una flor, mejor dicho, con una camelia, se torna una venganza[5] despiadada. Armand Duval, quien amaba a Marguerite, no por sí mismo, sino por ella, encarna al ser más abominable y abyecto. Él ignora que la ruptura de su amor ha sido influida por su padre. En tanto que, junto a Olympe, su nueva amante, humillan y ofenden a Marguerite. Ella regresa a la vida orgiástica y a la ruidosa soledad. Si la tisis no la había matado antes, Armand Duval la remata con sus más feroces insultos obscenos. Marguerite muere olvidada por sus amores mercenarios, por su amante, invocando el nombre de Armand Duval:
De acuerdo con Georges Bataille, (2008), el erotismo corresponde al mundo interior del hombre. A saber, constantemente él busca el objeto de deseo de acuerdo con sus gustos personales. En la búsqueda del objeto de deseo, en general, el hombre se dirige a la mujer que casi todos elegirían: el aspecto intangible, no la cualidad objetiva. Quizá la mujer que ha sido elegida podría ofrecer nada a la existencia del ser; por consiguiente, la elección humana se torna infinitamente compleja. Por ejemplo, el animal en su mundo interior, el objeto dado es inerte. Y, precisamente, eso diferencia al hombre del animal: el erotismo del hombre moviliza la vida interior. En el sentido recto de la palabra, “el erotismo es lo que la conciencia del hombre pone en cuestión al ser”. De suyo, en la sexualidad animal existe un desequilibrio que amenaza la vida, pero el animal lo ignora. Por lo demás, “la actividad sexual de los hombres no es necesariamente erótica. Lo es cada vez que no es rudimentaria, cada vez que no es simplemente animal” (p.33). Y bien, tanto el hombre como la mujer pueden ser objeto de deseo, pero al ser el primero, en general, en tomar la iniciativa, la segunda posee el poder para provocarlo. Por ello quizá las mujeres más bellas y atractivas sean más deseables, más aún, si se proponen “como objeto al deseo agresivo de los hombres”. Habría de decir que, en cada mujer no existe una prostituta en potencia, pero, según Bataille, (2008) “la prostitución es consecuencia de la actitud femenina” (p.137). En La dama de las camelias, Margarite Gautier es la prostituta[6] que se propone conservar su belleza para llamar la atención de los hombres, con lo cual se convierte en sí misma objeto de deseo de los hombres. Su irrefutable belleza es el arma más poderosa para su vida sexual disipada. Además, con aire de duquesa, ataviada elegantemente, aderezada con diamantes y metales preciosos, su belleza se intensifica; paradójicamente, la contemplación de Marguerite también provoca un doloroso placer:
De acuerdo con G. Bataille (2008), en la prostitución más antigua, si la prostituta recibía sumas altas de dinero u objetos preciosos, esto representaba una especie de don, el cual ella lo emplearía para ensanchar su vanidad, esos aderezos que la harían más deseable ante los hombres. De allí que, en La dama de las camelias, Marguerite sea amante de los hombres más ricos de París. El lujo la envuelve, la consagra como una aristócrata, como una duquesa. Aunque Duval no pertenece a la nobleza, menos al título nobiliario más alto, no obstante, él puede escalar los altos círculos de la sociedad parisina y llevar un género de vida acomodada, más aún, bajo el velo de la sombra de los francos del viejo duque, el padre triste que ha perdido a su hija y ve en Marguerite el fantasma de su hija, la continuidad de la belleza encarnada de la muerta: la doble. El duque pone, servilmente, su riqueza a manos de Marguerite solo para contemplarla en su doloroso placer y arroparla económicamente:
Ahora bien, si se considera la prostitución un aspecto degradado, animalizado, cuyo origen se ubica en el mundo grecorromano, esto resulta una paradoja; es decir, la clase caída que, tímidamente aspiraba a la “elevación de los humildes y a la deposición de los poderosos”, en el fondo, no aspiraba a nada. Más bien, “la moral sólo elevó a los humildes para agobiarlos aún más. La maldición de la Iglesia pesó de manera gravísima sobre la humanidad degradada” (Bataille, 2008, p.144). Y, bajo el vértice de la “elevación de los humildes”, La dama de las camelias es un ejemplo de ello;Marguerite Gautier, quien es de origen humilde y se eleva como diosa de la prostitución rodeada de soberbio lujo, se convierte en la sombra del viejo duque que la vigila día y noche. Le está vetada la deposición. Ella es víctima no solo del duque, sino de la sociedad aristócrata parisina. Marguerite muere pobre, agobiada, humillada. Sus bienes materiales son embargados, pero por fortuna “la caridad de la ley” la deja moribunda en su piso. Pero, además, en Marguerite, la cortesana, quizá el pago monetario no sea lo único que fundamenta su degradación, sino también, la insensata humillación de su amante, quien le recuerda la escala animalizada de su oficio: “Se ha ido usted tan aprisa esta mañana, que olvidé pagarle. Ahí tiene el precio de su noche” (Dumas, 2014, p.187). Marguerite es doblemente humillada. El amante la transfigura en cosa, en nada. El erotismo de los amantes acaricia la sexualidad animalizada, y la caída de Marguerite es brutal. El duro golpe bestial ha sido lanzado por el hombre que ama. Marguerite Gautier es la agobiada prostituta que gime de dolor. No menos el dolor por la muerte de Marguerite “exacerba las emociones” de Armand, tanto que se siente abandonado de sí mismo, y lleva el cortejo del arrepentimiento: “¡Oh, daría diez años de mi vida por poder llorar una hora a sus pies!” (Dumas, 2014, p.36).La gran pasión erótica por su amada ahora es el gran dolor de un espectáculo trágico: “Vi entonces a un joven rubio, alto, pálido, vestido con un traje de viaje que parecía no haberse quitado en varios días ni tomado siquiera la molestia de cepillarlo al llegar a París, pues estaba cubierto de polvo” (Dumas, 2014, p.31). Quizá por ello Schopenhauer (2009) señale que querer y ambicionar está en su esencia, poseídos de una especie de fuego que no se puede sofocar. Y “la base de todo querer es la falta de algo, la privación, el sufrimiento. Por su origen y por su esencia, la voluntad está condenada al dolor” (p.315). Así pues, cuando el hombre ha satisfecho todas sus aspiraciones, sobreviene un vacío aterrador y la existencia misma se traduce en una carga insoportable del ser. Marguerite Gautier tras haber amado, reconciliado con la vida, en un canto de primavera y otoño, en un madrigal de camelias e infinitas flores del campo de Bougival, ahí donde “desaparecía poco a poco la cortesana” (Dumas, 2014, p.131) ante la dulce naturaleza de esplendor floral, verdes bosques verticales y el alto cielo azul…, el instante mágico, poético la consagra. El campo, bajo la dualidad del amor, haría el milagro de la conversión de la cortesana a la santa, en un acto sagrado de redención: “En una palabra, en aquella chica se reconocía a la virgen a quien una pequeñez había convertido en cortesana, y a la cortesana a quien una pequeñez hubiera convertido en la virgen más amorosa y más pura” (p.72). Armand poetiza a Marguerite. Ella es el amor puro como una camelia o todas las camelias juntas. Marguerite es la cortesana virtuosa que sacrifica su amor por amor. Es la santa, la mujer idealizada, erotizada es cópula ritual que extravía los sentidos, pero la ternura los pone en equilibrio: La cópula ritual es, por una parte, una inmersión en el caos, una vuelta a la fuente original de la vida; por otra, una práctica ascética, una purificación de los sentidos y de la mente, una desnudez progresiva hasta llegar a la anulación del mundo y del yo (Paz, 1993a, p. 208). Bougival es el regreso al paraíso, pero también la expulsión. Ahí, donde la mujer amada se poetiza y se regocija con la naturaleza hasta fundirse en ella, al grado de no poder separarse porque elpaisaje es el estado del alma de los amantes. La belleza del paisaje es el arrobamiento del alma. La gran poesía amorosa. Marguerite vuelve a su origen humilde, al campo puro; paradójicamente, Bougival es la culminación del amor. Luego entonces, si el paisaje romántico de Bougival es la manifestación de lo sublime, también es la “trascendencia de la “angustia y del terror, de ambivalencia y espiritualidad” de los amantes (Amaro, 2019, p.32). A renglón seguido léase:
En la dama de las camelias, los amantes viven el infortunio de la separación. La ambivalencia de la pasión amorosa hasta habitar el universo selvático, lúgubre de la tragedia amorosa. Ellos son víctima de los accidentes del género humano. Por lo demás, en Bougival, las fuerzas de la naturaleza, bajo el arquetipo del inconsciente, engendran oscuridad, y la sombra abismal habita en los amantes: “La noche era tan densa, que a cada instante temía chocar contra los árboles de la carretera, que, al presentarse bruscamente ante mis ojos, tenían el aspecto de grandes fantasmas que corrían hacia mí” (Dumas, 2014, p.168). En los amantes, el sentimiento de dolor y de melancolía yace como una pena que se parece al alma[9] . El erotismo, la pasión amorosa se transfigura en amargura, mejor dicho, en tiniebla erótica. Los cuerpos que antes se abrazaron y copularon bajo el ritual sagrado del amor, ahora se apartan. Las dos soledades que se unieron se aniquilan:
Los amantes son devorados por su propia pasión. La antítesis del placer y muerte en una simbiosis existencial deviene el instante de la gloria y el fuego consumido. En palabras de Schopenhauer (2009), “toda satisfacción, o lo que comúnmente se llama felicidad” es siempre negativa, no positiva. La satisfacción de un deseo desaparece y con ello el placer mismo. “De aquí que la satisfacción o felicidad no puede ser nunca más que la supresión de un dolor, de una necesidad” (pp. 321-322). El dolor, la amargura de Marguerite y de Armand es tan real que riada la desdicha y hace de su existencia la insoportable carga. El erotismo también es dolor:
De acuerdo con Paz (1993), “todos los amores son desdichados porque todos están hechos de tiempo”. La fragilidad del nudo se deshace en dos seres temporales que saben que les depara la muerte. El instante de felicidad “sobrehumana es una victoria contra el tiempo” (p.213); quizá es una suspensión del tiempo que solo mira el cuerpo y el alma que está sujeto por la fuerza de gravedad del amor:
En la dama de las camelias, la pasión de los amantes representa amargura, per se el sentimiento amoroso está revestido de sufrimiento, es llama doble de una pasión hermosa, pero también es el fuego devorador de los amantes, es decir, “el amor es sufrimiento, padecimiento, porque es carencia y deseo de posesión de aquello que deseamos y no tenemos; a su vez, es dicha porque es posesión, aunque instantánea y siempre precaria” (Paz, 1993, p.213). En la dama de las camelias, el soberano erotismo, la llama doblede los amantes es la amargura de la soledad; y, bajo el arquetipo trágico del amor, Marguerite Gautier y Armand Duval como Manon Lescaut[10] (quien es el paralelismo antitético de Marguerite) y son actantes de la amargura de la comedia humana. El placer y la soledad es la consigna de la felix culpa. Dos realidades que se contraponen. Los amantes que se funden por el sentimiento de la pasión, envueltos en la llama que los asciende, los erotiza y los redime de lo fáustico. Marguerite Gautier es la heroína de los hombres, la cortesana que abraza el milagro de l'amour doux Conclusión
En Duval, el dolor moral por la muerte de Marguerite parece tener una especie de consuelo metafísico. La muerte de Marguerite es inseparable al placer que aneja su existencia. Placer y muerte son la sombra del amor y del erotismo. La sombra de otra sombra. De acuerdo con Paz (1993a), “Thanatos es la sombra de Eros. La sexualidad es la respuesta a la muerte”, es decir, las células se unen y forman parte de otra para perpetuarse; disuadida la reproducción, “el erotismo crea un dominio aparte regido por una deidad doble: el placer que es muerte” (p.161):
Como vemos, tras la pasión amorosa, sobreviene la tiniebla erótica, de cuya antítesis resulta lo que sigue: horror= placer; placer = muerte; dolor = placer; dolor = amor; erotismo = imaginación. En la dama de las camelias, el trazo simétrico de la estructura perfecta de la novela, además, de alto vuelo poético narrativo, el paralelismo antitético se arquitectura asombrosamente sostenido por el ritmo del péndulo del reloj que marca el número dos en el universo narrado. El número dos es un rasgo indicial en la novela. Sirva un ejemplo: “Me pareció que sólo a aquella hora y con aquel tiempo sombrío podía llegarme una desgracia. Dieron las dos. Sólo el reloj de pared turbaba el silencio con su ruido monótono y cadencioso” (Dumas, 2014, p.167); es sígnico de la aneja dualidad de una sociedad atemporal. En La dama de las camelias, la dualidad del erotismo no solo deviene soledad, amargura, sino que también engendra un doble: placer y muerte… La antítesis de la comedia humana, cargada del dramatismo de la tiniebla erótica. En La dama de las camelias, el amor y el cuerpo son el corazón de la pieza narrativa: “No hay amor si no hay cuerpo”, por el cuerpo, el amor es erotismo y así se comunica con las fuerzas más vastas y ocultas de la vida” (Paz, 1997, p.207). Armand Duval es el único hombre que ama a Marguerite y que aprecia de manera distinta no solo la desnudez de su cuerpo, sino también de su alma. Los amantes, en el paraíso perdido, se pierden así mismo (voluntariamente), es decir, viven la llama doble, la convulsión del amor y del erotismo: “Ambos, el amor y el erotismo-llama doble- se alimentan del fuego original: la sexualidad. Amor y erotismo regresan siempre a la fuente primordial, a Pan y su alarido que hace temblar la selva” (Paz, 1993a, p.207). En La dama de las camelias, el erotismo jamás renuncia a su valor supremo, más bien, es la apoteosis del placer carnal consagrado por el amor. Ahora bien, si la “barbarie tecnológica” y el capitalismo de nuestro tiempo, ha manchado al amor y al erotismo, el cuerpo se ha convertido en publicidad, se ha confiscado el amor y el erotismo por el poder del dinero, esa “gran miseria moral y espiritual de las democracias liberales en su insensibilidad afectiva” (Paz, 1997, pp.166-171); antes bien, en La dama de las camelias, el ocaso del amor y del erotismo se vislumbra como una fuerza luminosa y poderosa de la humanidad, muy a su pesar de que Marguerite Gautier sea arrojada como una paria por la misma sociedad de su época. Por lo demás, la estética romántica no solo nos enseñó a ser inteligibles, sino también a sentir, a ser sensibles y a manifestar nuestras pasiones humanas. El amor nos hace humanos. Así pues, en La dama de las camelias, la “sexualidad transformada en erotismo”, descansa bajo un rasgo infinitamente lingüístico, semántico, cultural, histórico, pero la sexualidad obscena de un tiempo sin tiempo, brutalmente se animaliza y aniquila la individualidad:
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Referencias Amaro, A. (2019). El paisaje como arquetipo de la imaginación romántica: C.D. Friedrich y J.M.W. Turner. Barcelona: Centellas. Bataille, G. (2008). El erotismo. (Antoni Vicens y Marie Paula Sarazin,Trad.). México, D.F.: TusQuets. Borges, J.L. (1990). Obras completas (1923-1949). Buenos Aires: Emecé. Dumas, A. (2014). La dama de las camelias. (Alfred Pelletier, Trad.). México, D.F.: Editores Mexicanos Unidos. Schiffter, F. (2020). La belleza. Una educación estética. (Susana Prieto Mori, Trad.). Madrid: Siruela. Paz, O. (1986). Corriente alterna. (16ª Ed.). México, D.F.: Siglo XXI. Paz, O. (1993a). La llama doble. Amor y erotismo. Barcelona: Seix Barral. Paz, O. (1993b). El laberinto de la soledad. (2ª Ed.). México, D.F.: Fondo de Cultura Económica. Prévost, A. (2002). Manon Lescaut. (Manuel Anzures, Trad.). México, D.F.: Océano. Sabines, J. (1997). Recuento de poemas 1950/1993. México, D. F.: Joaquín Mortiz. Schopenhauer, A. (2009). El mundo como voluntad y representación. (9ª Ed.). (Eduardo Ovejero y Maury, Trad.). México, D.F.: Porrúa. |
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[1] “La orgía no es la situación extrema a la que llegó el erotismo en el marco del mundo pagano. La orgía es el aspecto sagrado del erotismo, allí donde la continuidad de los seres, más allá de la soledad, alcanza su expresión más evidente. Pero solo en un sentido. La continuidad, en la orgía, no es algo que se haga evidente; en ella, los seres, en el límite, están perdidos, formando un conjunto confuso. La orgía es decepcionante por necesidad. En principio es una negación acabada de los aspectos individuales […]” (Bataille, 2008, p.135). “Notas” [2] “El amor humano, tal como lo conocemos y vivimos en Occidente desde la época del “amor cortés”, nació de la confluencia entre el platonismo y el cristianismo y, asimismo, de sus oposiciones”. (Paz, 1993a, p.207). “Notas”. [3] “Temía yo tanto apesadumbrarla, que no había riesgo que no despreciara por complacerla, sin embargo, adoptamos un término razonable, que fue alquilar una casa en un pueblecito cerca de París, desde el cual nos sería fácil ir a la ciudad cuando nos viniera en gana o tuviésemos necesidad. Elegimos Chaillot, que no está lejos. Manon volvió a su casa inmediatamente. Yo fui a esperarla ante la puerta pequeña del jardín de las Tullerías” (Prévost,2002, p.65). Como vemos, en ambas novelas, el campo francés es el homenaje para el amor. Solo que, quizá Des Grieux corre con “mejor suerte” que Armand Duval. Manon muere pobre y desterrada en tierras americanas en los brazos de su amante. Él la sigue hasta el fin del mundo. Acaso ¿no es todo el universo la patria de los amantes fieles? (Prévost, 2002, p.189). “Notas” [4] “Por lo que parece, la prostitución no fue al comienzo más que una forma complementaria del matrimonio. En tanto que pasaje, la transgresión del matrimonio hacía entrar en la organización de la vida regular; a partir de ahí, era posible la división del trabajo entre el marido y la mujer. Una transgresión como ésa no podía consagrar para la vida erótica […] Al prostituirse, la mujer era consagrada a la transgresión. En ella el aspecto sagrado, el aspecto prohibido de la actividad sexual, aparecía constantemente; su vida entera estaba dedicada a violar la prohibición” (Bataille, 2008, p.139). “Notas” [5] “[…] el amor es un compuesto indefinible de alma y cuerpo; entre ellos, a la manera de un abanico, se despliegan una serie de sentimientos y emociones que van de la sexualidad más directa a la veneración, de la ternura al erotismo. Muchos de esos sentimientos son negativos: en el amor hay rivalidad, despecho, miedo, celos y finalmente odio. Ya lo dijo Catulo: el odio es indistinguible del amor. Esos afectos y esos resentimientos, simpatías y antipatías, se mezclan en todas las relaciones amorosas y componen un licor único, distinto en cada caso y que cambia de coloración, aroma y sabor según cambian el tiempo, las circunstancias y los humores” (Paz, 1993a, p.214). “Notas”. [6] “[…] el campo de la obscenidad, ligado primero a la prostitución, es el que dio a la sensualidad su tono escandaloso […] La obscenidad es repugnante, y es normal que espíritus poco audaces no vean en ella nada más profundo que ese carácter repugnante, pero es fácil entrever que sus lados innobles están unidos al nivel social de los que la crean, y que la sociedad arroja del mismo modo que ellos mismos vomitan a la sociedad” (Bataille, 2008, p.251). “Notas” [7] “Los templos de la India abundan aún en figuraciones eróticas talladas en piedra, donde el erotismo se da como lo que es fundamentalmente: algo divino. Numerosos templos de la India nos recuerdan solemnemente la obscenidad que tenemos en el fondo del corazón” (Bataille, (2008, p.140). “Notas”. [8] “Nuestro erotismo está condicionado por el horror y la atracción del incesto” (Paz, 1993a, p.215). “Notas” [9] Fragmento de un verso de Sábados de Jorge Luis Borges (1990). “Notas”. [10] Manon Lescaut es pérfida, otra mantenida, aunque no de “oficio” como Marguerite, a amabas, les gusta la riqueza y el lujo, pero compartido. Ambas comparten su riqueza con sus amantes, incluso, la primera, también con su hermano. “Notas”.
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Universidad de Guadalajara Departamento de Filosofía / Departamento de Letras |
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