Escisión, inadecuación y violencia en Sebastián de la noche de Fernando Yacamán.

Split, inadequacy and violence in Fernando Yacamán’s Sebastián de la noche.

DOI: 10.32870/argos.v11.n28.4.24b

Antonio Marquet Montiel
Departamento de Humanidades. Universidad Autónoma Metropolitana (MÉXICO)
CE:
antonio.marquet@gmail.com
ID ORCID: https://orcid.org/0000-0002-1064-9730

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Recepción: 10/03/2024
Revisión: 26/03/2024
Aprobación: 18/04/2024

 

     

Cómo citar este artículo (APA):

En párrafo:
(Marquet, 2024, p. _)

En lista de referencias:
Marquet, A. (2024). Escisión, inadecuación y violencia en Sebastián de la noche de Fernando Yacamán . Revista Argos. 11(28). 49-75 DOI: 10.32870/argos.v11.n28.4.24b

 

   
           
 

Resumen:
En el contexto de la intensa violencia nacional e internacional que se vive, la opción masoquista extrema (por la que opta el relato yacamaniano) perturba, cuestiona. Se abre paso una estética en que el goce del lector, es seguido por un autocuestionamiento y eventual rechazo. Paradójicamente, la demanda de Sebastián “Acaba conmigo” implica un margen de seguridad, poco importan los azotes (imprescindibles).

Palabras clave: Narrativa gay mexicana Siglo XXI. Sadomasoquismo y literatura. Fernando Yacamán. Literatura mexicana y violencia.

Abstract:
In the context of the intense national and international violence that is being experienced, the extreme masochistic option (which the Yacamanian story opts for) disturbs and questions. An aesthetic makes its way in which the reader's enjoyment is followed by self-questioning and eventual rejection. Paradoxically, “Finish me” implies a margin of safety, the spankings (essential) do not matter.

Keywords: Mexican Gay Fiction, XXI century. Sado-masochism and Literature. Fernando Yacamán. Mexican Literatura and violence.

 

 

Si bien es cierto que las homosexualidades no son reductibles a una homogeneidad (Eribon, 1999, p. 26)[1], hay algo en común que compartimos, la historia de violencia padecida por todes. A tal punto que para construirse “[…] los gays y las lesbianas deben olvidar lo que han aprendido en su juventud, deshacerse de la manera en que han sido socializados, desprenderse del peso de la subordinación”. (Eribon, 75) [2]

¿Olvidarse? ¿Cómo olvidar la estela de injurias, “¡puto!, ¡joto!, ¡maricón!…” que se ha sembrado a nuestro paso desde el aire, mar y tierra en Heterolandia? ¿La memoria sería selectiva, objeto que se presta a borrados parciales? ¿El olvido sería negación, ajeno al retorno de lo reprimido, a la compulsión de repetición, a las derivas del trauma, a la prevención de lo que no puede sino repetirse en un universo gaycida?[3] El olvido plantea dificultades…

En otra obra, sin embargo, el mismo Eribon aborda esta imposibilidad de olvido “[…] los rastros de lo que uno fue en su infancia, la manera de socializar, perduran incluso cuando las condiciones en las que se vive en la edad adulta han cambiado, incluso cuando se ha deseado alejarse de ese pasado” (Eribon, 2017, p. 9).

Eribon seguramente se refiere a una especie de negociación de la memoria para irrigarla con otra coloratura de experiencias; fecundarla con nuevas posibilidades de relaciones, formas de plantarse en el mundo. Olvidar y liberarse, relegar la violencia para resocializarse. Deshacerse y desprenderse de la subordinación: ¿cómo?[4] Si cuando despertamos el supremachismo seguía y seguirá allí per secula suculerum.

Vayamos a formas de violencia más precisas: ¿Qué hacer con la violencia que se introyecta y traviste de subordinación? El haz de respuestas a este respecto, también es amplio. Sebastián de la noche, y en términos generales la narrativa de Fernando Yacamán, presenta una versión que comenzaré a examinar en las siguientes líneas temiendo en cuenta en el momento en que leo el relato yacamaniano me atrapa, me fascina y, a posteriori, me cuestiona; al grado de que rechazo algunos dispositivos puestos en obra en el relato e incluso llego a desconocerlos, a sentirme incómodo frente a ellos, sin dejar de gozar la narrativa.[5] La lectura de Yacamán no termina cuando se cierra el libro. Sus efectos no cesan de operar.

Investirse nocturnalmente de Sebastián es el nuevo ejercicio narrativo de Yacamán: en él, se reconoce el espectro de Rulfo en estos aparecidos/desaparecidos que pueblan y despueblan el mundo nocturno de Mateo/Sebastián. Así como una exploración de los embates juveniles de la pulsión; la entrada en la universidad, de la confrontación con la vocación y con el haz de posibilidades profesionales, una de ellas, la escritura. Y, sobre todo, confrontación del protagonista consigo mismo en soledad, lejos del entorno familiar y social. Mateo/Sebastián se aventura solo en un terreno que no es el suyo. Lo hace por decisión propia, por esa necesidad del gay de emigrar de un entorno supremachista y comenzar en soledad una nueva etapa.[6] No se trata de una narrativa utópica, sino de resistencia y sometimiento, cuyos  momentos es preciso identificar.

Sebastián de la noche se desarrolla en un ritmo pendular: va de lo real a “ultratumba”; de la resistencia al sometimiento. Al inicio de la novela, esto es difícil de captar para el lector; el narrador aborda a los personajes como si fueran reales, como si estuvieran en el mismo plano de Mateo, Gabriel y Simone (y de hecho lo están, pero en un plano espectral) después, estas certidumbres quedan reducidas.

Los diversos fragmentos, treinta y cinco, en que se desgaja Sebastián de noche dibujan un rompecabezas, difícil de armar a través de todas las piezas que se ofrecen el lector. Lo fundamental quizá no sea armarlo de manera que todas las piezas se ajusten (el carácter fragmentario de las numerosas viñetas impide formarse una idea precisa: los enigmas se siembran sin que el lector pueda resolverlos). Lo más importante es el efecto estético: la fascinación, el asombro que surge aquí y allá en el relato, el efecto misterioso, las oscuridades a las que se acceden.

¿El lector tiene que juntarlas y ofrecer una imagen panorámica desde los vericuetos que recorre Sebastián de la noche? Podría entregarse a esa labor, aunque la tarea no es simple ni razonable (¿habría que hacer claro y distinto lo que desde el origen se ha anunciado como oscuro?) Otra opción sería entregarse al vértigo de esos enigmas, a esa sed de violencia, que a la postre es apuesta por la fortaleza del violento.

Violencia en un contexto crispado
Nos habíamos acostumbrado a la polarización económica. Vivimos en un mundo de extremadamente ricos y de extremadamente pobres, sin derecho a nacionalidad, desprovistos de tierra y como domicilio permanente, el campo de refugiados.

Ahora, febrero de 2024, ha sobrevenido ante nuestros ojos una nueva fase de la polarización, la de los ejércitos más poderosos del planeta, mejor armados, con mejor tecnología, masacrando por aire, tierra y mar a civiles desarmados, hambreados, mujeres y niños, decenas de miles en casi cinco meses de horror. Esto es el “nuevo” rostro de la “democracia”, de la “justicia” según Israel y sus aliados Estados Unidos, la Unión Europea. La “victoria total” que busca Israel ahora pasa por disparar contra civiles desarmados. Sin duda, se trata de un episodio en la bancarrota de la humanidad. El desmoronamiento de coordenadas éticas se amplifica con la invasión de Ucrania, el número de muertos y desaparecidos que no deja de crecer en México; las oleadas de migrantes.

En este contexto de horror, nacional e internacional, sistémico y personal, se lee que Mateo/ Sebastián se sube al auto de alguien que es cortante, agresivo, con rasgos sádicos a quien le pide que acabe con él. Antes de abordar el auto de Gabriel, Mateo recuerda al ex militar, gaycida serial que abandonó los cuerpos dentro de una maleta en las inmediaciones de estaciones de metro Chabacano.

Mataba a sus víctimas lentamente asfixiándolas. Las ahorcaba con sus propias manos o les quitaba el aliento con una bolsa de plástico. Después, metía los cadáveres en maletas y las abandonaba en las avenidas de la Ciudad de México... De acuerdo con sus testimonios, escogió a hombres homosexuales porque eran más fáciles de “atrapar” y “enganchar”. Dejaba que sus víctimas se acercaran a él. “Me presentaba como Carlos. No los escogía, ellos solos se presentaban”, relató él mismo. (Roa, 2021, párr. 3)[7]

En el lector se asoma la sensación de que Mateo corre un inminente peligro de ser asesinado sádicamente. Al menos este es el deseo de Mateo, coherente con su elección de acorparse como Sebastián.

En este momento en que las relaciones jerárquicas, en que el horror de la desproporción bélica alcanza niveles nunca vistos, en que Israel bombardea sin tregua a una población despojada, encerrada, aterrorizada y desplazada; destruye incluso cementerios para hacer bases militares de campaña violando todos los derechos humanos imaginables, se produce esta erotización de la jerarquía en el que el masoquista pide al sádico… Si esta narrativa erotiza la violencia, también obliga a reflexionar sobre las relaciones establecidas en este espacio jerárquico; en este mundo de atropellos y abusos.

La concentración de riqueza, armas, ejércitos incluye también una estrategia de comunicación, un amordazamiento eficaz de la información, de las narrativas: el poder somete sin embozo, impone versiones, como en ningún momento de la historia, donde las ultraderechas pretenden tener no la última, sino la única palabra. ¿Dónde se colocan las homosexualidades en este afán de aplastamiento de las diversidades, donde la verdad, la justicia es lo que escupe Netanyahu o Putin, Bukele o Milei, siendo lo demás terrorismo, antisemitismo y amenaza a la seguridad? ¿De qué “civilización” son representantes Bibi, Biden, Putin, Milei, Bukele, el narcopoder…?

Lo cierto es que nos encontramos ante la erupción de numerosas narrativas desde las homosexualidades en donde se juega el sometimiento (“acaba conmigo”)[8] (Marquet, 2019, p. 62) ante la mortal aplanadora intolerante, ante el estruendo de la metralleta y el misil, ante el amordazamiento y la “victoria total”.

Gaza fue gueto herméticamente sellado (hasta que estalló): ahora es montón de escombros, fábrica de muerte, bancarrota y profecía del tercer milenio supremachista. Las comunidades homosexuales han sido condenadas a una vida guetoizada, utilizadas para un pinkwashing obsceno. Al tiempo que se permiten Prides vistosos, se obstaculiza el acceso a la equidad y se sostiene un translesbogaycidio permanente y una polarización genérica. ¿La “victoria total” solo concierne a Gaza e Irán, es un asunto de islamofobia y se logra con bombas de racimo? ¿Hay una conexión entre seguridades nacionales de las potencias armamenticias, construcción de murallas para frenar las oleadas migrantes y mordazas mediáticas desde Siberia hasta Buenos Aires pasando por Europa?

El contexto joteril: Leer con zapatillas
La reflexión sobre la literatura elegebetera contemporánea debe partir de un hecho mayor en la expresión artística de la diversidad sexual mexicana: La enorme atención nacional e internacional que se suscitó por la violenta reacción al cuadro “La Revolución” (2014) de Fabián Cháirez (n. en 1987) expuesto en la exposición Zapata después de Zapata en el Palacio de las Bellas Artes en 2018.


Fuente: Fotografía de Antonio Marquet

Fabián Cháirez vestida de rojo, minivestido y mangas bombachas, en la inauguración de la exposición en el Palacio de Bellas Artes. Una muyert con bigote; o la glamurización de una chunta’e.


Fuente: Marquet, 2019

En la comedia nacional tenemos:

Acto I: La pintura joteril se exhibe en los sacrosantos muros de la cultura institucional o Las locas al poder (pero que no se vean)[9]; o lo que es lo mismo: Las locas a jotear.
Acto II Esa de rojo… (pronunciar con acento de Tepito)
Acto III Las locas a la hoguera. Dicen que Zapata dixit.
Acto IV: Váyanse las locas a…  crear.

Supuestos herederos de Emiliano Zapata pidieron en un acto de supremachismo desembozado que se descolgara el cuadro, que se quemara invadiendo el recinto del Palacio:

Esto nos afecta en lo moral a la familia. Zapata es hombre y le puso cuerpo de mujer, mire nada más las caderas de dama; el caballo tiene una erección, yo soy ganadero, sé de caballos y esa erección es porque lo va a penetrar, ¡ese pendejo se pasó de güevos!. (Beltrán, 2023, p. 211).

¿Emergió el supremachismo del México profundo?; ¿Fue un asalto de “vándalos” (así se les apostrofaba) al recinto de la “Civilización”?[10] ¿Intolerancia? ¿Manipulación? ¿Estrategias mediáticas? ¿Cuándo asisten los “zapatistas” a Bellas Artes es para prender fuego?[11] Es preciso preguntarse qué pasó en un siglo de revoluciones, de PRIES, con el lema: “La tierra es de quien la trabaja.” A lo cual, Rulfo responde “Nos han dado la tierra”. En grafiti, pintados en los muros de la tierra de Zapata dicen que no tienen tierra ni en las uñas. (Cfr. Marquet, 2019).


Fuente: Fotografía de Antonio Marquet

“Prefiero morir en zapatillas a vivir de rodillas”, fue la respuesta contundente de la comunidad gay y trans en un mitin de visibilización y desagravio frente al Palacio de las Bellas Artes, manta reivindicativa de la comunidad defendiendo desde la visibilización jota, como la recuperación de la figura revolucionaria por antonomasia, el derecho a una historia no-broncínea, no heterocissexista…

La explanada del Palacio de Bellas Artes, al atardecer del viernes 13 de diciembre, rebosante de jóvenes gais, lesbianas y trans, muchos caracterizados como entaconadas bigotonas, manifestándose en defensa de la libertad artística y de expresión. Era el cumpleaños 32 de Fabián Cháirez, a quien cantamos las mañanitas, y luego lo oímos exclamar alzando el puño: “¡El futuro es femenino y es una realidad imparable! ¡Arte y libertad!”. (Beltrán, 2023, pp. 217-218).

El jinete fue identificado como Zapata, por la curaduría de la exposición Zapata después de Zapata, lo cual, al parecer, no fue el propósito original de Fabián Cháirez. La pieza estuvo exhibida en la galería José María Velasco en 2015; en versión mural, se encuentra en un bar, el Marra, institución que revolucionó la Calle de República de Cuba. Ningún zapatista se presentó a estos sitios a exigir la quema de la pieza… por el contrario, el nuevo Zapata, nudista y coqueto, tras haber sido amenazado por la inquisición heterosexista, se difundió por todos lados, creando el Zapatillismo.

En uno de los capítulos de El demonio que nos habita, el lector encuentra el perfil de Fabián Cháirez cuya imagen se proyecta en un capítulo, “Altar” (pp. 37-46) bajo un Natalio entregado a su pintura y a sus obsesiones, una de ellas tiene que ver con la muerte, quien lo ha visitado en su estudio y se ha instalado en él.

Poética de Yacamán
Las narraciones de Fernando Yacamán tienen un sello que las hacen únicas; son inconfundibles. Fernando ha logrado crear con cuatro libros publicados, Todos mis padres, La virgen del sado, El demonio que nos habita, Sebastián de la noche hasta este momento, una gramática original cuyos elementos llamativos son:

1.- Hay un universo de insectos, cucarachas, alacranes, hormigas, escarabajos, “nubes de insectos” (p. 90) serpientes, avispas… que aparecen en momentos menos esperados. Estas alimañas producen un efecto de extrañeza, inquietante, enigmático, perturbador:

Un escorpión con alas se estrelló en mi pecho y cayó sobre la Tierra. (p. 90)
Otro escorpión con alas se estrelló en mi pecho. (p. 91)
Un escorpión se metió en mi boca y se hinchó. Sus patas fueron agujas en mi lengua, no pude, ni quitármelo, el morderlo hacia adentro en mi garganta y cuando se me acabó el aire desperté del sueño. (p. 91)

2.-Junto a esta visión tan terrenal, el mundo de Yacamán se abre hacia lo etéreo, a cielos vastos, llenos de estrellas, iluminados por la luna, hacia lo celeste. Infra y supramundo parecen unirse en momentos de clímax, en especial en instantes de encuentro u orgásmicos:

“Abel venía hacia mí con su mirada cósmica. Hay meteoros que colisionan en la tierra.” (p. 21) Potenciado por el deseo, por la pasión, el sujeto se transforma sideralmente. “Nuestro semen es una constelación sobre la tierra.”[12] (p. 71) en otra parte, el pene entra como una constelación: “Su boca fue tormenta, su lengua latido del universo[13], mi espuma se derramó por sus labios, mi constelación dentro de él.” (p. 51)
Fue tormenta el rostro de nuestras barbas, su lengua relámpago en mi boca, mi verga en su mano raíz nocturna, la gota de semen la luna que no estaba en el cielo. “Hombres infinitos”. Lo dijo empuñando mi verga. “Infinitos como lava que se vuelve roca”. El latido de mi sangre en la palma de su mano. “Infinitos como la roca que se perderá en el universo”. Lo mencionó en mis labios como una promesa, su aliento en mi boca conjuró nuestros cuerpos, mis latidos resonaron la tormenta dentro de mí. (p. 32)

3.-La erotización de la violencia (mucho eros; mucha violencia, tanto sexo como madrazos, al grado de desaparecer todo lo demás, recordando que: “Hay hombres que nacen para ser martirizados.” (p. 38) Por lo tanto, la trinidad yacamaniana estaría formada por martirizadores, mártires y martirio. ¿De qué tipo? Por supuesto, intenso, prolongado, salvaje (físico y simbólico) y ritual (cada una de las escenas suceden en diferentes altares a un Sebastián diferente, incluso bañado en semen tanto del martirizador (que profana al eyacular) como del mártir que pone en abismo su boca-bajamiento, su doblegamiento de cerviz, su genuflexión y sometimiento total, su anuencia gozosa a ser cosificado, basurizado y desechado con celeridad). La integración de la violencia, a veces extrema, al goce sangriento se considera tan profundo y natural como un destino. Quizá el caso que llama más la atención sea cuando llega una ambulancia por el protagonista que es conducido al hospital: ha perdido el sentido (Todos mis padres): episodio que es llevado al nivel de lo paradigmático porque el protagonista ha sido conducido más allá de lo tolerable, de lo que su cuerpo y mente puede aguantar. En un artículo, me he detenido en esta escena que volveré a evocar:

“Al penetrarme sentí caer en un pozo. Le pedí que se detuviera y me embistió más fuerte. Sentí vértigo. La sangre escurría en la pintura. Los ojos negros de Sebastián formaron un sol. Su fuerza en mis entrañas fue como el de las olas en una tormenta. Sentí desprenderme de mi cuerpo. Cuando se vino, vi una y otra vez mi cráneo estrellarse contra la tierra. (p. 104). El orgasmo del amo corresponde con la perdida de sentido del esclavo que no tiene derecho a opinar sobre la intensidad de la embestida. La disimetría es aguda: goce y pérdida.” (Marquet, 2019).
En este contexto, en la playa el amante pide al amado una cicatriz como la que el amado lleva en el pecho (El demonio que nos habita)[14]: si el mártir ha de perder el sentido, incapaz de soportar el martirio, entonces que quede una prueba, las cicatrices corporales, el cuerpo marcado a perpetuidad; lo más recomendable para de veras padecer este suplicio es el secuestro del protagonista en una vecindad, atado y sometido al hambre,  por varios días, hay incluso un uxoricidio (La virgen del sado). ¿Cualquier sicario podría cumplir con esta función? Solo si es desalmado, arrogante, capaz de doblegar al mártir y desecharlo. Si el martirizador correspondiera al martirizado, desaparecería el semblante de “encanto”, que, dicho sea de paso, nunca debe existir. Lo que importa es la violencia, la inferiorización. Esto funciona a manera de certificación para el mártir: ha sobrevivido, tiene un sitio (aunque sea el peor sitio), cuenta con una certidumbre por la que pagaría con su vida incluso.
La tensa relación paterna es el paradigma de las relaciones viriles. A la muerte de su padre, Eribon señala que:
Yo no lo amaba. Nunca lo había amado. Sabía que sus meses, y luego sus días, estaban contados y no había intentado verlo una última vez. Además, ¿para qué?, si no me hubiera reconocido. Ya hacía una eternidad desde que habíamos dejado de reconocernos. La fosa que se había abierto entre nosotros durante mi adolescencia se había ensanchado con los años y nos habíamos vuelto extraños el uno para el otro. Nada nos unía, nada nos reunía. (Eribon, 2021, pp. 9-10).

Es imprescindible hablar de la figura del padre (más del lado de la chavorruquiedad grotesca) en la narrativa de la catástrofe decadente (sismo del 85, el incendio de la cantina (La Alegría), secuestro en una vecindad, vías del tren) de Fernando Yacamán, marcado por un perfil de violencia, seducción, sadismo. ¿El chacal maduro, esquivo y ojete (siempre en deficiencia de ojetería) como ideal de “amante” (nunca como amante ideal, porque no hay amante, es decir, relación estable)? Sabiendo que siempre el número de flechas será insuficiente y que la relación martirológica será episódica sin posibilidad de mantenerla (al sádico porque no le interesa distraer su atención de sí mismo; al masoquista porque no hay suficientes flechas ni suficientes arqueros para lanzarlas, suficiente puntería, ni suficiente daño…).


Goce y estancia académica en Sebastián de la noche

Procederé a partir de diez puntos para adentrarme en Sebastián de la noche:

  1. Sebastián[15] es Mateo si seguimos el orden de lectura desde la portada al relato.
  2. En “realidad”, Mateo[16] es Sebastián. Es el estudiante de licenciatura Mateo quien inventa a Sebastián: elige este nombre para adentrarse en Aguascalientes digitalmente desde su llegada, para activar la erotización de su cuerpo.[16] No basta tener un domicilio y una inscripción en la universidad, tener un proyecto, una beca, un marco institucional. Es preciso recalar en Gabriel y Abel.
  3. ¿Por qué decide Mateo presentarse como Sebastián? Hay quien dirá que la pregunta no es pertinente puesto que así sucede en las redes, en los sitios de ligue. Sin embargo, ello significa que habría que crearse una personalidad diferente para entrar en las redes, para conectarse, para ligar, para el erotismo y la aventura; la invención de un personaje es necesario tanto para liberarse como para publicitar el abanico de posibilidades eróticas deseadas desde el nombre. Es preciso crearse un personaje para gozar, porque el nombre propio, Mateo, no sería adecuado para ello, sería un freno de alguna manera. Lo cual es significativo y pone en tela no solo el nombre del padre, sino el tejido simbólico en el que se inscribe el nombre del sujeto. La aventura, el ligue debe establecerse en coordenadas apartadas: eso es un hecho, ¿por qué se abre esta dicotomía, esta incompatibilidad, si la hay? ¿cómo se efectúan estos pasajes?
  4. De tal forma, el protagonista de Sebastián de la noche será Mateo en la pensión, para doña Refugio y para su amiga, Simone, la profesora de inglés. Es Sebastián para Gabriel Demetrio Taboada y Abel. La línea divisoria también tiene un elemento genérico: es Mateo para personajes femeninos; Sebastián para varones, para relacionarse homoeróticamente. La escisión del nombre del personaje marca/produce/reproduce la doble vida: aparece delimitado en lo que sucede en las redes (se queda en las redes, como suele decirse como una fórmula para asegurar tanto la libertad como fomentar la osadía); la vida fuera de ellas. Es importante reflexionar, con toda la consideración que merece, la intensidad que prevalece en las redes, que matiza y delimita la vida fuera de ellas. Para experimentar la vida en ellas, hay que crearse un personaje diferente de la vida cotidiana, familiar, profesional, amistosa. Una vida que no está en segundo plano. Y que, por ciertos lapsos, puede colocarse en primer plano. Más aún casi se convierte en el único plano como sucede en Sebastián de la noche. Donde las motivaciones académicas de la estancia en Aguascalientes han dejado su lugar a lo inesperado en muchos aspectos, sexual y espectral. Vivamente al escuchar el nombre de Sebastián la gente responde nombre de mártir (p. 60), reduciendo Sebastián a mártir. “Funesto, origen de pesares y de ruina” (p. 62) Sebastián no puede ser el nombre de la belleza masculina. No es el nombre de un soldado romano. En el entorno del relato, es el nombre del mártir. Esta reducción/obsesión es significativa porque el relato se encuentra en el eje sadomasoquista (específicamente en lo masoquista del protagonista, de quien se presenta como Sebastián, siendo Mateo) (p 60) no se necesita ser adivino para imaginar la razón: “Sebastián es el nombre que mi amigo usa para la putería” (p. 62).
  5. La tensa vida en la pensión, acosado por Refugio, la mujer que sistemáticamente lo cuestiona, le expresa su poco aprecio, por no decir su desprecio. Al mismo tiempo que la necesidad apremiante de hablar con él, de procurar ganar dinero, acercarse a él.
  6. Lo cierto es que en ninguna de las atmósferas en las que incursiona Mateo/Sebastián: He doesn´t fit anywhere. No embona en ningún sitio. Esta inadecuación es la que me parece interesante. ¿El protagonista de la narrativa gay contemporánea no embona en entorno alguno? ¿Nada le cuadra, carece de certidumbres, está marcado por una insuficiencia permanente? A este respecto, leo las declaraciones de un artista chino.
     

    Wong Ping questionne ainsi la poursuite du plaisir, posée comme notre seul horizon d’attente… “Et si, au bout, il y avait non pas la jouissance, mais la tragédie?” demande-t-il. Dans les sociétés modernes, cette poursuite du plaisir pousse les individus dans une fuite en avant. Ils travaillent, consomment, toujours plus, sans parvenir à trouver de contentement. Cette frustration permanente, entretenue par le système, est un sujet central dans l’œuvre de Wong Ping…
    [Wong Ping cuestiona así la búsqueda del placer, planteado como nuestro único horizonte de expectativa… “¿Y si al final no hubiera disfrute, sino tragedia?” él pide. En las sociedades modernas, esta búsqueda del placer empuja a los individuos a precipitarse. Trabajan, consumen, cada vez más, sin lograr encontrar satisfacción. Esta frustración permanente, mantenida por el sistema, es un tema central en la obra de Wong Ping.]. (Liberation, 2024)

  7. La creación de espacios, la exploración de nuevos espacios no hace sino multiplicar y confirmar esta falta de embone. El carácter unfitable (inembonable) del sujeto en los espacios. Es el caso de Sebastián/Mateo, el de La virgen del sado, del protagonista de Todos mis padres, de los personajes que habitan en el Demonio que nos habita. El proyecto narrativo de Yacamán se centra en la unfitablenes/inembonabilidad del sujeto con el universo en el que habita.
  8. Mateo no es originario de Aguascalientes. Eso sería irrelevante si no le hicieran sentir de manera clara y abierta esa no-pertenencia; esa extranjería. El sujeto llevará su inadecuación a todas partes, con todos, frente a todos. Ese malestar es otro aspecto del síntoma.
  9. El problema es su origen. Quienes han nacido en la metrópoli, llevarán esta carga siempre. Cargarán el estigma, serán objeto de rechazo. Quedarán en un limbo. Flotando en la exclusión. Al mismo tiempo que serán asediados por el mundo espectral que se cierne en ese espacio de capital de un estado. Si el sujeto porta ese estigma de no embonar (a manera de la herida que implora -por no decir que mendiga), en el caso del universo espectral, las condiciones de adecuación cambian. Los espectros prefieren pasajeramente a ese ser ajeno para entablar un intercambio verbal y erótico. Quizá porque los nativos conocen su trayectoria, han sido noticia en los diarios locales, les han colocado socialmente un aura delincuencial.

Entrar a Sebastián por Refugio
Para abordar la trama de Sebastián de la noche es preciso tener en cuenta que Mateo/Sebastián realiza una estancia académica en la Universidad de Aguascalientes. Por ello, renta una habitación, la más económica en el hostal Saturnino, propiedad justamente de doña Refugio: “una güera de unos ochenta años que vestía huipil deshilachado…” (p. 14). En Aguascalientes se relaciona con Gabriel y con su maestra de inglés, Simone, nacida en Utah (quien “solo pacheca era sociable” p. 44).

Habría una estructura simétrica, en la que existen dos personajes reales y dos espectrales: a Gabriel, a quien conoce en Grindr, corresponde el espectral Abel; mientras que, a Simone, maestra y compañera de aventuras nocturnas, corresponde doña Refugio. Es decir, hay dos extranjeros: el capitalino Mateo y Simone; y los hidrocálidos Refugio y Abel. Dos personajes de carne y hueso y dos personajes que colindan con lo espectral. Dos adultos mayores y dos personajes jóvenes.

Me centraré en la figura de Doña Refugio Santamaría Parra (p. 69)[18], nombre completo de uno de los personajes secundarios de la novela que nos ocupa. De la misma manera, Mateo tiene otro nombre, Sebastián, universo vedado para Refugio (por cuestiones de sexo y género). El espacio de lo espectral conoce límites, algunos precisos; otros ambiguos, aspecto en el cual radica el carácter Unheimlich (ominoso) del relato de Yacamán.

La voz de doña Refugio, mujer de 80 años y dueña del hostal Saturnino, es la primera que se oye en la novela. En cada una de sus intervenciones, Refugio no hace sino descalificar. Con una serie de multas que van de 50 a 200 pesos, Refugio establece las normas de la conducta de los huéspedes. Indulgente consigo misma, doña Refugio castiga severamente aquello a lo que se entrega: prohíbe que el huésped ingiera alcohol siendo ella alcohólica. Ella debe hidratarse, ella fuma, aunque en las normas de conducta en el hostal beber y fumar esté prohibido y castigado, por supuesto.

Mateo no tiene otra posibilidad de averiguar la verdadera personalidad de sus interlocutores sino a través de registrar subrepticiamente los documentos ya sea de Gabriel o de Refugio. Si no fuera por esto, las relaciones con los interlocutores quedarían incompletas.

“Mijo”, una expresión ambigua, aparece desde el principio en Sebastián de la noche (México, 2023), la pronuncia doña Refugio para dirigirse a Mateo. Aunque lo parezca, no es una expresión afectuosa; por el contrario, es una forma de expresarse jerárquicamente inferiorizando al interlocutor, y como tal, abre la primera de muchas de las escaramuzas verbales que sostendrán doña Refugio y Mateo. A Mateo, el protagonista de la novela, le molesta, pero no se atreve a manifestarlo; aunque en diversas ocasiones está a punto de decírselo. En lugar de ello, se queda mirándola fijamente. El código de la mirada se activa, obligándolo a expresar y a poner en relieve la represión, o falta de expresión verbal, en un universo en el que se había aplicado el velo de lo cibernético, el necesario enceguecimiento del escenario contextual del personaje Mateo, iluminado por el seguidor del “Grindr”.

Permanentemente doña Refugio lo golpea verbalmente; intenta sojuzgarlo, tiene una gran habilidad para irritar al interlocutor y plantarle banderillas. Le dice burro, ignorante, lo califica de capitalino, pretencioso, “escuincle sonso” (p. 54); critica que se vista de negro, trata infructuosamente de manipularlo, de sacar provecho de él, y termina por correrlo… a lo cual, Mateo responde mentalmente:

No tenía necesidad de hospedarme en la vecindad de una loca, después regresaría por mis cosas. Caminé rumbo a la salida, crucé el pasillo atiborrado con esos cuadros horribles, me fijé en el último, detrás de un hombre bigotón se asomaba la muerte y tenía la firma de Saturnino Herrán. (p. 27).

Entre la propietaria y el inquilino, la relación jerárquica está establecida desde el principio. Doña Refugio intenta en cada intervención establecer una autoridad despótica, agresiva, irritante. Al mismo tiempo, lo quiere atrapar, acceder a sus recursos económicos a través de “ofertas” como proponer una mejor habitación (¿para vigilarlo?), preparar guisados (verdolagas con papas), darle cigarrillos… la dimensión del cambio de nombre a Sebastián, en este aspecto, permite crear un espacio de huida del acoso de Refugio, invistiendo al erotismo como acto liberador del entorno en el que vive el sujeto.

Doña Refugio es cínica, brutalmente escatológica cuando afirma “Dura más un pedo en la mano que el pinche amor.” Vale la pena detenerse en la flatulencia, donde está la marca de la hostilidad de Refugio hacia Mateo. Además, su desprecio hacia el amor es acentuado. Aunque en otra presentación (Yacamán, 2023), han afirmado que Refugio es “entrañable”, al lector le puede parecer una anciana amargada, negativa, invasora, terca, obsesiva, cortante, alcohólica, grosera, pendenciera, uxoricida... la lista de adjetivos negativos se puede prolongar. Incluso a su hermana, doña Refugio la califica de insufrible.

Ante todo, es una mujer práctica, de negocios, concreta; le gusta el dinero (o necesita urgentemente dinero), no las relaciones humanas, aunque se aferre a Mateo. Sin duda, exhibe fuertes rasgos que revelan un carácter anal; su apetito por el dinero; la agresividad sin freno ni tacto que despliega, el asesinato de su pareja, están dentro de un continuum sádico.

A pesar de todas estas características que hacen muy concreto al personaje, doña Refugio “desaparece”, se esfuma, hacia la página 63, es decir no aparecerá en el último tercio de la novela. De pronto, Mateo escucha un ruido en las escaleras, piensa que se cayó, sale a auxiliar a la mujer que estaba ebria, pero no la encuentra. Es entonces cuando el lector percibe que es un espectro. Ella había afirmado “Yo a veces floto por las noches, mijo.” (p. 64) y Mateo dice, por su parte, que la busca en el cielo… A esto debe añadirse que “A Simone le pareció gracioso presentarme como su amigo “espectrofílico” (p. 60). El cambio de registro realidad/mundo espectral reorganiza la información enigmática que se había venido ofreciendo al lector.

Mateo/Sebastián
El nombre, Sebastián, es un paspartú, una llave maestra, tanto para salir de sí como para entrar a los sitios de ligue: se trata de un nombre con una gran estela en el imaginario gay. Es ante todo una imagen violentada, que clama por flechazos, por una efusión de brutalidad que nadie alcanza a juntar, puesto que la belleza del hombre atado permanece intocable, cuando no potenciada. No es un hombre muerto, sino vivo, fuerte, que resiste el embate de la puntería de los centuriones. Esta imagen es el escudo que deja atrás al nombre Mateo, que está muy lejos de la dimensión simbólica y sobredeterminada de Sebastián. El nombre inventado representa a la vez el anhelo de Mateo y aquello a lo que nunca conseguirá alcanzar. Esta es la doble cara del deseo que se aloja en “Sebastián”: la representación de lo que se quiere, al mismo tiempo que lo inalcanzable. Este Sebastián, por otro lado, ha dejado atrás el sol, para exhibirse en las penumbras.

En la novela, “Sebastián” está en cada altar, en cada obsesión, en cada título y en ninguna parte. Los altares del santo, que titulan cada uno de los fragmentos, vuelcan a la novela en el terreno de la ritualidad (lo cual no es ajeno a las relaciones S/M).

El título de la novela nos indica la dirección, pero no asegura nada al lector. El título marca un horizonte, nunca señala un punto de llegada o un punto de encuentro. A tal grado que la noche de Sebastián es un deambular sin rumbo. Un echarse a las vías, entrar en terrenos cubiertos de huizaches[19] secos, sin que se llegue en uno y otro sitio a una satisfacción cuando menos parcial.

Los amantes podrían terminar sus vidas en las vías de tren arrollados por la locomotora, pero Gabriel no accede a la propuesta de Mateo; la secuencia es calificada de juego.

Sebastián no encuentra lo que está destinado a no encontrar ¿qué hace el sujeto en Sebastián de la noche? Sostiene una serie de diálogos que son una especie de refriegas. Aparece una serie de preguntas que no tienen respuesta. El personaje fuma, toma pastillas, bebe un sinnúmero de cervezas y luego tequilas, ve de bar en bar y de bar en after. ¿Qué busca? En todo caso, es bebido por esta doble dimensión realidad/espectralidad.  El malestar persiste tanto en lo real como en lo espectral. Las metas fijadas en la vida académica se olvidan[20], se abandonan. Pero, también en la vertiente espectral, el mundo de Refugio y Abel, el malestar persiste.

El protagonista, Mateo/Sebastián lo tiene todo: juventud, tiempo, autonomía para llevar todo a donde quiere, incluso a las vías del tren para ser arrollado, para colocar ese vigor juvenil en un paisaje semidesértico donde solo se encuentran escorpiones y cucarachas blancas, un paisaje en donde no hay sino sombras y oscuridad.

En la urgencia de La virgen del sado, así como en Sebastián de la noche, está el mismo entorno decadente, la gotera, los insectos. Sin embargo, el protagonista encuentra “lo que quiere”: es atado, golpeado, manipulado penetrado con violencia. Secuestrado. Es decir, encuentra el horror “que busca”. Lo encuentra duplicado. En medio de una aventura, el protagonista yacamaniano cruza un umbral sucio y apestoso, y encuentra lo que ni siquiera imaginaba o soñaba. Por esta razón, la Virgen del sado, destartalada, orinada y decapitada puede ofrecerle algo: aquello que no imagina, que no sospecha siquiera. Es decir, su deseo, que se encuentra más allá de lo formulable, del horizonte tierno, amoroso, aséptico, convencional, del desenlace “y-fueron-felices-para-siempre”. Se busca lo irrepetible, se busca la intensidad no formulada, violenta, que trabaje el cuerpo a fondo desde el dolor, lo que es único, no lo que permanece, lo fugaz, lo brutal, lo fugazmente brutal, lo brutalmente fugaz. Es tan fuerte que es del orden de lo irresistible y de lo verbalizable.

Al sujeto se le conduce al límite. Más allá de la intensa pasión que se pone en escena, existe solo la muerte. Ya no se trataría de una escena sadomasoquista sino de un asesinato. De una escena gore terminal. El sujeto se libera del secuestrador; de ese cuarto de seguridad en donde conoce la inanición, el hambre, la fetidez, la incertidumbre… y el goce de ser atado, de ser objeto inerme ante el sádico, ante el todopoderoso. ¿No es verdad que se busca el poder, al sujeto con manos y brazos capaces de atar, apretar, golpear: es el padre de “pegan a un niño”, el padre todo poderoso que castiga. Que está allí con su ideología machista, de fuerza. Ese padre que siendo tan fuerte es tan inconsistente, tan grotesco, tan defraudador, tan ávido de goce de sujetos débiles y quebrantados. Corresponde a la imago del padre de Todos mis padres, el maestro de geografía, el hombre con atuendo de monje (Sebastián), rodeado de videos.

El protagonista de la narrativa yacamaniana queda a merced de otro para el cual es sujeto de placer, y siéndolo le ofrece el placer complejo en cuyos componentes se encuentra tanto la cosificación, como un alto a la angustia.

El personaje yacamaniano tiene una convicción de que se puede aventurar en terrenos del peligro y sobrevive, vive para contarlo. Nació en el vértice del horror, en el terremoto del 85 y sobrevivió no solo a pesar del colapso nacional, sino a pesar de su padre, desobligado que no lo vuelve a ver. Por lo tanto, en el origen fue la vida en medio del peligro, sobrevivir a pesar del agudo estado de emergencia nacional. La vida si es tal hay que arriesgarla para obtener la convicción de sobrevivir. La vida para el protagonista de esta narrativa es sobrevida, que es lo que cuenta.

Y es justamente en esta estética de la sobrevivencia en donde coincidimos los sobrevivientes del VIH, de vivir bajo el supremachismo, en medio del gaycidio. La sobrevivencia se encuentra entonces del lado de la resistencia. Del lado de esa convicción de que se estuvo en el filo del horror y, sin embargo, la supervivencia ganó la partida.

Es la erotización de la violencia lo que se vive en la narrativa yacamaniana. Una voluntad (casi) suicida de manejarse en el filo de la navaja. Un poco más allá de su espacio de peligro, está la muerte: la cosificación, el cadáver, el gaycidio, el crimen impune. La estadística del joven cadáver de hombre gay violado y asesinado después de haber sido golpeado, acuchillado.

Inesperada y paradójicamente, Sebastián será víctima de las flechas que no le disparan. Caerá víctima de no ser prendido y atado al árbol. No será objeto de diversión para soldados montoneros y perversos. Este Sebastián ahora será víctima de que no le hagan caso, de no encontrar nada, de que incluso los insectos más temidos no le piquen. Aún el veneno ponzoñoso ha desaparecido.

El personaje yacamaniano vive en el intersticio de dos naturalezas: animal y sideral. La división renacentista, inframundo y supramundo, continúa vigente en el universo de Yacamán. De esta forma, el relato nos dice que Mateo y su amigo, son bisontes primero; luego que son meteoros. La fusión de ambos mundos se opera solo cuando dos hombres se encuentran en medio de la pasión entre ellos, cuando se establece una relación erótica. El amor une dos costelaciones; realidad y más allá, inframundo y supramundo.

 ¿Es posible que el amor se establezca en el intersticio de la realidad y espectralidad? Tal es el reto y la derrota de Sebastián de la noche. Una capitulación en la que se ha arrancado un gran trozo de esta realidad inasequible, inabordable.

Los planos opuestos
El problema de los dos planos de Sebastián de la noche no se desarrolla solo entre la realidad y lo espectral (espacio del padre); sino entre lo literal y lo simbólico (espacio del padre). Mientras los niños juegan a que son bisontes, el padre del amigo de Mateo ve por el retrovisor, otra cosa:

Mi hijo, aquí y en China a los hombres que les gusta que les den por el culo son jotos.

A esa edad no sabía lo que era coger.

Mateo, pobre de ti, desde niño joto. (p. 36)

El juego del bisonte que los niños juegan “inocentemente” está fuertemente investido; esta forma adopta las relaciones de homosexualidad entre dos niños que no tienen idea de las dicotomías establecidas en el heterosexualismo. De la oposición hetero y homo. Digamos que los niños están inmersos en una pulsión, inocente y espontánea: la lectura del padre los va a significar como marginales y abyectos, arrebatando la “inocencia” al juego. Es el padre el que capta un sentido del juego de los topes y establece un límite a estos escarceos homosexuales; quien prohíbe, separa y educa en la heterosexualidad (coordenada que no existe para los niños).[21] De esta forma, esta figura paterna, que se va de juerga, huele a cerveza, tiene barba crecida, se hermana con otras figuras paternas, como Luis Habib, el libanés de Todos mis padres. Es un padre supremachista, como los que abundan en la narrativa de Yacamán.

Separados, estigmatizados, Mateo “se da de topes en la pared” (Mamá Psicología Infantil, S/F)[22] no pudiendo darse de topes con otro niño, la única posibilidad de relación con el otro es darse de topes jugando al bisonte. La expresión tiene una enorme carga en español: darse de topes contra la pared, indica la incapacidad para franquear obstáculos.

Aunque parezca extraño, darse de topes es una acción amestudiada que se presenta en algunas infancias:

Los motivos por los que los bebés pueden llegar a hacerse daño y golpearse la cabeza contra la pared pueden ser varios, entre los más frecuentes y normales están para llamar la atención o para descargar su frustración y rabia por algo que no han podido obtener. (Mamá Psicología Infantil, S/F).

Desde la niñez, cuando se expresa la vida sexual, cuando el deseo aparece, se dispara la violencia, los golpes, por un lado; por el otro, también se escinde el sujeto y queda estigmatizado (por el padre).

Yacamán desde Monsi
En Las leyes del querer, proliferan los juegos de palabras. De ida y vuelta todo significa. La velocidad de la inteligencia de Monsi se vuelve lúdica expresión. Rapidez de la agudeza, facilidad de las palabras en un dispositivo altamente enterado, al mismo tiempo erudito y ligero. En este contexto, la fórmula explicativa que define al melodrama de Pedro Infante “Me va mal porque soy pobre; soy pobre porque me va mal” es un laberinto sin salida, sin hilo de Ariadna. Monsiváis recurre a la biblia para expresar la lógica del melodrama: "Polvo eres y en parte orgánica de la Vecindad te convertirás." Dice Monsiváis (2012) para caracterizar el meollo de Nosotros los pobres, el culto a Infante. Es decir, en estos relatos señeros del supremachismo, el devenir del macho está marcado por el destino social, impuesto desde coordenadas genéricas, sociales y económicas.

¿De la misma manera se puede afirmar de Sebastián de la noche: “Polvo eres y en objeto de placer de un sádico te convertirás”; “Polvo eres y polvo tu voluntad para salir de ese cul de sac”; “Polvo eres y polvo el erotismo en que te regodeas”?

¿Cómo explicar la falta de agencia para ponerse a salvo de esta situación de emergencia? o quizá sea mejor afirmar que hay una agencia certera para encontrar el dolor. ¿Cómo "explicar" esta erotización, este intenso regodeo en perderlo todo, en jugarse la vida?

¿Habría que censurar, estigmatizar a este gozador en el abismo? No se trata de esto. Para nada. En cambio, me parece que se debe repensar el supremachismo y la interiorización de la violencia que se dispara contra el maricón en una sociedad donde se glorifica la fuerza, donde el varón se construye mediáticamente con empistolados que disparan mucha bala.

El análisis de Monsiváis se focaliza en el charro de charros, em el macho en escena, el macho triunfador deseado por mujeres y envidiado por varones, de voz grave, "la figura demandante y la voz imponente." (p. 95), la construcción del dispositivo del macho que es el hacendado, el criollo guapo y valiente. En una palabra, el ideal del macho que modela la axiología social.

Algo muy diferente sucede en la narrativa gay, donde no aparece el macho ideal, donde el padre, o las figuras paternas no son modelo de nada, en todo caso son contramodelos y que, a pesar de ello, se colocan en el centro del deseo. En la búsqueda del goce en la vecindad[23] que se hace patente en La virgen del sado, se produce la demanda del placer al golpeador, al que no sabe sino golpear de manera mecánica. El sujeto yacamaniano (¿yacamaniaco?), se centra en la búsqueda de la fuerza, del vínculo vigoroso, poco importa padecerlo. Lo que importa es que exista el vínculo, el lazo con el otro y resentirlo hasta lo más hondo.

Bifurcación: si bien en el ámbito de las mujeres, se ha denunciado a través del feminismo la violencia de género, en el ámbito queer, se busca la violencia, el sometimiento, la vida de perro, la poética del sado-masoquismo que se hace presente en cualquier fiesta temática, en cualquier evento fetiche.

Al mismo tiempo que se hacen observatorios para denunciar y contabilizar la violencia en el ámbito gay, hay un lado oscuro donde se goza en medio de la violencia física y simbólica. La violencia ha calado tan hondo en el alma homosexual-gay-queer: poco importan las denominaciones, las propuestas identitarias. Parecería que es la violencia la que funciona como hilo que vincula cada una de las eras por la que ha pasado la comunidad elegebetera. En el fondo, la llaga gaycida sigue operando, sigue demandando una forma de goce en la que pasividad-dolor-entrega se concentran ante el macho, despiadado, golpeador, ante la figura paterna.

El nuevo sujeto se dirige hacia la escena de victimización, busca estar atado para recibir la porriza. Si nos preguntáramos ¿cómo se construye el sujeto elegebetero actual? Habría que responder que se construye frente a la violencia, no huyendo de ella, no poniéndose al abrigo, sino buscándola, demandándola, recibiéndola. ¿Cómo se construye el relato del sujeto diverso? se construye sin punto de llegada (es decir, sin satisfacción del deseo), en las riberas de la pasión, en los escenarios de la víctima. ¿Cómo se construye el goce diverso? Desafiando la muerte, resistiendo a los golpes... porque no se ha “aprendido” (¿quién lo enseñaría?) nada diferente en una sociedad gaycida en la que el grito unificador del macho, el grito aglutinador es ¡PUTO!

A manera de conclusión
Sebastián de la noche re-presenta a quien no quiere ser Mateo, a quien no se construye en la esperanza, sino que abdica de todo para colocarse en la intensidad: poco importa (de hecho, prefiere) que esa intensidad sea de violencia.

  1. Sebastián renuncia a ser Mateo.
  2. Sebastián busca la herida, la flecha.
  3. Sebastián se coloca del único lado ético posible: el de víctima en un mundo polarizado de fuerza, el de Gaza.
  4. No hay que olvidar que los soldados hoy visten uniforme isramericano.

Al negar que exista una comunidad gay, Didier Eribon (2000) señala, en cambio, otro tipo de vinculaciones, un lugar de encuentro de los gays: “Los individuos pueden hacer que exista un discurso y una posición intelectual y política en los cuales un cierto número de otras personas escojan reconocerse, en un momento u otro, total o parcialmente.” (p. 37) Uno de los sitios privilegiados para este encuentro es justamente el arte, el discurso literario, la literatura, el relato, justamente la narrativa de Fernando Yacamán. Pero también, en el personaje que Fernando se creó de sí mismo, en su personalidad viajera, vagabunda, patinadora, en la pareja que forma con Ignacio Velasco con el que lleva 16 años como pareja, en su profesión de fe en la literatura en un recorrido que va desde Todos mis padres hasta el libro más reciente, Sebastián de la noche. Un lugar en el que me reconozco emocionalmente al mismo tiempo que, habitando esos espacios, me obliga a interrogarme.... sobre el deseo, la violencia, los escenarios sado-masoquistas en este universo de sometimiento extremo (victoria total[24]/derrota total (exterminio) ) que se vive nacional e internacionalmente.

Esa línea que va desde la resistencia al discurso de Heterolandia; hasta el sometimiento.

Cuando alguien descubre que es homosexual, ocupa un lugar en la Sociedad que le preexiste. La categoría de “los homosexuales” existe antes que él. Y toma asiento en el interior de este grupo estigmatizado, lo quiera o no, se esconda o no. (p. 72)

Cada gay puede ser insultado y tratado de sucio “maricón”, sino porque ha conocido la injuria antes incluso de saber que un día se dirigiría a él. Un gay sabe desde su más tierna edad, antes incluso de tener una vida sexual, que hay gente a la que se puede tratar de maricones. Y un día toma conciencia de que forma parte de ellos. (p. 72)
Esta conciencia, este saber, le da un sitio inferiorizado en Heterolandia.

A lo largo de la narrativa de Yacamán observamos un sexo duro, golpes, lesbogaycidios. En cada relato, en cada línea de vida de los personajes que pueblan el universo de Yacamán hay violencia, sangre, heridas, navajas, pistolas, fuego, que sin duda el lector disfruta. En La virgen del sado además de un secuestro, de golpes, de un homicidio, de un triángulo amoroso, hay una inmensa satisfacción. Se cumple con una erotización de la violencia, con la violencia, se goza por la violencia, por padecerla. Se comulga en una mística de la herida, hay un apego al padre, búsquedas del padre que en Sebastián de la noche llega hasta el ámbito de lo espectral.

Pero esto no solo ocurre en el ámbito gay. El relato se estructura en un malestar social profundo que impregna todas esferas, la de la maestra norteamericana, “Simone solo pacheca era sociable.” (p. 44), la del estudiante en estancia de intercambio, la de los personajes espectrales como Refugio y Abel, cruel, sádico, ojete.
Terminaré con dos citas de Eribon:

Foucault reflexionó sobre qué podía ser una nueva cultura gay que abandonando cualquier idead de identidad ya nada, se sustentara al contrario, en la invención de nuevas relaciones entre los individuos. Estos nuevos modos de relación eran pensados por Foucault según dos ejes principales: un desarrollo de la amistad y una proliferación de los placeres… (Eribon, 2000, p. 112).
[…] cuando hablaba de erotización del cuerpo, Foucault hacía siempre la apología del sadomasoquismo, le gustaba ver en ello una especie de operador subversivo para hacer explotar las categorías instituidas por la sexualidad y de la normalidad esclavizante del “deseo” Bersani se queda perplejo ante la idea de que el sadomasoquismo desestabilizaría las estructuras del poder con el pretexto que presentaría su parodia teatralizada. Al contrario, dice, es la demostración misma de que existe “una continuidad entre las estructuras autoritarias de la opresión y la economía erótica de los cuerpos”. (Eribon, 2000, p. 113)

Referencias
Bertrán Rodríguez, Antonio. (2023) Crónicas con prepucio: Lo más ardiente de Nosotros los Jotos. Edición de Kindle.
Eribon. Didier. (2000) Identidades: reflexiones sobre la cuestión gay. Bellaterra. Barcelona.
Eribon, Didier. Regreso a Reims. Libros del Zorzal. Edición de Kindle.
Mamá Psicología Infantil. (S/F). Mi hijo se golpea la cabeza contra la pared ¿por qué lo hace? [sitio web]. https://www.mamapsicologainfantil.com/mi-hijo-se-golpea-la-cabeza-contra-la/
Marquet, Antonio. (2019) La leche se paga con sangre: Todos mis padres de Fernando Yacamán. Revista Tema y varioaciones de literatura. (53). 163-183, https://temayvariacionesdeliteratura.azc.uam.mx/index.php/rtv/article/download/226/182
Marquet, Antonio, https://wordpress.com/post/elegebeteando.wordpress.com/5819
Marquet, Antonio. (2018) “Zapata el 10 de diciembre” en https://wordpress.com/post/elegebeteando.wordpress.com/5873
Marquet, Antonio. (2022) “Fernando Yacamán : suite en tres actos”, en https://elegebeteando.wordpress.com/2022/01/15/fernando-yacaman-suite-en-tres-actos/
Monsiváis, Carlos. (2012) Pedro Infante: Las leyes del querer. México: Aguilar. Edición Kindle.
Liberation. (2024). Les 400 culs. Qu’est-ce que “l’edging”, l’art de se masturber sans fin?  https://www.liberation.fr/lifestyle/intimites/quest-ce-que-ledging-lart-de-se-masturber-sans-fin-20240224_WXHFMD4VIVCMJGTOUXQUP7YDWU/
López Páez, Jorge. (2022) “Antes del tumultuoso desayuno o el náufrago”, en Sin ganas en Ghana. Xalapa: Universidad Veracruzana.
 Roa, P. (2021). “El Sádico”, el asesino serial de hombres homosexuales que sacudió a la Ciudad de México. Infobae [sitio web]. https://www.infobae.com/america/mexico/2021/02/21/el-sadico-el-asesino-serial-de-hombres-homosexuales-que-sacudio-a-la-ciudad-de-mexico/
Yacamán, Fernando. (2023) Sebastián de la noche, México, Pie Rojo Ediciones.
Yacamán, Fernando. (2022) El demonio que nos habita, México, Ediciones Periféricas.
Yacamán, Fernando. (2021) La virgen del sado, México.
Yacamán, Fernando. (2019) Todos mis padres, México, Ediciones Periféricas.
Zapata, Luis. (1979) El vampiro de la colonia Roma, México, Editorial Grijalbo.

[1] “Es necesario admitir que hay mil modos de vivir la homosexualidad” (Eribon, Ex-aequo 26, 1999).

[2] En una novela, El príncipe del Puerto de Veracruz se afirma: “Fui un niño sensible, un niño solo, muy solo, sin amigos, un niño del que se reían, al que insultaban, le pegaban, del que se burlaban…”  (David Ramón, 2012, 207)

[3] Me parece que es justamente en la compulsión a la repetición donde se ubica una forma de recordar y de significar las palabras que se pronuncian y las acciones.

[4] “Antes del tumultuoso desayuno o el náufrago”, relato de Jorge López Páez describe este pasaje de la adolescencia a la edad adulta, la función del grupo de amigos…

[5] La escisión no solo se produce en el ámbito del relato, al nivel del protagonista, sino que se propaga en el efecto estético. Se pueden pensar estos fenómenos, estos diferentes momentos, en el marco de la violencia de la que habla Eribon, y la necesidad de “olvidarla”.

[6] Aunque esa migración se suele pensar como de pueblo-chico-infierno-grande a la ciudad: “Huir a la gran ciudad, a la capital, para poder vivir su homosexualidad es un paso clásico y muy común en un joven gay.” Eribon, Didier. Regreso a Reims (p. 14). Libros del Zorzal. Edición de Kindle. También el gay que vive en la metrópoli ha de abandonar su entorno para vivir por sí y para sí, revivir en un sitio en donde no es conocido, un sitio de libertad.

[7] Se trata de Raúl Osiel Marroquín Reyes, cuyos crímenes se caracterizaron por violencia extrema.

[8] En Todos mis padres, se encuentra la misma petición; el mismo fraseo: “El padre se vuelve un sinónimo de golpeador, sobre todo porque el ‘hijo’ implícitamente formula una demanda de ser vapuleado. ‘Acaba conmigo’, pide el narrador al Centauro.” ¿“Acaba conmigo” es acaso una expresión aguda del supremachismo interiorizado?

[9] Bertrán describe claramente el doble discurso institucional al señalar que “al cuadro de Arnold Belkin Entrada de los generales Zapata y Villa a la Ciudad de México (1979), detrás de cuyo muro se exhibe, resguardada ya por dos custodios, la provocadora obra de Fabián.” (Bertrán, 2023, pp. 209-210). En efecto, “La Revolución” se incluye, pero con poca visibilidad, se exhibe, pero closeteramente.

[10] Bellas Artes es porfirista, en cuanto a concepción y función clasista. El palacio de las Bellas Artes también es profundamente gay: centro de reunión de la élite gay, jotas pero cultas, que asiste a la representación del arte global. “El estar en Bellas Artes constituye un pequeño y maravilloso oasis…” (David Ramón, 2012, p. 46) Ópera, ballet, sinfónica siempre han sido cocteles gays, pregúntenmelo a mí que desde la secundaria era y sigue siendo la primera etapa de la noche. Lugo íbamos al Bar el Paseo, junto al University Club, a comentar la representación, en tenue de cocktail, y luego a… (sin tenue de cocktail) O comenzábamos en el Buterfly; ahora en los bares del centro…

[11] Escribí una crónica de la inauguración de la exposición que se encuentra en mi blog: https://wordpress.com/post/elegebeteando.wordpress.com/5819

[12] Dejando de lado el fondo megalomaníaco en el que se expresa esta fusión de semen y constelación, la proyección astral del orgasmo es un recurso que también encontramos en la lesbocuentística de Odette Alonso. Cada uno de los cuentos representa un fuerte estallido volcánico; la noche se ilumina con el resplandor de la tormenta eléctrica que queda como una estela de lo acaecido: “Ella estaba desnuda sobre mí en medio de un relámpago de luz.” (p. 13).

[13] En la famosa aria de la Traviata, “Un dí, felice, eterea”, el amor es palpito del universo: “Di quell'amor, quell'amor ch'è palpito Dell'universo, Dell'universo intero...” aria que utiliza Fassbinder (1945-1982) en Las Amargas lágrimas de Petra von Kant (1972).

[14] Gabriel también deja una marca en el pecho de Sebastián/Mateo cf. p. 43. 

[15] No es la primera vez que el nombre del mártir romano aparece en la narrativa yacamaniana: el nombre de uno de los amantes del protagonista, justamente el que lo envía al hospital, es Sebastián en Todos mis padres.

[16] En la novela Todos mis padres el nombre Mateo, lo lleva al profesor de Geografía, Matero Gutiérrez, el Centauro.

[17]El cambio de nombre aparece desde Todos mis padres (2019): “Luis, el profesor, el narrador, el homosexual sólo quiere quitarse el nombre que lo une a una línea supremachista. Desde el principio, el narrador señala: “Si pudiera me cambiaría el nombre y el apellido.” (p. 11)” cf. “La leche se paga con sangre: Todos mis padres de Fernando Yacamán”, https://temayvariacionesdeliteratura.azc.uam.mx/index.php/rtv/article/view/226/182  

[18] El nombre completo de Doña Refugio es Santa María Parra, la cuca, tal como Mateo lo lee en el diario que informa sobre el asesinato de su marido.

[19] En la narrativa de Severino Salazar, el huizache tiene un valor inapreciable: sirve para colgarse de sus ramas. En el horizonte que describe Yacamán hay muchos huizaches; ningún colgado.

[20] Aunque el propósito del viaje a Aguascalientes es escolar, nada se sabe de la vida académica de Mateo, parece que no tiene relevancia.

[21] Vicente, el padrastro del protagonista de Todos mis padres, descubre a través de un chupetón en el cuello que su hijastro es gay.

[22] Darse de topes contra la pared, al parecer, no es un hecho poco común, suele ocurrir sobre todo en los niños y está ligado a la capacidad del niño para expresar su frustración.

[23] Es sintomático que la vecindad sirva como un espacio privilegiado para los fines de la construcción del hombre viril en el melodrama difundido por el cine de Oro, y para la construcción en la narrativa gay contemporánea de la escena del goce gay masoquista, extremo.

[24] Es la exaltada fórmula fascista promovida por Bibi Netanyahu y que no revela sino la bancarrota de la causa sionista